lunes, 10 de diciembre de 2012

Sobre la espiritualidad en el materialismo y los simpáticos amigos plutonianos


Imaginemos que en Plutón habita una civilización de hormigas extraterrestres que ha logrado desarrollar  una técnica artística sorprendente. A ellas nunca les llamaron la atención la tecnología ni la ciencia, durante toda su historia solo se han dedicado al arte. Escriben poemas tan armoniosos que las obras de Pablo Neruda, José Espronceda y Sor Juana nos parecerían producto de fetos aún no paridos si las comparáramos. Sus pinturas son tan bellas que, de ser puestas a lado de las mejores de Rembrandt  y Giotto, estás últimas  parecerían más bien basura. Y su música, ¡Ni que hablar! Si la escuchásemos seguro mandaríamos quemar todas las partituras de Tchaikovsky, Bach y Mozzart; inservible escoria. 

            ¡Vaya que sería hermoso que esta civilización existiera! Si la encontráramos ¡Cuántas cosas tan bellas veríamos y oiríamos!, ¡Cuántas hermosas emociones nuevas experimentaríamos! Sin embargo, debido al relativo diminuto tamaño de nuestros simpáticos seres artistas y a que nunca desarrollarán tecnología suficiente como para crear radiotelescopios o cosas semejantes, la única manera de que podamos corroborar su existencia es yendo a Plutón y aparcando nuestra nave espacial junto a uno de sus hormigueros (obras maestras de la arquitectura galáctica, por cierto).

            Bien, entonces actualmente no tenemos medios para probar que esta civilización realmente exista (¡y a mi me encantaría que así fuese!), como tampoco tenemos medios para probar que no exista. ¿Vale la pena discutir sobre su existencia, puramente teórica? ¿Vale la pena dejar de producir arte, pues, de existir esta civilización, solo estaríamos desperdiciando nuestro tiempo? ¿Dejamos algo tan importante, como es el arte, en manos de una civilización que igual puede existir que no hacerlo? ¿Vale la pena invertir nuestros esfuerzos económicos, tecnológicos y sociales en llegar a Plutón para corroborar esta hipotética existencia? Plutón es una gran piedra, contra la cual no tengo ninguna mala opinión, y probablemente aprenderíamos cosas interesantes si la visitásemos aun a pesar de que sus hipotéticos habitantes resultaran no existir. Sin embargo, podríamos invertir ese dinero y esfuerzo en cosas más urgentes: como en proteger al medio ambiente, mejorar la educación, hacer más y mejores investigaciones, o incluso ir a otros planetas como Marte o Júpiter; que son mucho más llamativos que Plutón y en los cuales también podrían habitar civilizaciones muy exóticas  -para nosotros, claro- e interesantes.

            Yo no le doy muchas vueltas al asunto, hago mi vida de tal forma que no dependa de la existencia de los Plutonianos. Para mí, los Plutonianos bien pueden existir o no hacerlo. Si existen ¡Qué bien! Y si no, no me afecta. Cuando actuo en mi vida doy por supuesto que los Plutonianos no existen. Tal vez en algún lejano futuro prenda la tele y me entere, en las noticias, que los astronautas humanos llegaron a Plutón y se satisficieron con las hermosas obras de arte que allí vieron; pero mientras ese día no llegue, actuaré, viviré y pensaré como lo haría si los Plutonianos no existieran. Mi pensamiento acerca de la existencia de Dios es el mismo.

Dios puede existir o no existir. Si existe ¡Qué genial! Y si no, no me afecta. Al igual que con los Plutonianos; cuando actuó, vivo y pienso, doy por supuesto que Dios no existe; ningún dios. Y así, doy por supuesto que dios no existe cuando decido como actuar; doy por supuesto que dios no existe cuando decido como pensar; doy por supuesto que dios no existe cuando  vivo mis sentimientos; doy por supuesto que dios no existe, en fin, cuando hago mi vida. Entonces, aunque no pueda afirmar con absoluta certeza que ningún dios existe, ¿Cuál es la diferencia entre dar por supuesto que dios no existe al actuar, pensar, sentir y vivir, y no creer en dios? Ninguna práctica. Por eso soy una persona atea.

            Sin embargo, el que sea una persona atea no quiere decir que no experimente cierto tipo de espiritualidad. No me mal entiendan; tampoco creo en el alma, ni en las energías paranormales, ni en ninguna de esas especulaciones metafísicas. Para mí, la espiritualidad es algo de suma importancia -semejante al arte-, que no puede ser dejada en manos de un “tal vez, quien sabe”. La experimento cada vez que observo al universo y trato de imaginar lo enormemente vasto que es, es de una exorbitante envergadura tal que mi imaginación no se da abasto en la tarea; cada vez que trato de entender a las personas y nuestras sociedades; cada vez que pienso en los pequeños átomos y sus partículas viajando en el vacío...

En esos momentos, mientras lucho por intentar comprender la totalidad de las cosas, hay un instante en el que entiendo que yo soy parte de ella. Soy parte del universo.             Asomémonos por nuestras ventanas y miremos una estrella (sí es de día, eviten mirar el Sol); piensa en su enorme tamaño; sábete minúsculo en comparación con ella; piensa en toda la cantidad de átomos de hidrógeno que deben de estar chocando caóticamente en su interior; piensa en los millones de kilómetros que han  recorrido sus fotones de luz, para que en un minúsculo fragmento de instante entren en tu retina y exciten tus bastones y conos; piensa en todo el tiempo que les tomó recorrer esa distancia; piensa también en que los átomos de hidrógeno que fusiona son iguales a los que circulan en los glóbulos rojos de tu sangre, a los que componen las células de tu piel, iguales a los que forman parte de las neuronas de tu cerebro; células cerebrales que en estos momentos se comunican en patrones igual de caóticos a los de los átomos de hidrógeno chocando en el interior de la estrella; y de cuyos caóticos patrones de comunicación, nace tu pensamiento, tu identidad. Naces tú.

Piensa en las semejanzas que tienes con esa estrella, ambos están hechos de materia, ambos están sujetos a las mismas leyes naturales, ambos nacieron y ambos morirán, ambos son descomunalmente pequeños cuando se les compara con el universo... Después de todo, esa fría y distante estrella y tú resultaron tener muchas cosas en común. Cuando uno se da cuenta de que forma parte de todo, de que hay un continuo entre uno mismo, lo infinitamente pequeño y lo exorbitantemente grande; esa es para mí la experiencia espiritual.

            ¿Creo en algún ser superior? Creo en mi familia, creo en la sociedad que me rodea, creo en la humanidad, creo en los átomos y las galaxias, creo en la conciencia, creo en la vida, creo en la historia, creo en el futuro, creo en el tiempo, creo en que lo ignoro casi todo –sino es que todo-, creo en el universo.

            Para muchos estas creencias podrán sonar como cosas materiales [de hecho, lo son]; pero para mi, son las cosas en las que puedo creer, pues puedo probar su existencia. No las entiendo, y no creo nunca entenderlas cabalmente. Pero sé que están ahí. Las pruebas me lo corroboran. No se necesita entender algo para saber que existe; pero si se necesita probarlo.

            La vida es solo una breve iato de tiempo en nuestro estado permanente de rocas para contemplar el universo antes de volvernos piedras nuevamente. Reconozco que la realidad me rebasa, que ignoro por completo lo que en verdad es; que mí vida es fugaz y efímera; que lo que llamamos totalidad, nuestra vida, no es nada para los estándares universales; que el universo es cosmos, pero también es caos. Todas estas son cosas que me asombran, pero también me asustan. A este interesante y profundo sentimiento, atrapado en algún rincón del camino entre la fascinación y el terror, lo llamo el misterio de las cosas.

            Para mí, ésta es la espiritualidad; y no necesita de dioses ni de otros entes metafísicos para ser sentida. Solo requiere de materia y de las ideas y los sentimientos que ésta puede generar. En otras palabras: La espiritualidad se basta con lo que somos.

martes, 27 de noviembre de 2012

Sobre los medios de comunicación y la insolubilidad de lo insoluble

Creo que resulta redundante decir esto, pero lo diré de cualquier forma: "Yo estoy escribiendo en mi blog, usted está leyéndolo". ¡Oh, redundancia! El punto es que estoy expresando mis ideas; también podría salir a hablar a la calle sin miedo a que se me lleve frente a un tribunal o  a que me metan al bote. Esto porque, cuando menos en México, los ciudadanos gozamos de libertad de expresión a pequeña escala. Por supuesto, mis ideas pueden contrastar con las de otros, podemos estar en desacuerdo e incluso puede darse el caso en que aquellas personas se enfaden con migo; pero eso es imposible de evitar y no es un problema que corresponda solucionar al derecho (¡dudo mucho que sea un problema solucionable!). Toda acción humana tiene consecuencias sociales y, querámoslo o no, todo lo que hacemos y decimos perjudica o beneficia a otros.

            Pero en esta entrada escribiré sobre la comunicación a gran escala, no sobre el chiste malo que es escribir en mi blog, sino sobre los grandes medios de comunicación. Ya saben, la radio, la televisión, la prensa y todas esas cosas que están repletas de anuncios. Y es que últimamente he escuchado muchas críticas hacia los medios de comunicación masiva que sin duda tienen su cachote de verdad, pero que, a mi parecer, cometen el error de simplificar demasiado el problema. Por ejemplo, es innegable que los medios han hecho de informar una actividad lucrativa, pero ¿Qué actividad no se ha hecho lucrativa en estos días? Si nuestra queja es en contra del poder hacer dinero actuando, entonces no va dirigida a los medios de comunicación, sino a todo el sistema económico actual. Trátense esas quejas en otro lugar.

Al tratar el problema de los medios de comunicación y su influencia en la democracia nos enfrentamos aquí a la contraposición entre derecho a la información y libertad de expresión. ¿Tienen los empleados de estos medios, libertad de expresión? Es un problema delicado, pero me siento capaz de comentar lo siguiente: El periodista es libre de expresarse tanto así como el maestro de preparatoria es libre de dormir hasta la hora que quiera; pero cuando ese maestro de preparatoria labora dentro de una escuela o ese periodista desarrolla sus funciones en una empresa, entonces tienen que adherirse a los lineamientos de esa institución, ya sean estos llegar a las 6:30 todas las mañanas o no hablar sobre ciertos temas. Ahora bien, ¿Debe la libertad de expresión del medio de comunicación limitarse en pro de nuestro derecho a la información? Esta es una pregunta complicada y la abordaré más adelante.

Por el momento, analicemos otra exigencia recurrente, que suele cantar: “Un medio de comunicación por cabeza”; y que se refiere a que cada sólo debe tener acceso a un medio de comunicación. Por ejemplo: sólo un canal para televisa, solo uno para Tv azteca. Ahora bien, esta idea suena bien sobre el papel –o lo haría si las cosas escritas en el papel sonaran-, pero sus consecuencias no son del todo positivas. En primer lugar, porque sin la maquinaria de gobierno dispuesta a hacer cumplir esta ley, al rato los prestanombres, las alianzas entre medios y demás artimañas la harán obsoleta. Nosotros, como consumidores del medio, podríamos vivir pensando que todos sus dueños son distintos y que simplemente coinciden en la manera de ver las cosas, sin saber que en realidad todos aquellos medios pertenecen, bajo el agua, a una sola cabeza. Y entonces nos preguntamos ¿Preferiríamos nadar en el agua transparente que nos permita ver a los cocodrilos en su interior o son mejores las turbias aguas bajo el letrero que nos dice “zona libre de lagartos”? En una hay cocodrilos, en la otra, incertidumbre y autoridad.

            Otro problema que no se suele tomar en cuenta al hacer este tipo de propuestas es el de los costos. Hacer periodismo sale caro; hay que pagar electricidad, maquinaria, impuestos, propaganda, transporte, salarios de técnicos, mercadólogos, reporteros, comentadores, operadores, directivos, secretarias, conserjes etc. Pero si informar no es barato, entonces ¿Cómo financiarlo? ¿Quién está dispuesto a hacerlo? y ¿Quiénes de aquellos dispuestos a financiar la información pueden hacerlo? Sí se recurre a la política de un medio por cabeza, entonces probablemente la mayoría de esos medios no tendrían suficientes ingresos para costearse un periodismo de calidad.

            Ante el inconveniente de que la buena información sale cara, el medio tiene cinco opciones –hasta dónde puedo ver-: 1) Puede decidir no informar e invertir su tiempo y su dinero en cosas más lucrativas; 2) Puede pactar con otros medios provistos de mayor capital para transmitir sus programas informativos (pero en este caso se estaría tirando por la borda el principio que da origen a la propuesta de “un medio por cabeza”); 3) Puede hacer de informar un buen negocio. El razonamiento es el siguiente “Yo, medio, poseo un canal de información por el cual puedo llegar a una enorme cantidad de personas ¿Quién está interesado en usar mi canal para transmitir su versión de los hechos al público?”; 4) Una cuarta opción para el medio es renunciar a tratar una agenda amplia y general y concentrarse solo en informar sobre las dos cosas que considere –por diversos motivos- importantes, y concentrar en ellas sus recursos; y 5) finalmente, y la opción más idealista, el medio puede optar por informar lo más objetivamente posible sobre los temas más importantes –supongamos que es claro cuales son estos temas y lo que es la objetividad- y esperar que la gente reconozca su calidad y lo prefiera por sobre la competencia. Pero es muy posible que esto último no de resultado, porque suponer que las personas podemos reconocer información objetiva y clara cuando se nos presenta y suponer, también, que la información objetiva y clara existe, es ya mucha suposición. Sí algo nos ha enseñado la ciencia es que es muy complicado reconocer las verdades con facilidad, y nunca con certeza.

            Además, si desean saber como sería la calidad de la información si hubiera una verdadera democracia informativa –en la que todos pudiéramos informar sobre los temas que quisiésemos-, observemos lo más cercano a eso que tenemos, el Internet. Cualquiera que haya navegado en sus aguas sabe que fuente de información objetiva, lo que se dice objetiva, no son. ¿Buscas testimonios que respalden una opinión rara, descabellada y sin sentido si quiera sintáctico? ¡No hay problema! Usa Google.

            Otra propuesta que comúnmente oigo mencionar consiste en crear un organismo autónomo que vigile y sancione la calidad de la labor informativa que realizan los medios. Para mí, un organismo como aquel resultaría sumamente peligroso. En primer lugar, porque es una herramienta de control político servida en bandeja de plata para el gobierno que quiera utilizarla. Pero además es una propuesta descabellada ¿A quién se le debe de dar el poder para decidir, y bajo que criterio, lo que es verdad de lo que no lo es?

            Retomemos la pregunta planteada anteriormente: ¿Derecho a la información o libertad de expresión? Como es una cuestión muy compleja y a mí me gusta inventar historias, he decidido que la abordaré metafóricamente: Aquel que desea que su comida sea traída en charola se arriesga a que esté envenenada. Claro, la vida que llevamos es ajetreada y pocos se pueden dar el tiempo de cosechar su ensalada y cazar su bistec [¡malditos bistecs salvajes tan difíciles de atrapar!], por lo que nos vemos en la necesidad de confiar por lo menos una parte de su preparación a otras personas, que laboran en el campo, en granjas, en los mercados o incluso en las cocinas. Entiendo que la confianza no implica dejar de exigir; si el pay que comí me hizo mal, entonces mañana conseguiré mi pay de limón en otro lugar. Pero ¿Qué pasa cuándo he probado todos los pays de limón en el mercado y todos me han sentado mal? Suponiendo que el problema no es que soy alérgico al limón o a la leche, solo tengo unas cuantas opciones: 1) O me hago mi propio pay; 2) o busco otras personas con mi mismo problema y nos organizamos para hacer pays de la calidad que buscamos; 3) o yo y las mismas personas entramos en contacto con el pastelero especificándole como nos gustaría que haga su pay y esperando que éste personaje atienda a nuestras demandas; 4) o dejo de consumir pays esperando que, tal vez, si un grupo lo suficientemente grande de personas dejamos de consumirlo, entonces algún emprendedor observador aproveche la coyuntura para lucrar vendiéndonos los pays que buscamos; 5) o, siempre está la opción de seguir consumiendo pays malos.

Cualquiera que sea la manera en que decidamos actuar tendrá sus consecuencias: Las dos primeras opciones exigen tiempo que podemos no tener disponible a menos que renunciemos a otras actividades que consideramos tan o menos importantes que comer pay; la segunda y la tercera necesitan que hayan personas que compartan mi molestia por los pays de la ciudad y que deseen participar en una causa común; la tercera opción exige menos tiempo que las dos primeras a cambio de una menor probabilidad de éxito; todo lo contrario con la cuarta, pues nos da tiempo –el que nos ahorraremos por no comer pays-, sin embargo, perjudica directamente nuestra amada fascinación por comer esos deliciosos prismas triangulares de dulce; finalmente, la última opción es la estoica por excelencia y se basa en el principio: “si del cielo caen limones, aguántese los ardores” [trademark mío].

Con esto no quiero decir que el sistema actual en el que se manejan los medios de comunicación sea perfecto, ni mucho menos estoy proponiendo que deba mantenerse así; lo que intento señalar aquí, y que he reiterado en numerosas ocasiones, es que los problemas no son fáciles de solucionar. El papel y la imaginación lo aguantan todo, la aplicación es el problema. Tampoco quiero decir que esté mal proponer soluciones. Lo que sí me parece un error es aceptar esas soluciones como reales, o –siendo más sensatos- probables, sin criticarlas severamente antes.

El entorno en el que vivimos es sumamente complejo y, aunque sin duda nuestras acciones lo alteran, no somos los dueños absolutos –y en muchos casos no somos dueños en lo absoluto- de la manera en que nuestras acciones impactan en la intrincada mezcla social de las causas y las consecuencias dentro del cual todas ellas están contextualizadas. En temáticas sociales no hay soluciones simples, ni absolutas, ni eternas. Así que cuando algún loquillo muy pomposo llegue con una sonrisa en la cara -¿en dónde más podría estar una sonrisa?- proponiéndonos soluciones a los problemas sociales, señalando relaciones explícitas de causa y consecuencia, y apuntando a culpables evidentes; tendremos más que buenos motivos para abrir nuestra caja amarilla y desenvainar nuestras preciadas herramientas de escepticismo. Cómo diría en numerosas ocasiones Jhon Green, presentador de Crash Course History: “estúpida realidad, siempre resistiéndose a la simplificación”[1] .

"Hablas de civilización, y de que no debe ser,
o de que no debe ser así.
Dices que todos sufren, o la mayoría de todos,
con las cosas humanas por estar tal como están.
Dices que si fueran diferente sufriríamos menos.
Dices que si fueran como tú quieres sería mejor.
Te escucho sin oír.
¿Para qué habría de querer oír?
Por oírte a ti nada sabría.
Si las cosas fuesen diferentes, serían diferentes: esto es todo.
Si las cosas fuesen como tú quieres, serían sólo como tú quieres.
¡Ay de ti y de todos los que pasan la vida
queriendo inventar la máquina de hacer felicidad!"
Fernando Pessoa "Hablas De Civilización, Y De Que No Debe Ser"




[1]  Apropósito de los pays de limón, una persona que aprecio mucho me invitó uno hace poco. Como casi todo lo que digo o escribo, no se a que viene al caso, pero quería comentarlo. Al igual que Nietzche, me gusta pintar mi felicidad en murales. 

domingo, 14 de octubre de 2012

Respuestas pequeñas a las grandes preguntas de los historiadores

¿Qué había antes de que yo existiera? 
Me parece que todos los seres humanos nos hacemos esa pregunta al menos una vez en la vida, cuando pensamos en nuestro pasado. Al hacerlo, un escalofrío recorre nuestro cuerpo porque ella apela a nuestros sentimientos y emociones más profundos, ya que en su interior lleva oculta una cuestión fundamental ¿Quién soy? En efecto, la manera en que respondamos a esta pregunta tendrá una influencia determinante en la concepción que tengamos de nosotros mismos. En la identidad que nos atribuyamos. Además, -si recordamos las palabras de Sartre- “no hay ninguno de nuestros actos que al crear al hombre que queremos ser, no cree al mismo tiempo una imagen del hombre tal como consideramos que debe ser”. En ese caso, preguntarme por "quien soy" no es otra cosa que cuestionarme ¿Quiénes somos?



      Para responder a ésta difícil pregunta los seres humanos hemos ideado un gran número de actividades; las religiones, la ciencia y la filosofía son algunas de ellas. En efecto, todas las ciencias están dedicadas a la búsqueda del autoconocimiento y la identidad; parten del supuesto de que si entendemos nuestro entorno y nuestra sociedad, nos entenderemos a nosotros mismos. Una de ellas en especial, la que aquí nos interesa, está dedicada a la búsqueda del autoconocimiento por vía del pasado: la historia. Sin embargo, surgen dos preguntas fundamentales a esta disciplina ¿Qué es la historia? Y ¿Cómo podemos conocerla? 

      En realidad estos son temas complejos, resultaría muy pretencioso de mi parte pensar que puedo responder aquellas preguntas correctamente y exponerlas en una entrada tan breve. Por ese motivo mi propósito al escribir no es tanto responderlas, sino plantearlas. Mi deseo último es que el lector me cuestione a mí y a sí mismo y emprenda su propia búsqueda por respuestas; cuestionadora, inquisitiva. En fin, aquí presento respuestas pequeñas para preguntas muy, muy grandes. 

¿Qué es la Historia?

La palabra “historia” puede hacer referencia a varios conceptos, pero aquí trataré solo dos: 1) al pasado mismo; y 2) a la explicación de ese pasado y las actividades encaminadas para conocerlo. Ahora bien, en el segundo caso está claro que tratamos con la historia como investigación, como inquisición, como descubrimiento, como creación e incluso como la manera de comunicarla, es decir, la historia como ciencia. Por otro lado, sobre la historia como el pasado mismo resulta que ésta no existe, porque, por definición, ya pasó. Collinwood dijo: “[El pasado] nunca es un hecho dado que podamos aprehender empíricamente mediante la percepción”. Para no hacernos (más) bolas, seremos un poco prácticos aquí y asumiremos que ese pasado, cualquiera que haya sido, si existió. No obstante ¿Sé puede conocer algo que ya no existe?

¿Se puede conocer el pasado?

En primer lugar, esta pregunta es redundante porque, cómo explica Dilthey “resulta que no es posible experimentar lo presente como tal”. Esto se debe a que nuestra mente se toma tiempo en procesar el presente, por lo que solo somos consientes de él cuando ya pasó. Esto quiere decir que todo lo que es conocible forma parte del pasado, porque de él podemos tener conciencia. Y si todo lo conocible forma parte del pasado, entonces hallamos que la formulación correcta de esta pregunta es ¿Se puede conocer?

¿Se puede conocer?

Braudel escribió “solo se puede conocer el mundo si es explicable”. Pero hay un problema con esta afirmación, porque para saber que el mundo es explicable entonces debemos de explicarlo primero; por otro lado ¿Cómo sabríamos que el mundo no es explicable si no lo hemos explicado aún? Así, hallamos que la afirmación de Braudel es al mismo tiempo una tautología y una contradicción; y solo una cosa puede ser ambas al mismo tiempo: nada. No obstante, Braudel era un hombre muy listo –tal vez más listo que el Dr. Frink- y sospecho que lo que nos quería decir es que es imposible saber con certeza si la historia, y todo en general, es o no conocible. De esto se puede concluir algo alarmante, y es que si no podemos afirmar con absoluta seguridad que las cosas son o no conocibles, entonces a lo máximo que podemos aspirar es a conformarnos con asumir que, en efecto, lo son. Kant da una respuesta semejante a la misma pregunta: “[la] cuestión es meramente especulativa”.

¿Por qué asumir que las cosas son conocibles en vez de negarlo?

Kant explica que tenemos que asumir que las cosas son conocibles por el simple hecho de que esta actitud es la más útil. A este criterio se le conoce como pragmático. Con respecto a la historia, pueden haber, y de hecho las hay, distintas opiniones sobre su utilidad. Yo destaco tres: 1) Se puede decir que la historia es inservible y que, por lo tanto, no hay ni siquiera razón para responder a la pregunta que nos incumbe en este párrafo. La historia puede no ser conocible, pero eso no importa; 2) se podría argüir, como hacen los sofistas, que lo verdaderamente práctico es lograr los fines propuestos. La veracidad de nuestras afirmaciones no es un tema del cual haya que preocuparse, porque de ella nunca podremos tener certeza; 3) Finalmente, y esta es la razón que yo esgrimo, es posible afirmar que conocer el pasado es fundamental para nosotros y nuestra sociedad actual y, por lo tanto, habrá que presuponer que, en efecto, es conocible. Además, lo que afirmamos puede coincidir con lo que podemos experimentar. Cuando dije anteriormente que asumiríamos que el pasado existió estaba siguiendo este tipo de razonamiento.

¿Por qué es fundamental el conocimiento de la historia para nuestra sociedad, y para nosotros mismos?

Inicie ésta entrada comentando que miramos al pasado con la esperanza de encontrarnos a nosotros mismos en él y, al mismo tiempo, en el proceso por conocerlo. Lo investigamos porque estamos en búsqueda de identidad. Por lo tanto, la postura más lógica, para mí y los que compartan mi razonamiento, es asumir que en principio es posible acceder al conocimiento histórico –y de cualquier otro tipo -, porque de afirmar lo contrario nos encontraríamos ante una situación en la que sería imposible desarrollar una identidad. Imposible porque el universo es frío y sin sentido, y, admitámoslo, no hace más que recordarnos que somos nada. Sin identidad se pierde el sentido de la vida, el sentido de ser persona y de vivir en sociedad, y esto acarrea consecuencias desastrosas. 

       De esta posición también se deduce que tenemos que indagar nuestro pasado con honestidad, porque de lo contrario solo nos estaríamos engañando a nosotros mismos en la que es la más importante de nuestras creaciones: quienes somos. Por eso Huizinga decía que “Historia es la forma espiritual en que una cultura [y en nuestro caso también una persona] se rinde cuentas de su pasado”.

      La consecuencia de hacer del principio pragmático el fundamento de nuestra ciencia, y de cualquier conocimiento -porque toda investigación sobre la naturaleza, la moral y el pasado se hace en nombre del autoconocimiento- es que nuestra creencia en la posibilidad de conocer adquiere el carácter doctrinal. En palabras de Kant:


“Aunque nada podamos decir acerca de un objeto, aunque sea, por tanto, puramente teórico el tenerlo por verdad, podemos concebir e imaginar en muchos casos un proyecto para el que, de existir un medio que estableciera la certeza del asunto, creemos que tendríamos razón. […] y al tenerlo por verdad le cuadraré el nombre de creencia; la podemos llamar creencia doctrinal”. (Kant, 2006, p. 642).



¿En que sentido es posible afirmar cosas que concuerden con la experiencia?

Además de la anterior, hay otra razón práctica para creer que es posible conocer el mundo y su pasado: Es un hecho que podemos encontrar concordancia entre nuestras explicaciones sobre la realidad y la realidad que intentan explicar. Efectivamente, nadie puede negar –o, mejor dicho, no tengo conocimiento de que alguien lo haya hecho de manera convincente-, que los conocimientos de la física contemporánea no explican con bastante precisión más que otros medios no científicos la realidad que percibimos –independientemente de que la percibamos, o no, tal como es-. Esto se puede decir de nuestros conocimientos en campos científicos como en la biología evolutiva o la química. La historia, por supuesto, también encuentra un poderoso aliado en este argumento. Y es que muchas de las cosas que han averiguado los historiadores coinciden con las que podemos observar en las ruinas, leer en los documentos del pasado y experimentar en nuestras instituciones sociales, económicas, religiosas y políticas. 

      Entonces podemos concluir que la búsqueda del conocimiento –de la que la historia forma parte- es necesaria para crearnos una identidad como personas, dentro de un mundo y una sociedad. Además, esta búsqueda es práctica también, en cuanto nos permite explicar la realidad que percibimos, y de la cual formamos parte, y nos provee de herramientas para interactuar con ella. Pero ¿Cómo llevaremos a acabo esta búsqueda?


¿A través de que medio conoceremos la historia?


Collingwood nos responde: “[la historia] es una ciencia a la que compete estudiar acontecimientos inaccesibles a nuestra observación, y estudiarlos inferencialmente, abriéndonos paso hasta ellos a partir de algo accesible a nuestra observación y que el historiador llama ‘testimonio histórico’”. Aquí definiremos como testimonio histórico todo lo que haya formado parte del pasado, haya perdurado hasta nuestro presente y que haya sido encontrado por un investigador interesado en él.

       Claro está, no es posible para el historiador prestar atención a todos los testimonios históricos, porque si así hiciera, nunca terminaría su tarea. Por lo cual éste está obligado a seleccionar, de acuerdo a un criterio propio –pero honesto y basado en su experiencia histórica- aquellos fragmentos del pasado que considere importantes para su investigación, y luego tendrá que darles sentido por medio de la reflexión y, por supuesto, la imaginación. Pero ¿Qué ciencia no actúa así? Ahora cabe hacer otra pregunta ¿al hacer esto estamos conociendo la historia, o solo una versión de ella? 

¿Una o varias historias?

Está claro que cuando decimos que el pasado es lo que pasó nos estamos refiriendo a que, en efecto, es todo lo que pasó. El pasado es uno, y como tal, solo puede entenderse cabalmente si se le estudia en su totalidad. Lefebvre escribió “No olvidemos que la vida es una, que la historia debe de ser una, y que hay que considerar a cada instante, en lo que se refiere a cada cuestión, el encabalgamiento indefinido de las causas y las consecuencias”. 

      Entonces hay que conocer el pasado cómo totalidad. Sin embargo, nos enfrentamos a otro problema, está claro que no todo lo que formó el pasado ha llegado hasta el presente, y las cosas que han llegado han sufrido alteraciones en el proceso –porque de lo contrario el presente sería el pasado, y eso claramente no sucede-. Además, resulta que la realidad es sumamente compleja, y las múltiples realidades del pasado son, por lo menos, tan complejas cómo la realidad actual. 

¿Cómo es posible entender el pasado en su totalidad si la totalidad del pasado no ha llegado hasta el presente?


James Gleick, cuando hablaba de la teoría del caos, nos explicó:

“Las opciones son siempre las mismas. Puedes hacer tu modelo más complejo y más concorde a la realidad, o puedes hacerlo más simple y más fácil de manejar. Solo los científicos más ingenuos creen que el modelo perfecto es el que representa perfectamente a la realidad. Tal modelo tendría los mismos problemas que un mapa tan grande y detallado como la ciudad que describe”.

      Utilizando las palabras de Gleick para abordar nuestro problema, queda claro que una historia (cómo disciplina) que describiera la historia (cómo pasado) en su totalidad sería tan larga y compleja como la historia misma. A este problema hay que agregarle un segundo: muchas cosas del pasado se han perdido y nunca podremos obtener información de ellas. Como resultado de ambas, nos vemos obligados a estudiar la realidad histórica por partes, a subdividirla en distintas disciplinas, sabiendo que nunca la conoceremos en su totalidad.


¿En cuantas “historias” habrá que dividir la historia?

Las que sean necesarias para explicarla; y como la historia es infinitamente compleja, las divisiones que en ella se pueden hacer son también infinitas.




“Para mi la historia solo puede concebirse en n dimensiones […] Aun a riesgo de que se me atribuya un liberalismo impenitente, yo diría por el contrario que todas las puertas me parecen adecuadas para cruzar el umbral múltiple de la historia. Desgraciadamente, ninguno de nosotros puede conocer todas las puertas. El historiador abre en primer lugar al pasado la puerta que conoce mejor. Pero si aspira a ver tan lejos como sea posible, obligatoriamente llamará a otra puerta, y luego a otra…” (Braudel).



      Esta tarea es la que vuelve interminable la búsqueda de conocimiento, no solamente de tipo histórico, sino de cualquier tipo. La realidad se nos muestra como un inmenso fractal, como un objeto complejo compuesto de un número infinito de capas en donde cada capa es tan compleja y tan envuelta en el infinito como la capa que la antecedió. Una infinitud de capas que van desde lo más general hasta lo más particular. Cuando en la geometría se habla de fractales la escala de las figuras se vuelve irrelevante. Creo que lo mismo aplica en el caso de la historia, no existe tal cosa como un orden de importancia entre las historias generales y universales, y las particulares y locales. Cada historia es tan única y compleja como aquellas de las que forma parte y aquellas otras que la componen. Creo que lo que dice Gleick en el siguiente párrafo sobre la geometría, aplica de manera similar a la historia.


“Es difícil romper el habito de pensar sobre las cosas en términos de que tan grandes son y que tanto duran. Pero la propuesta de la geometría fractal es que, para algunos elementos de la naturaleza, buscar una escala característica se vuelve una distracción. Huracán. Por definición, es una tormenta de cierta escala. Pero la definición es impuesta por la gente a la naturaleza. En realidad, los científicos atmosféricos se están dando cuenta de que los tumultos de aire forman un continuo, desde el pequeño torbellino polvozo en la esquina de una ciudad, hasta los vastos sistemas ciclónicos visibles desde el espacio. Las categorías despistan. Los extremos de un continuo forman una sola pieza con los del centro”.



Entonces ¿Qué es eso que llaman historia y con que se come?

¿Qué es la historia? y ¿Cómo debemos investigarla? Esas son preguntas cuyas respuestas influyen fuertemente en la manera en que nos entendemos a nosotros mismos. Todos tenemos respuestas para ellas, aunque a veces no hayamos reflexionado sobre ello, pues pertenecemos a una sociedad y a grupos que buscan incesantemente una identidad propia en un universo en el que nada tiene un significado esencial. Todos hemos buscado respuestas en el pasado que nos ayuden a definirnos a nosotros mismos. 

      Al matar a dios, los filósofos del siglo XIX se dieron cuenta de algo terrible: la historia y la existencia no tienen ningún propósito por naturaleza. Entonces ¿Cómo podemos comprender la historia si ésta no sigue ningún plan ni ninguna lógica? Las respuestas fueron muchas, pero al final concluimos que, aunque no sea posible saber con certeza que lo que creemos conocer es en realidad lo que es, vale la pena –por motivos prácticos- intentarlo. Así, concluimos que la historia es una, pero que esta solo puede ser entendida a partir de su división en numerosas disciplinas. 

      Hemos dicho que la historia se puede conocer si se cumplen tres requisitos: 1) El primer requisito dará credibilidad a nuestra labor y será la honestidad para con nosotros mismos en nuestra tarea de investigación. Esta honestidad deberá hacer que nos cuestionemos cada una de nuestras suposiciones y demás cosas que damos por hecho. Recordemos que la historia es la manera en que buscaremos “rendir cuentas de nuestro pasado”. 2) También necesitaremos de un medio para probar que aquello que pensamos sobre el pasado es erróneo, para eso habrá que entrar en contacto con objetos que hayan formado parte de aquel pasado y que, de algún modo, hayamos podido encontrar en el presente. Estas serán, lo que Collingwood llama, nuestras pruebas históricas. 3) Por último, será necesario encontrar la manera de integrar todos nuestros conocimientos generales y particulares dentro de un todo coherente. Así conciliaremos el problema de la totalidad y la pluridimensionalidad de la vida. En palabras de Braudel “La vida es múltiple, también es única”.

      Una fue la pregunta que nos ha traído hasta aquí ¿Quiénes somos? En nuestro viaje hemos descubierto que lo más probable es que la realidad sea caótica, que la verdad no exista o que, si lo hace, nunca podamos conocerla. Sin embargo, si deseamos darle a este mundo un significado que nos permita disfrutar la vida y compartirla con las demás personas y, al mismo tiempo, coherente con lo que percibimos como realidad, es necesario que hagamos algunos sacrificios. Sacrificamos nuestra aspiración a una certeza absoluta y en su lugar nos quedamos con la duda; renunciamos a nuestros deseos de entender el mundo tal como es y en cambio nos conformamos con crear modelos que nos ayuden a entenderlo; negamos la posibilidad de entender el universo en su totalidad para esforzamos por conocer los detalles de la pequeña escala, pero también hicimos lo contrario; sacrificamos nuestra propia idea de divinidad y superioridad con el propósito de poder comprendernos como parte de la naturaleza y el caos, opción que se nos presenta como la más coherente con las pruebas. Hicimos todo eso guiados por nuestro afán de conocernos a nosotros mismos y valiéndonos de la honestidad para cuestionar cada una de las respuestas que damos por correctas. Así, hemos avanzado en nuestro autoconocimiento –al habernos desecho de nuestros viejos prejuicios- pero a la vez se nos ha estremecido la identidad: Descubrimos que bien podríamos no ser nada más que un subproducto momentáneo del caos y casualidades de una sociedad. En este sentido la historia crítica, la ciencia y la filosofía se nos muestran como nuestros más poderosos medios para descubrirnos e inventarnos a nosotros mismos. 

“La historia no es solo un relato, tampoco es sencillamente una colección de hechos excepcionales destinados a no reproducirse nunca. Está arraigada en la vida y en último extremo es, debe ser, la vida misma. Cuestiona la realidad social, no solamente en lo que esta tiene de fugitivo, sino en lo que tiene de permanente, de siempre vivo, de actual. Insisto. El verdadero objetivo de la historia quizá no sea el pasado –ese medio-, sino el conocimiento de los hombres, esa tarea colectiva que es el punto de encuentro de las ciencias sociales su punto de convergencia, también el nuestro. Solo explicaremos la historia explicando el mundo” (escribió Braudel).



Iniciamos nuestro viaje con una pregunta a la que, en el camino, hemos tratado de darle una respuesta. No obstante, en el proceso nos ha nacido la sospecha de que tal vez no son respuestas lo que buscamos, ni el motor que nos mueve hacia adelante, sino nuestro afán por encontrar nuevas preguntas. En palabras de Carl Sagan, “Le damos sentido a nuestro mundo por el coraje de nuestras preguntas y la profundidad de nuestras respuestas” .
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Lecturas que recomiendo:
-Braudel, Fernand, Las ambiciones de la historia, Editorial crítica, Barcelona, 2002.
-Collingwood, Robin, Idea de Historia, FCE, México, 2011.
-Dilthey, Wilhelm, El mundo histórico, PDF, N/A (Original 1910).
-Gleick, James, Caos. Making a New Science, Penguin Books, Ney York, 1988.
-Huizinga, Johan, El Concepto de la Historia, México, FCE, 1992, pp.87-97.
-Kant, Immanuel, Crítica a la Razón Pura, México, Taurus, 2010,
-Prost, Antonie, Doce Lecciones sobre Historia, Editorial Cátedra, España, 2001.
-Sagan, Carl, “Capítulo 7, El espinazo de la noche”, Cosmos, Un viaje personal, PBS, 1980.
-Sartre, Jean Paul, El existencialismo es un Humanismo, EMU, México, 2008.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Un Instante, la Eternidad y la Efimeridad de la Vida


Un salto cuántico,
el spin de un átomo,

el latido de un corazón.

Una idea,
una frase,
un sueño.

La vuelta de la tierra,
un ciclo lunar,
un circulo alrededor del sol.

Una infancia,
una vida humana,
todas las vidas humanas.

Una era,
una vida de una estrella,
la vida de todas las estrellas.


El universo mismo.

Hasta el más largo de todos los tiempos
se reduce a un instante
ante la marcha imperturbable de la eternidad.


Miré a la eternidad a la cara,
 y desaparecí.


Hace ya algún tiempo alguien me preguntó que era para mí un instante. Me tomó un largo tiempo crear una respuesta que guardara sentido con lo que he vivido y con los múltiples significados que se le han dado a esta palabra. Porque un instante puede usarse para describir cualquier cosa, desde un salto cuántico en el tiempo hasta el universo mismo. Al final, escribí los versos que se leen más arriba.

       Inicié haciendo la siguiente analogía: “Un punto es al espacio, como un instante es al tiempo”. Y me topé con un nuevo problema ¿Qué es un punto? “Pues un punto es -me dije- un trozo de espacio tan pequeño que su área vale cero. Algo sin área no puede ser algo, por lo tanto un punto no es nada –pensé- ¡y sin embargo es algo!” Y así concluí que un punto es un espacio tan pequeño que no es nada, pero que, sin embargo, es algo. Y entonces deduje: “lo mismo debe de aplicar al instante en su relación con el tiempo”.

        Solo una aclaración antes de seguir, es cierto que en un sentido estricto ni los instantes ni los puntos existen, porque la realidad es una totalidad. No admite divisiones, ni siquiera acepta ser partida en dos cosas tan básicas como tiempo y espacio. Sin embargo, la realidad es bastante caótica y confusa para seres con una inteligencia tan limitada como la nuestra, y por eso nos vemos obligados a clasificarla y dividirla para poder entenderla. En ese sentido tanto los puntos como los instantes existen, son conceptos que –surgidos de nuestra desesperación por explicar una realidad tan complicada- nos ayudan a entenderla de alguna manera.

        Retomemos entonces el tema. Fijémonos en los versos con los que comencé que toda dimensión depende de la escala desde la cual hagamos la observación. Así cómo en el espacio nosotros vivimos en “un punto, sobre un punto, sobre un punto, sobre un punto” (lo cual –por cierto- nos vuelve ridículamente pequeños a escala cósmica), en el tiempo somos “un instante, de un instante, de un instante, de un instante”. También aquí somos ridículamente efímeros a una escala cósmica. Así hago la siguiente pregunta –un tanto confusa, pero guarda algo de sentido-  ¿Cuál es la diferencia entre “algo que no es nada sin dejar de ser algo” que está contenido dentro de otro “algo que no es nada pero sin dejar de ser algo”, y la nada? Evidentemente para alguien que observe el panorama desde muy lejos no habrá ninguna diferencia, pero ésta será mucha –incluso tal vez llegando a ser la totalidad- para un observador en ese “algo que no es nada pero sin dejar de ser algo”.

        Usaré números redondos solo para poner las cosas en perspectiva: Una vida humana dura en promedio 70 años; toda la historia escrita data de hace apenas 5 mil años; se calcula que la agricultura se inventó –tal vez en un acto de desesperación- hace solo 10 mil; algunos antropólogos fechan la aparición del Homo sapiens hace 50 mil años, la del hombre de Cro-Magnon hace 130 mil y la del Homo herectus hace 2 millones. De repente nos parecería que hace mucho tiempo que nuestros antepasados empezaron a caminar en dos patas ¿No? Pero la realidad siempre encuentra la manera abofetearnos: los dinosaurios se extinguieron hace 65 millones de años y ¡aparecieron hace 228 millones! Lo cual quiere decir que merodearon este planeta durante muchísimo tiempo más que el que nosotros llevamos siendo “Homos”; algunas cifras sugieren que los seres multicelulares se desarrollaron hace 2 mil millones de años. En este punto, nuestra vida de 70 años se siente descorazonadamente insignificante, sin embargo, falta más; se calcula, con base en los fósiles, que la vida apareció en la tierra hace 4 mil millones de años, solo -¡¿Solamente?!- 500 millones de años después de que la tierra se formara; nuestro sol es una estrella de tercera generación (lo que quiere decir que la materia que lo conforma ha sido parte, en el pasado, de otras dos generaciones de estrellas que explotaron) y se formó a partir de una nube de polvo hace 5 mil millones de años; para no hacerles el cuento todavía más largo, ¡han pasado 13,700 millones de años desde el Big Bang! Creo que cualquiera estaría de acuerdo con migo si digo que 70 en una escala de 13,700 millones es completamente irrelevante. Es más, solo por el gusto de humillarnos, colocaré un número junto al otro: 

70 – 13,700,000,000 

¡Que divertido! Y sin embargo ¿Qué es un número tan enorme de años frente a la eternidad? No es nada. Cuando mucho, y en esto le haríamos un favor, podríamos darle el calificativo de instante.

       Si un instante de tiempo “es nada sin dejar de ser algo”, entonces la eternidad es enteramente lo contrario: “es todo sin llegar a ser la totalidad”. Porque, no importa que tan lejos pensemos, siempre habrá un tiempo más largo. La eternidad es una enorme máquina indetenible que destruye todo a su paso. Sí, el tiempo lo borra todo, pero también acaba con aquello sobre lo que se escribió y con aquel que lo escribió.

       A veces soñamos con la inmortalidad, con trascender en la sociedad. Con nunca ser olvidados. Pero sueños así solo prolongan lo inevitable y, además, no lo prolongan de forma perceptible. ¿Qué tanto podremos trascender? ¿Cien años? ¿Mil? ¿Diez mil? ¿Cien mil? ¿Un millón? Si acaso la humanidad llegara a durar tanto, ¿Quién podría interesarse por lo que pasó durante 70 años hace un millón de años? (suponiendo que hubiese forma de saberlo). Tarde o temprano, por más Platón, Einstein, Darwin o Pitágoras que seamos, la historia nos olvidará. Ni siquiera la humanidad durará para siempre. A veces, en mis momentos de locura, pienso que por eso le tememos a la muerte, porque nos recuerda lo que somos: nada.

       Entonces ¿Cuál es el valor de la vida? Recordemos el problema de las escalas; aquel punto que lo es todo en cuanto es un punto. No hay nada que forme parte de un punto que no esté en él. Un punto es una pequeña totalidad, en este sentido, también lo es un instante. También hay otro argumento más globalizador, recordemos que ni los puntos ni los instantes existen, todo forma parte de una sola unidad. James Gleick dijo sobre los fractales:

Es difícil romper el habito de pensar sobre las cosas en términos de que tan grandes son y que tanto duran. Pero […], para algunos elementos de la naturaleza, buscar una escala característica se vuelve una distracción.[…] Las categorías despistan. Los extremos de un continuo forman una sola pieza con los del  centro.

(Un fractal es una estructura compleja en distintas escalas). 
       
      Hemos concluido que un instante es “nada sin dejar de ser algo”. Nosotros solo somos un punto en una línea que avanza infinitamente, eventualmente dejaremos de existir. El valor de la vida no se encuentra en ser nada, sino en que es algo. En que sucede. Y la mejor manera de disfrutarla es compartiendo nuestra efimeridad con las demás personas. Sagan dedicaba a su esposa su libro Cosmos con la siguiente frase: "En la vastitud del espacio y en la inmensidad del tiempo mi alegría es compartir un planeta y una época con Annie".

       Pasarla bien en soledad es, también, esencial para disfrutar la vida, para ello es necesario aceptarse a uno mismo. "Moriré y me olvidarán". Ese es, para mí, el primer paso para lograrlo.

       Pero quizá Pessoa sea el que mejor ha podido expresar la maravilla en la efímeridad:
El Valor de las cosas no está en el tiempo que ellas duran, sino en la intensidad con que suceden. Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicable y personas incomparables.

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Lecturas recomendadas:
-Lean a Fernadno Pessoa.

domingo, 19 de agosto de 2012

¿Acaso Hay un Dios Artificial?



Para esta entrada traduje un discurso de Douglas Admas que quiero compartir con ustedes. Sin más introducciones, les dejo la lectura:

¿Acaso Hay un Dios Artificial?  
Douglas Adams, Cambridge, Septiembre de 1998.

Esto fue originalmente planeado como un debate solo porque estaba un poco nervioso de venir. No pensé que fuera a tener tiempo suficiente para preparar algo y, además, en un cuarto lleno de tantos eruditos, pensé "¿Qué podría yo, un amateur, decir?" Así que se me ocurrió que armaría un debate. Pero después de haber estado aquí un par de días ¡Me di cuenta de que ustedes solo son un montón de tipos! Se han discutido un montón de ideas, y yo también tengo muchas recolectadas de cuando hablo y escucho a otras personas, así que pensé que lo que se me antojaba hacer era pararme aquí y tener un debate conmigo mismo. Hablaré por un rato y espero exaltar los ánimos de tal manera que al final haya un estallido de aplausos inundando todo el cuarto.

     Antes de empezar con lo que quiero decir, quiero advertirles que los temas pueden desviarse un poco de vez en cuando, porque hay mucho que decir de lo que hemos escuchado hoy, así que si ocasionalmente desvarío… le estaba contando a alguien hoy en la mañana que tengo una niña de cuatro años, cuya cara yo estaba muy, muy interesado viendo cuando ella se encontraba en sus primeras dos o tres semanas de vida cuando, de repente, me di cuenta de algo de lo que nadie en alguna época anterior hubiera podido percatarse ¡Ella se estaba reiniciando!

     Solo quiero mencionarles una cosa, que carece completamente de significado, pero de la que estoy completamente orgulloso –!Nací en Cambridge en 1952 y mis iniciales son DNA (siglas de ADN en inglés).

     El tema que quiero presentarles esta tarde, aquel del debate que estamos apunto de no tener, es uno un tanto controversial -se sorprenderán de oírlo, pero veremos a donde nos lleva- “¿Acaso hay un dios artificial?” Estoy seguro de que la mayoría de las personas en este cuarto compartirán el mismo punto de vista, pero, aún siendo un conocido ateo, uno no puede evitar darse cuenta de que el papel de algún dios ha tenido un profundo impacto en la historia humana a través de cientos y cientos de años. Es verdaderamente interesante tratar de entender de donde viene todo esto y que, de hecho, significa en el mundo científico moderno en el cual desaseamos estar viviendo.

     Estaba pensando sobre esto anteriormente hoy cuando Larry Yeager estaba hablado sobre “¿Qué es la vida?” Y mencionó al final algo que yo no sabía, acerca de un campo especializado en la lectura de escritura a mano. El siguiente pensamiento extraño cruzó por mi cabeza: que tratar de averiguar qué es la vida y que no es y en dónde esta su frontera se relaciona de manera muy interesante con el como reconocemos le escritura manual. Todos sabemos, cuando se nos presenta una entidad particular –como un poco de moho en la nevera, o lo que sea-  instintivamente si es un ejemplo de vida o no. Pero resulta ser tremendamente difícil definirla. Recuerdo una vez hace mucho tiempo que necesitaba una definición de vida para un discurso que iba a presentar. Pensaba que debía de existir alguna simple y la busqué en el internet, me sorprendí de lo diversas que eran las definiciones y cuan detalladas estas debían de ser para poder incluir “esto”, pero no “aquello”. Si lo piensas un poco, una colección de cosas que incluya una mosca de fruta y a Richard Dawkins y a la Gran Barrera Coralina es una combinación incomoda de objetos para poder agrupar y comparar. Cuando tratamos de definir cuales son las reglas que estamos tratando de encontrar, tratar de encontrar una regla que sea auto-evidente resulta ser muy, muy complicado.

     Comparemos esto con la labor de reconocer si algo es una A o una B o una C. Es un proceso similar, pero es muy, muy diferente; porque puedes pensar en algo de lo que no estés muy seguro si cuenta o no como vida. Hay cosas que por un momento piensas que si tiene vida, pero justo en el último momento piensas que no lo está. O tal vez puedes hablar sobre algo que sea un ejemplo de vida digital, “¿Eso cuenta como estar vivo?” "¿Es algo, para usar la frase que alguien uso anteriormente, que se apalastaría si te paras sobre él?" Piensen sobre la controversial Hipótesis de Gaia; las personas se preguntan "¿El planeta está vivo?" "¿La biósfera está viva o no?” Al final todo depende de como definas esas cosas.

     Comparado con reconocer la escritura a mano, al final tu tratas de dislucidar: “Es esto una A o una B”. Las personas escriben As y Bs de muchas maneras diferentes; floridas, arrastradas, o como sea. No vale la pena decir: “Bueno, parece una A, pero hay un poquito de B ahí”, porque no puedes escribir la palabra “árbol” con una cosa así. Es una A o una B. ¿Cómo lo juzgamos? Si lo que haces es estudiar la escritura a mano, lo que quieres hacer es no recurrir a valores relativos de A o de B, sino encontrar la intención de la persona que lo escribió. Es muy claro al final -¿Es una A o una B?- ¡Ah! Es una A, porque la persona que lo escribió estaba escribiendo la palabra “árbol” y eso es claramente lo que significa. Así que, al final, en la ausencia de una creación intencional, no puedes decir que es la vida, porque esto simplemente depende de que clase de palabras que incluyas en tu definición final. Sin un dios, la vida es solo una cuestión de opinión.

     Quiero mencionar algunas otras cosas que se me ocurrieron en las pláticas durante el día de hoy. Me fascinó la plática de Larry -de nuevo- sobre tautología, porque hay un argumento que recuerdo me dejó anonadado una vez, y al cual no pude responder. Un tipo me dijo “sí, pero toda la teoría de la evolución se basa en una tautología: aquel que sobrevive, sobrevive. Aquello es tautológico, por lo que no significa nada”. Pensé sobre el tema un rato y al final concluí que una tautología es aquello que si bien no significa algo, no solamente no necesita información alguna para originarse, sino que ninguna consecuencia puede provenir de ella. Así que podríamos haber tropezado accidentalmente con la respuesta suprema; es la única cosa, la única fuerza, y presumiblemente la más poderosa que tenemos, que no requiere ninguna entrada [input], ni ningún otro soporte de ningún otro tipo; es auto-evidente y, por lo tanto, tautológica. Pero aun así sus consecuencias son realmente asombrosas. Es realmente difícil encontrar alguna cosa semejante a algo así, y por lo tanto puse dicha idea al principio de uno de mis libros. La reduje a lo que pensé que era su escancia pura, y es muy similar a la que ustedes presentaron anteriormente, es: “todo lo que ocurre, ocurre. Todo aquello que al  ocurrir causa que otra cosa ocurra, causa que otra cosa ocurra. Y todo lo que, al ocurrir, ocurre de nuevo, ocurre de nuevo”. De hecho, uno no necesita las últimas dos premisas porque se deducen directamente de la primera, que es auto-evidente y no hay nada más que se necesite decir. Todo lo demás se desprende de ella. Así, pienso que tenemos a nuestro alcance una verdad fundamental, contra la que no se puede argüir, y fue encontrada por el tipo que dijo que todo esto era una tautología. Sí, eso es, pero una tautología de características únicas que no requiere ninguna información para originarse, pero de la cual se pueden obtener información infinita. Así creo que esa es la primera causa de todo en el universo. Una aseveración enorme, pero ciento que estoy hablando a una audiencia simpática.

     ¿De donde viene la idea de Dios? Bueno, creo que tenemos un punto de vista sesgado en un montón de cosas, pero intentemos encontrar el origen de este punto de vista. Imaginen un hombre ancestral. El hombre antiguo es, como todas las demás, una criatura evolucionada y se encuentra sumergido en un mundo sobre el que está empezando a tener un poco de interés; está empezando construir herramientas, es un alterador de su ambiente con las herramientas que recientemente ha construido, cuando las hace para poder alterar su ambiente. Para dar un ejemplo de como funcionamos las personas comparadas con otros animales, consideremos la especiación, la cual, como sabemos, tiende a ocurrir cuando un pequeño grupo de animales es separado del resto de su especie debido a algún acontecimiento biológico: presión poblacional, escasés de comida, o lo que sea, y se encuentra en un ambiente en el que tal vez sucedan cosas distintas. Tomemos un ejemplo muy simple; tal vez un montón de animales se encuentran de repente en un lugar donde el agua es más fría que en el anterior. Sabemos que después de unas cuantas generaciones aquellos genes que favorezcan un pelaje más espeso se habrán aventajado y que cuando regresemos veremos que la descendencia de aquellos animales tendrá ahora pelajes más gruesos. Nuestro hombre primitivo, que es un constructor de herramientas, no tiene por qué hacer esto: él puede ocupar un extraordinariamente diverso número de hábitats en la tierra, desde la tundra hasta el Decierto de Gobi –incluso logrará sobrevivir en Nueva York- y la razón de que pueda hacer esto es que cuando llega a un nuevo habitad no necesita esperar varias generaciones; si llega a un ambiente frío y ve un animal que posé los genes que favorecen un pelaje más grueso, piensa “lo obtendré de él”. Las herramientas nos han permitido pensar con intencionalidad, crear cosas y hacer cosas para moldear un mundo que nos acomode mejor. 

      Ahora, imaginemos a este hombre primitivo observando sus alrededores al final de un feliz día en el que ha hecho muchas herramientas. Mira a su alrededor y ve un mundo que le acomoda enormemente: atrás de él están las montañas “las montañas son geniales porque puedes ir a ellas y esconderte en sus cuevas cuando te atrapa la lluvia y además los osos no pueden seguirte”; al frente de él se encuentra el bosque “tiene nueces y moras y demás comida deliciosa”, hay un arrollo cercano, el cual está lleno de agua “el agua es deliciosa, puedes flotar en ella con tus botes y hacer un montón de otras cosas con ella”; aquí llega el primo Ug y ha cazado un mamut “los mamuts son geniales, te los puedes comer, puedes usar sus abrigos, puedes usar sus huesos para crear armas que te permitan atrapar otros mamuts”. “Es decir este es un mundo genial ¡Es fantástico!”  Pero nuestro hombre ancestral tiene un momento de reflexión y piensa “bueno, este mundo en el que me encuentro es muy interesante” y entonces se pregunta a si mismo una pregunta con truco, una pregunta que carece de significado alguno y errónea, pero solo viene a su cabeza por el tipo de persona que es. El tipo de persona en el que ha evolucionado y el tipo de persona en la que se ha convertido que piensa de esta manera particular. Nuestro hombre, el creador, mira a su alrededor y se pregunta “¿Quién hizo esto entonces?” – uno puede notar porque es una pregunta con truco-. El hombre primitivo piensa: Bueno, solo hay un tipo de ser que conozco que puede hacer cosas, quienquiera que haya hecho esto debe de ser así pero mucho más grande, y mucho más poderoso, y necesariamente invisible, y uno de nosotros, y como yo suelo ser el fuerte que hace el trabajo pesado, probablemente sea un macho”. Y así hemos llegado a la idea de un dios. Entonces, como cuando nosotros hacemos cosas lo hacemos con la intención de hacer algo con ellas, el hombre primitivo se pregunta, “si él lo hizo, ¿Para qué fue?” Y ahora el verdadero truco aparece, porque nuestro hombre primitivo está pensando, “este mundo me acomoda de maravilla. Aquí encuentro todas estas cosas que me sirven y alimentan y protegen. ¡Sí, este mundo me acomoda muy bien!” y llega a la conclusión inevitable de que cualquiera que lo haya hecho, lo hizo para él.

     Eso es como si imaginamos un renacuajo levantándose en la mañana y pensando “este mundo en el que me encuentro es interesante –un hoyo lodoso interesante en el que me encuentro- me acomoda muy bien ¿Acaso no? De hecho me acomoda estupendamente bien ¡Debe de haber sido hecho para tenerme dentro!” Esta es una idea tan arraigada que mientras el sol se levanta en el cielo y el aire se calienta y, gradualmente, el charco se hace más pequeño y pequeño, él se aferra aun a la idea de que todo va a salir bien, porque este mundo fue construido para tenerlo dentro; así que el momento en el que desaparece el charco lo atrapa por sorpresa. Yo pienso que esto puede ser algo de lo que debemos cuidarnos. Todos sabemos que en algún punto en el futuro el universo va a llegar a su fin y que en algún otro punto, mucho más cercano que aquel otro, pero de todas maneras no inmediatamente, el sol va a estallar. Sentimos que hay un montón de tiempo como para preocuparnos por ello, pero por otro lado, esa es una cosa muy peligrosa de decir. Miremos lo que se supone que pasará el primero de enero del 2000 [Nota del traductor: el reloj interno de las computadoras anteriores al año 2000 solo estaba programado para llegar al año 1999] ¡no pretendamos que no sabíamos que el siglo iba a llegar a si fin! Creo que debemos de buscar quienes somos en una larga perspectiva y de que queremos hacer aquí si queremos sobrevivir por un largo tiempo.

     Hay algunas rarezas en la perspectiva a través de la cual vemos este mundo. El hecho de que vivamos en el fondo de una cavidad gravitacional, en la superficie de un planeta cubierto de gas, que gira alrededor de una bola de fuego nuclear a 90 millones de millas de distancia y pensemos que esto es absolutamente normal es un indicador de cuan pequeña nuestra perspectiva tiende a ser. Pero hemos hecho varias cosas durante nuestra historia intelectual para corregir lentamente algunos de nuestros errores. Curiosamente, varias de estas han provenido de la arena, así que hablemos acerca de las Cuatro Eras de la Arena.

   De la arena hacemos el vidrio, del vidrio hacemos lentes y de los lentes hacemos telescopios. Cuando los primeros grandes astrónomos, Copérnico, Galileo y otros, apuntaron sus telescopios hacia los cielos descubrieron que el universo era un lugar increíblemente grande, mucho más de lo que esperábamos, y que, lejos de que la tierra fuera la mayor parte del universo, solo somos unos pequeñitos puntos de luz en él. Al final, resulto que –y esto tomó mucho, mucho tiempo para ser descubierto-  que la tierra solo es una pequeña mota girando alrededor de una pequeña bola de fuego nuclear; la cual es una de las millones y millones y millones que componen esta galaxia en particular; y nuestra galaxia es solo una de las millones de millones que componen el Universo; y entonces también nos enfrentamos a la posibilidad de que haya miles de millones de Universos. Eso corrigió un poco nuestra perspectiva inicial de que el universo era nuestro.

     Personalmente amo esa noción y, tal como estaba discutiendo con alguien el día de hoy, hay un libro que disfruté recientemente de David Deutsch, quien es un defensor de la perspectiva de los universos múltiples, llamado “The Fabric of Reality”, en el que explora la idea del multi-universo desde una perspectiva quántica. Está idea proviene de la famosa dicotomía onda-partícula sobre el comportamiento de la luz –que no puedes medirla como una onda cuando se comporta como onda, o como una partícula cuando lo hace como partícula-. ¿Cómo es posible esto? David Deutsch señala que si imaginamos que nuestro universo es simplemente una capa y que hay infinitos universos uno a lado del otro, no solo se soluciona el problema, sino que desaparece. Así es exactamente como uno esperaría que se comportara la luz bajo esas circunstancias. La mecánica cuántica tiene razones para ser estudiada bajo la noción de que el universo se comporta como si hubiera una multiplicidad de universos, pero aun así es reacia nuestra credulidad de que ello pueda de hecho ser así.

     Esto nos lleva, de nuevo, directo a Galileo y el Vaticano. De hecho, lo que el Vaticano le pidió a Galileo que dijera fue: “no estamos en contra de tus escritos, solo en contra de la explicación que pusiste en ellos. No hay ningún problema si dices que los planetas se comportan ‘cómo si’ giraran y que somos ‘como’ uno de aquellos planetas que se comportan ‘cómo si’ girarán alrededor del sol; no hay problema en decirlo ‘cómo si’ estuviera sucediendo, pero no tienes permitido decir que eso es lo que está sucediendo, porque nosotros tenemos un monopolio total sobre La Verdad Universal y además va en contra de nuestra credulidad personal”. De igual manera, creo que la idea de que haya múltiples universos va en contra de nuestra credulidad actual, pero puede que resulte ser solo una más de las cosas con las que tendremos que aprender a vivir, tal como hemos aprendido a vivir con un montón más en el pasado.

     La otra cosa que se concluye de esa visión del universo es que este resulta estar compuesto casi enteramente, y esto resulta algo preocupante, de nada. Hacia donde mires no hay más que nada con alguna pequeña, pequeña mota de roca o luz. Sin embargo, viendo la manera en que estas pequeñas motas se comportan en esta la vasta nada empezamos a inducir ciertos principios, ciertas leyes, como la de la gravedad y otras. Así que esa es, si concuerdan, la vista macroscópica del universo, que descubrimos gracias a la Primera Era de la Arena.

     La siguiente era de la arena fue la macroscópica. Le pusimos lentes de vidrio a los microscopios y empezamos a contemplar la vista microscópica del universo. Entonces empezamos a entender, casi preocupadamente, que mientras descendemos hacia el nivel subatómico, el mundo solido en el que vivimos también consiste casi enteramente de nada, y que cualquier cosa que de hecho encontremos allí resulta no ser algo, sino solamente la probabilidad de que algo esté allí.

     De alguna manera u otra, este es un universo profundamente confuso. Hacia donde veamos está empezando a ser extremadamente alarmante y extremadamente molesto para nuestro sentido de quienes somos. Grandes, importantes personas físicas viviendo en un universo que existe casi enteramente para nosotros, ese simplemente no es el caso. En este punto aun estamos sumergiéndonos en un montón de temas fundamentales, reconociendo la manera en que funciona la gravedad, la manera en que funcionan la fuerza nuclear fuerte y la débil, reconociendo la naturaleza de la materia, de las partículas, entre otras cosas. Pero aun conociendo esos fundamentos, aun no somos muy buenos en entender la manera en que funcionan, porque las matemáticas son más bien algo engañosas. Así que tendemos a crearnos una idea de que [el universo] funciona como si se tratase de un reloj. Porque eso es lo mejor que nuestras matemáticas pueden hacer. No deseo bajo ninguna circunstancia desprestigiar a Newton, porque creo que fue la primera persona que vio que hay principios en funcionamiento que son diferentes de todo lo que de hecho vemos a nuestro alrededor. Su primera ley del movimiento –que todo cuerpo permanecerá en su posición de reposo o movimiento a menos de que otra fuerza actúe sobre él- es algo que ninguno de nosotros, viviendo en una concavidad gravitatoria, cubiertos de gas, ha visto nunca, porque todo lo que movemos se detiene. Solo fue gracias a una muy, muy cuidadosa observación y al estudio, y medición y escrutinio de los principios que se ocultan detrás de lo que podemos ver que sucede, que a él se le ocurrieron los principios que nosotros todos sabemos y reconocemos como las leyes del movimiento. No obstante, esta postura es, bajo todos los términos modernos, aun una visión de aparato de reloj del universo. Cómo he dicho, no deseo que eso suene desprestigiante en ningún sentido, porque sus logros, como todos sabemos, fueron absolutamente monumentales, pero aun siguen sin tener sentido para nosotros.

     Ahora hay una gran cantidad de entes de los que somos consientes, que son parecidos a partículas, fuerzas, sillas, mesas, rocas y demás, y que son casi invisibles para la ciencia, invisibles porque la ciencia tiene muy poco que decirnos acerca de ellos. Estoy hablando de perros, gatos, y vacas y tu y yo. Nosotras, las criaturas vivas, estamos, hasta el momento, más allá del alcance de todo lo que la ciencia puede decir. Casi sin siquiera reconocernos a nosotras mismas como entes sobre los que la ciencia puede decir algo al respecto.

     Puedo imaginarme a Newton sentado y trabajando en sus leyes del movimiento y descubriendo la manera en que el universo funciona y, junto a él, un gato dando vueltas a su alrededor. La razón de que no tengamos idea de como funcionan los gatos es porque, desde Newton, hemos procedido siguiendo el principio muy simple de que esencialmente, para ver como funcionan las cosas, necesitamos desarmarlas.  Si intentas desarmar un gato para ver como funciona, lo primero que tienes en las manos es un gato que no funciona. La vida es un nivel de complejidad que casi cae fuera de nuestra visión; esta tan alejada de todo lo que tenemos esperanzas de entender que simplemente pensamos en ella como una clase diferente de objeto, una clase diferente de materia. “La vida, algo que posee una misteriosa esencia, fue dada por dios”. Y esa era la única explicación que teníamos. 

     Su bombardeo [de esta idea] empezó en 1859 cuando Darwin publicó “Sobre el Origen de las Especies”. Tomó un largo tiempo antes de que finalmente firmáramos la paz con esta [idea] y la empezáramos a entender, esto se debió, no solamente a que esta explicación nos parece increíble y completamente desagradable, sino a que es otro ataque directo a nuestro sistema el descubrir que no solo no somos el centro del universo, y que estamos hechos de nada, sino que empezamos como una especie de babosa y llegamos a ser quien somos primero siendo monos. Simplemente no suena bien. Pero además, no tuvimos oportunidad de ver como sucedió esto. En este sentido Darwin fue como Newton, en que fue la primera persona en ver principios subyacentes que en verdad no eran obvios en absoluto, desde la perspectiva del mundo en que vivimos a diario. Tuvimos que pensar mucho para entender la naturaleza de lo que ocurría a nuestro alrededor, y no teníamos ejemplos claros de la vida cotidiana para concluir la evolución. Aun hoy este hecho ocasiona pequeños problemas de confusión si intentas persuadir a alguien que no cree en esto de la evolución y deseas mostrarle un ejemplo, porque son difíciles de encontrar en términos de la observación de nuestro día a día. 
De esta manera llegamos a la Tercera Edad de la Arena. 

      En esta tercera edad descubrimos algo más que podemos sacar de la arena: silicio. Hicimos el chip del silicio y, de repente, lo que se abrió ante nuestros ojos fue un universo, no de partículas fundamentales, ni de fuerzas fundamentales, sino de las cosas que faltaban en la imagen que nos decía como funciona. Lo que el chip de silicio nos revelo fue el proceso. El chip de silicio nos permite hacer matemáticas de maneras tremendamente veloces, modelar los procesos muy, muy sencillos que son análogos a la vida en términos de su simplicidad: iteración, bucles, ramificaciones, el círculo vicioso que vive en el centro de todo lo que uno hace en una computadora y todo lo que sucede en la evolución; esto es, que el fin de una generación se convierte en el principio de la siguiente. De repente tenemos un modelo que funciona, no desde el principio, porque las primeras computadoras eran tremendamente lentas y torpes, pero gradualmente generamos un modelo funcional de esta cosa que previamente solo podíamos adivinar o deducir – y uno tenía que ser una persona muy perspicaz y de un pensamiento muy claro incluso para intuir que sucedía, porque estaba lejos de ser obvio y hasta contra-intuitivo, particularmente para una especie tan orgullosa como la nuestra-.

     La computadora da origen a una tercera edad de la perspectiva, porque de repente nos permite ver como funciona la vida. Ese es un punto extraordinario porque se vuelve auto-evidente que la vida, y todas las formas de complejidad, no fluyen hacia abajo, sino que fluyen hacia arriba; y aquí hay una gramática entera a la que cualquiera que trabaja con computadoras esta acostumbrado. Lo que quiere decir que la evolución no es una cosa particular, porque cualquiera que haya examinado como funciona un programa de computadora, sabe que simples, simples piezas iterativas de código, del cual cada línea es tremendamente directa, dan origen a fenómenos increíblemente complejos en una computadora; y por fenómenos increíblemente complejos me refiero a programas  tan complejos como Tierra o Creatures. 

     Puedo recordar la primera vez que leí un manual de programación, hace ya muchos, muchos años. En 1983 fue cuando por primera vez empecé a encontrarme con computadoras y quería conocer un poco más sobre ellas, así que decidí aprender un poco acerca de la programación. Compré un manual de C y leí los primeros dos o tres capítulos, que me tomaron alrededor de una semana. Al final decía: “¡Felicidades, usted a escrito la letra A en la pantalla!”. Yo pensé: “Bueno, debe de haber algo que no esté entendiendo aquí, porque se requiere un increíble esfuerzo para hacer eso. ¿Qué pasa si ahora quiero escribir una B?” El proceso de programación, la velocidad y los modos en los que la gran simplicidad da origen a enormes y complejos resultados, no era parte de mi gramática mental en aquel momento. Ahora ya lo es; y es ahora una parte creciente de todas nuestras gramáticas mentales, porque nos hemos acostumbrado a la manera en que funcionan las computadoras.

     Así, repentinamente, la evolución deja de presentarse como un problema real con el cual lidiar. Ahora se nos presenta como a algo así, imaginen, si gustan, el siguiente escenario: Un martes, una persona es vista en las calles de Londres cometiendo un crimen. Dos detectives lo investigan, tratando de averiguar que pasó. Uno de ellos es un detective del siglo XX y el otro, gracias a las maravillas de la ciencia ficción, es del siglo XIX. El problema es el siguiente: la persona que fue claramente vista e identificada en las calles de Londres el martes fue vista por alguien más en una calle de Santa Fe el mismo martes ¿Cómo puede ser eso posible? Al detective del siglo XIX solo se le puede ocurrir que fue debido a alguna clase de intervención mágica. Mientras el detective del siglo XX tal vez no podría decirnos “El tomo el vuelo BA y luego este vuelo de United”, él podría no ser capaz de descubrir exactamente de que manera lo hizo, o por cual ruta voló, pero estos no serían problemas serios. No le molestan, solo afirmaría: “él llegó allí en avión. No se cual avión tomó, y puede ser un poco difícil averiguarlo, pero, esencialmente, no hay ningún misterio”. Estamos acostumbrados a la idea de viajar en jets. No sabemos si el criminal viajó en BA, o UA270, o el que sea, pero sabemos vagamente cómo lo hizo. Sospecho que mientras nos habituamos cada vez más y más a las tareas que realiza una computadora y la manera en que  la computadora modela procesos de enorme simplicidad dando origen a resultados enormemente complejos, entonces la idea de que la vida es un fenómeno emergente será cada vez más y más fácil de digerir. Tal vez no sepamos con precisión cuales fueron los pasos que la vida dio en sus primeras etapas en este planeta, pero, en esencia,  no hay ningún misterio.

     Así llegamos a este punto –y aunque las primeras ondas de este punto llegaron en 1859, realmente fue la llegada de la computadora la que nos lo demostró indiscutiblemente- este es: “¿Existe en verdad un universo que no esté diseñado de “arriba hacia abajo” sino “de abajo hacia arriba”? ¿Puede la complejidad emerger de los niveles más bajos de simplicidad? Siempre me ha resultado extraño que la idea de un dios como el creador sea considerada una explicación suficiente de la complejidad que observamos a nuestro alrededor, porque esto simplemente no nos explica de donde provino [la complejidad]. Si imaginamos un diseñador, eso implica un diseño y, por lo tanto, cada cosa que se diseñe o cause que sea diseñada será de un nivel más simple que él o ella, y entonces uno debe de preguntarse “¿Cuál es el nivel superior al diseñador?” Hay un modelo peculiar del universo que tiene tortugas todo el camino hacia abajo, pero aquí tenemos dioses todo el camino hacia arriba. En realidad esta no es una respuesta muy buena. Pero una solución “de abajo hacia arriba” que descansa en la tautología increíblemente poderosa de que todo lo que ocurre, ocurre, claramente nos probé de una respuesta muy simple y poderosa que no necesita mayor explicación.

     Pero he aquí la cosa interesante que dije que quería preguntarles “¿Acaso hay un dios artificial?” y aquí es donde quiero abordar la pregunta de porque la idea de un dios es tan persuasiva. Ya he explicado de donde siento que esta clase de ilusión se originó en primer lugar; viene de un error en nuestra perspectiva, porque no estamos tomando en cuenta que no somos seres evolucionados, seres que han evolucionado en un lugar particular, dentro de un ambiente particular, con un juego de habilidades particulares y formas de entender el mundo que nos han permitido sobrevivir y multiplicarnos exitosamente. Pero parece haber una idea aun más poderosa que esta última, y esa es la que quiero proponer: que el espacio en la sima de la pirámide que anteriormente dijimos que era de donde todo fluía puede no estar vacío solo porque hemos dicho con anterioridad que nada fluye hacia allá.

     Déjenme explicar de la siguiente manera a que me refiero. Hemos creado muchas cosas en el mundo en que habitamos; hemos cambiado nuestro mundo en maneras muy distintas. Eso es muy, muy evidente. Hemos construido el cuarto en el que nos encontramos y hemos construido un montón de cosas complicadas, como las computadoras y así. Pero también hemos construido un montón de entidades ficticias que son tremendamente poderosas. ¿Acaso decimos “eso es una mala idea; es estúpida, debemos simplemente desecharla”? Bueno, he aquí otra entidad ficticia: el dinero. El dinero es una entidad completamente ficticia, pero es muy poderosa en nuestro mundo. Cada uno de nosotros tiene billeteras, en las cuales escribimos notas, pero ¿Qué pueden hacer esas notas? No puedes hacer que nazcan unas de otras, no puedes hacer comida con ellas, no puedes vivir en ellas, no hay absolutamente nada útil que puedas hacer con ellas, aparte de intercambiarlas entre nosotros. Y mientras las intercambiamos entre nosotros ocurren un montón de cosas poderosas, porque son una ficción en la que todos participamos. No pensamos que esto este bien o mal, que sea bueno o malo; pero el punto es que si el dinero desapareciera toda la estructura de cooperación que tenemos se desplomaría. Sin embargo, si todos nosotros dejáramos de existir, el dinero dejaría de existir también. El dinero carece de significado fuera de nosotros, es algo que hemos inventado que tiene un increíblemente poderos efecto sobre el mundo, porque es algo en lo que todos participamos.

     Quisiera que alguien escribiera una historia sobre la evolución de la religión, porque la manera en que se ha desarrollado me parece que demuestra un montón de estrategias evolutivas. Piensen en las carreras armamentistas que se desarrollan entre uno o dos animales que viven en el mismo ambiente. Por ejemplo, la carrera entre el manatí del Amazonas y un tipo particular de caña de la cual se alimenta. Mientras más caña come el manatí, más sílice desarrollará la caña para atacar los dientes del manatí, y mientras más sílice tenga la caña, más grandes y fuertes serán los dientes del manatí. Una parte hace una cosa y la otra la contrataca. Como todos sabemos, a lo largo de la evolución y la historia las carreras armamentistas son una de las cosas que guían de manera más poderosa la evolución, y en el mundo de las ideas uno puede observar que pasan cosas similares.

Hoy, la invención del método científico es, seguro que estamos todos de acuerdo, la idea intelectual más poderosa. El sistema más poderoso para pensar, investigar, comprender y desafiar al mundo que nos rodea, y descansa sobre la premisa de que cualquier idea existe para que la ataquen. Si resiste el ataque, entonces vive lo suficiente para luchar durante otro día, y si no resiste el ataque, entonces pasa a la historia. La religión no parece funcionar de esa manera. Tiene ciertas ideas en su núcleo que llamamos sagradas, o divinas, o como sea. Lo que significa esto: "Ésta es una idea o noción sobre la que no se te permite decir nada malo; simplemente no puedes. ¿Por qué no? ¡Porque no!". Si alguien vota por un partido que no te agrada, eres libre de discutir sobre ello todo lo que quieras; todo el mundo tendrá un argumento pero nadie se sentirá atacado por ello. Si alguien piensa que los impuestos deben subir o bajar, eres libre de tener una opinión sobre ello. Sin embargo, si, por el contrario, alguien dice: "No debo tocar ningún interruptor luz los sábados", entonces dices: "Respeto eso".

Lo raro es que, al mismo tiempo que estoy diciendo esto, estoy pensando: "¿Habrá algún judío ortodoxo aquí que se haya ofendido por el hecho de que haya dicho esto?". Pero no he pensado: "Quizá haya alguien de izquierdas o alguien de derechas o alguien que suscriba esta opinión o la otra en economía", cuando estaba diciendo lo anterior. Simplemente pienso: "Bien, tenemos distintas opiniones". Pero en el momento que digo algo que tiene que ver con las creencias (voy a jugarme el cuello y decir irracionales) de alguien, entonces todos nos volvemos terriblemente protectores y defensivos, y decimos: "No, no atacamos eso. Es una creencia irracional, pero aun así, la respetamos".

Es como, pensando de nueva cuenta en términos de la evolución animal, un animal que ha desarrollado un increíble caparazón a su alrededor, como una tortuga. Esa es una gran estrategia de supervivencia porque nada lo puede penetrar; o tal vez sea como un pez venenoso al que nadie se le acerca, y que en consecuencia nada alejando todos los peligros contra su persona. En el caso de una idea, si pensamos: “Esta es una idea que está protegida por la santidad o la divinidad” ¿Qué queremos decir? ¿Por qué debe ser perfectamente legítimo apoyar al partido Laborista o al partido Conservador, a los Republicanos o a los Demócratas, este modelo de economía o aquél, Macintosh o Windows, pero tener una opinión sobre cómo comenzó el Universo, sobre quién creó el Universo, no, eso es sagrado? ¿Qué significa eso? ¿Por qué evitamos discutir esa idea por ninguna otra razón que porque a eso nos hemos acostumbrado? No existe ninguna otra razón, es una de esas cosas que hemos arrastrado hasta la costumbre, y una vez que se inicia ese ciclo se va haciendo muy, muy poderosa. Estamos acostumbrados a no desafiar las ideas religiosas, ¡Pero es muy interesante ver cuánto furor despierta Richard [Dawkins] cuando él lo hace! Todo el mundo se pone desquiciado porque no está permitido decir esas cosas. ¡Pero cuando lo juzgas racionalmente, no hay razón por la que esas ideas no deban ser tan abiertas a debate como cualquier otra ¡Excepto que hemos acordado, de alguna manera, que no deben serlo!

Hay un libro muy interesante –no se si hay alguien aquí que lo haya leído- llamado “Mano on Earth” de un antropólogo de Cambridge llamado John Reader, en el que describe la manera en que… me retrasaré un poco en este punto y les contaré acerca de todo el libro. Es una serie de estudios de culturas diferentes de todo el mundo que se ha desarrollado bajo circunstancias de aislamiento, ya sea en montañas, o valles, o lo que sea, así que es posible tratarlas, hasta cierto punto, como tubos de ensayo. De esta manera, uno puede observar exactamente el grado en el que las circunstancias del ambiente han afectado la manera en que las distintas culturas han surgido. Es una serie fascinante de estudios. La que tengo en la mente en este momento es la que describe la cultura y economía de Bali, que es una pequeña isla densamente poblada que sobrevive del arroz. Ahora, el arroz es una fuente increíblemente eficiente de comida y uno puede crecer grandes cantidades de él en espacios relativamente pequeños, sin embargo, esta es una labor enormemente intensa y requiere mucha cooperación entre las personas, particularmente cuando tienes una enorme población en una pequeña isla que necesita cosechar su comida. 

Las personas que estudian la manera en que la agricultura funciona en Bali se encuentran intrigadas porque esta lo hace de una manera intensamente religiosa. La sociedad de Bali es de tal clase que la religión impregna cada pequeño aspecto de ella, y cualquier persona en la cultura es muy, muy cuidadosamente definida en términos de quien es, cual es su lugar en la sociedad y que papel desempeña en su vida. Todo esto es establecido por la iglesia. Tienen un particular juego de calendarios y un muy particular juego de costumbres y rituales, que están detalladamente definidos y, aunque parezca raro, son excelentes en ser muy, muy productivos en el cultivo del arroz. En los setentas, los investigadores llegaron y se dieron cuenta de que el cultivo del arroz estaba determinado por el calendario del templo. Esto parecía no tener sentido alguno, así que dijeron: “Desháganse de esto. Nosotros podemos ayudarlos a hacer su cosecha del arroz incluso mucho, mucho más productiva que la suya, exitosa y a tiempo. Usen estos pesticidas, este calendario, hagan esto y hagan aquello”. Así, ellos empezaron y durante dos o tres años la producción de arroz aumentó enormemente, pero toda la cadena de presa/cazador/insecticida se salió completamente de balance.  Muy, muy poco tiempo después la cosecha de arroz calló de nuevo y los Balineses dijeron: “¡Al diablo!, regresaremos al calendario del templo”. Y así reinstalaron lo que tenían antes y de nuevo todo funcionó perfectamente.

     Es completamente correcto decir que basar todo el sistema de cultivo del arroz en algo tan irracional y sin sentido como una religión es estúpido. Deberían ser capaces de desarrollarlo de alguna manera más lógica que aquella, pero ellos podrían respondernos: “Su cultura y sociedad funcionan bajo la premisa del dinero, y esa es una ficción. Así que desásganse de él y solo cooperen el uno con el otro. ¡Pero nosotros sabemos que eso no funcionaría!

     Así, existe cierto proceso por el cual construimos meta-estructuras sobre nosotros mismos para llenar el espacio que anteriormente había habitado un ente que supuestamente era un diseñador intencional, el creador (aun aunque no hay ninguno). Y el hecho de que nosotros –no me refiero necesariamente a nosotros en este cuarto, sino a nosotros como especie- diseñamos y creamos algo y luego nos comportamos como si ese algo existiera, hace que empiecen a ocurrir un montón de cosas que de otra manera no ocurrirían.

     Déjenme tratar de explicar esto a lo que me refiero de una manera distinta. Esta es muy especulativa, en verdad me pararé aquí junto al precipicio, porque es algo de lo que no sé nada, así que piensen en esto mejor como un experimento mental que como una explicación verdadera de un suceso. Quiero hablar del Feng Shui, que es algo de lo que sé muy poco, pero recientemente se ha hablado mucho de él para saber como un edificio debe de ser diseñado, construido, acondicionado, decorado y cosas por el estilo. Aparentemente, tenemos que pensar como si la construcción estuviera siendo habitada por un dragón que se mueve por ella. Así que si el dragón no estaría contento en la casa, te falta poner un pez rojo aquí, una vasija allá, y una ventada acullá. Esto suena como algo completa y absolutamente carente de sentido, porque cualquier cosa que involucre dragones debe de carecer de sentido. No hay dragones, así que una teoría basada en como los dragones se comportan no tiene sentido alguno. ¿Qué hace toda esta gente loca imaginándose dragones que nos pueden indicar como construir nuestra casa?

     Aun así se me ocurre que, si hacemos a un lado la teoría que es de hecho proporcionada para apoyarlo, podemos encontrar algo interesante que sucede, algo como esto: De las construcciones en que hemos vivido, trabajado, hospedado, todos sabemos que algunas son más cómodas que otras. No hemos tenido ninguna manera real de cuantificar esto, pero en este siglo hemos tenido un montón de arquitectos que piensan que sí saben como hacerlo. De esta manera, hemos desarrollado la terrible idea de una casa como una máquina para vivir. Hemos tenido a Miles van der Roe y otros poniendo ventanales de vidrio y cosas moldeadas de formas extrañas que supuestamente componen alguna teoría u orden. Todas son cuidadosamente diseñadas, sin embargo, sus construcciones no son muy cómodas para vivir.
Se han hecho un montón de teoría sobre el asunto, pero si se sientan a trabajar con un arquitecto (y yo he pasado de esta manera tiempos muy estresantes, como estoy seguro que también muchos otros), entonces se encontrarán tratando de entender como un cuarto debe de funcionar. Estarán tratando de integrar un montón de cosas como la iluminación, los ángulos, sobre el movimiento de las personas y la manera en que viven (y una enorme cantidad de cosas de las que no saben nada y que dejan fuera). No saben cual es la importancia de unir una cosa con la otra; intentan, de la manera más consiente, entender algo cuando en realidad no posen muchas pistas. Aquí tenemos una teoría y otra, este poco de práctica de ingeniería y este otro de práctica de arquitectura; en verdad no saben que hacer a partir de ellas. Comparemos esto con alguien que te avienta una bola de criquet. Puedes sentarse a observar y decir “está viajando a 17 grados”, empezar a trabajar sobre un papel, hacer algo de cálculo, etc., y así, después de que ya pasó una semana desde que la pelota pasó rozando junto a ti, por fin sabrás por donde pasará la pelota y como atraparla. Por el otro lado, puedes simplemente levantar tu mano y dejar que la bola caiga en ella, porque poseemos una enorme clase de facultades en nuestro interior, justo debajo del nivel consiente, capaces de integran un gran número de fenómenos complejos, de tal manera que nos permiten decir “Oh, mira, hay una pelota viniendo ¡Hay que cacharla!”.

     A lo que me refiero es que el Feng Shui, y una enorme cantidad de otras cosas, son precisamente ese tipo de problema. Hay un montón de cosas que sabemos como hacer, sin que necesariamente sepamos que hacemos, simplemente las hacemos. Regresemos al tema en el que uno intenta comprender como un cuarto o una casa deben de ser diseñados. En vez de pasar por toda la labor de medir los ángulos e intentar seleccionar cuales principios de arquitectura quieres dejar fuera de lo que podría ser un pequeño presupuesto, solo hay que preguntarnos a nosotros mismos: “¿Cómo viviría un dragón aquí?” Estamos acostumbrados a pensar en términos de criaturas orgánicas. Una criatura orgánica puede consistir de una enorme diversidad de complejas variables que se encuentra más allá de nuestra habilidad de entender, pero sabemos como viven las criaturas orgánicas. Nosotros nunca hemos visto un dragón, pero tenemos una idea de como es un dragón, así que podemos decir “Bueno, si un dragón pasara por aquí, se quedaría atorado justo aquí y se rasparía al pasar por aquí porque no podría ver eso, tendría una cola con la cual tiraría esa vasija” ¡Uno describió como un dragón estaría feliz y helo aquí! Uno ha repentinamente diseñado un lugar que tiene sentido para que otras criaturas orgánicas, como nosotros mismos, puedan vivir.

     Así, mi argumento es que mientras nos hacemos más y más letrados en la ciencia, vale la pena recordar que las ficciones con las que hemos anteriormente poblado nuestro mundo pueden tener alguna función y que será mejor que tratemos de entender y preservar sus componentes esenciales, en vez de vaciar la tina con todo y bebé dentro. Porque aun cuando podamos no aceptar las razones dadas para que estas existan en primer lugar, puede ser que haya razones verdaderamente prácticas para que ellas, o algo parecido, estén allí.

     Sospecho que mientras más nos aventuremos en el campo de la vida digital o artificial empezaremos a encontrar más y más propiedades inesperadas emergiendo de lo que observemos, y que estas serán paralelas a los entes que creamos alrededor de nosotros para informarnos y dar forma a nuestras vidas y que nos permiten trabajar y vivir unos con otros. Así, diré que, si bien no existe ningún dios de verdad, si existe un dios artificial y probablemente valga la pena tener eso en la cabeza ¡Ese es el punto de mi debate y ahora son libres de empezar a aventar sus sillas por toda la sala!

Pregunta - ¿Cuál es la cuarta era de la arena?

Permítanme retroceder por un minuto y hablarles sobre la manera en que las personas nos comunicamos. Tradicionalmente, tenemos un montón de maneras distintas en las que nos comunicamos unas con otras: 1) Una de ellas es “una a una”, hablamos por un rato y tenemos una conversación. 2) otra es “una a muchas”, la cual estoy haciendo en este preciso momento, o cualquiera que se parará y cantara una canción, o que nos anunciara que acabamos de empezar una guerra. 3) Luego tenemos la comunicación de “muchas a una”, de esta tenemos una versión llena de parches, algo oxidada, y poco funcional que llamamos democracia. 4) Pero en una manera mucho más primitiva, yo podría levantarme y decir “vamos a la guerra” y alguien más me podría responder “No, eso no”, y entonces tendríamos una conversación de “muchas a muchas” en la discusión que surgiría justo después.

     En este siglo, y en el pasado, hemos modelado la conversación “una a una” gracias al teléfono, con el cual asumo que todos estamos familiarizados. Tenemos la comunicación de “una a muchas” – ¡hombre! tenemos un montón de ese tipo de comunicación: publicaciones, transmisiones, jornales, etc.- nos avientan información de todos lados y esta no discrimina sobre en quien podría aterrizar. Es curioso, pero no tenemos que ir muy lejos atrás en nuestra historia para llegar a un punto en el que toda la información que nos llegaba era relevante para nosotras y, por lo tanto, todo lo que sucedía, o en nuestra casa, o en la villa de alado, dentro de la frontera de nuestro horizonte, pasaba en nuestro mundo; y si reaccionábamos a ello, el mundo reaccionaba de vuelta. Todo era relevante par nosotras, por ejemplo, si alguien tenía un accidente terrible, podíamos acercarnos a ayudar. Ahora, gracias a la de plétora de la comunicación “una a muchas” que tenemos, si un avión se estrella en la India podríamos ponernos muy ansiosos al respecto, pero nuestra ansiedad no tendría ningún impacto. No podemos distinguir muy bien entre una terrible emergencia que sucedió a alguien a un mundo de distancia y alguna que le sucedió a alguien en la esquina de nuestra casa. En verdad ya no podemos distinguir entre ellas, razón por la cual nos sentimos terriblemente preocupadas por algo que le pasó a alguien en una telenovela que se grabó en Hollywood, y tal vez menos preocupadas cuando le sucede a nuestra hermana. Ahora nos hemos confundido y desconectado, y no es de sorprender que no sintamos muy estresadas en el mundo, porque el mundo nos impacta directamente pero nosotras no podemos impactar en él. Luego esta la comunicación de “muchas a una”, tenemos eso, pero no en muy buen estado aun y no hay mucho de ella de lo que pueda decir. Esencialmente, nuestros sistemas democráticos son un modelo de ello y aunque no son muy buenos, mejorarán dramáticamente.

     Pero la cuarta, la de “muchas a muchas”, en realidad no teníamos nada así antes de la llegada del Internet, el cual, por supuesto, corre a través de fibras ópticas. Es la comunicación entre nosotras, las personas, que forma la cuarta era de la arena. Piensen sobre lo que dije anteriormente sobre el mundo que no reacciona cuando nosotras reaccionamos a él.  Recuerdo el primer momento, hace algunos años, cuando empecé a tomar seriamente al Internet. Fue una cosa muy, muy tonta. Había un tipo, un investigador de computación estudiante en Carnegie Mellon a quien le gustaba tomar Dr Pepper Light. Había una máquina de refrescos a un par de tiendas de él, a donde solía ir a comprar su Dr Pepper, pero la máquina solía estar fuera de servicio, así que frecuentemente tenía viajes improductivos. Eventualmente él descubrió: “espera un momento, en esa máquina hay un chip y yo estoy en una computadora y hay una red inalámbrica envolviendo todo el edificio ¿Entonces porque no simplemente conecto la máquina de refrescos a la red y así puedo checarla desde mi terminal cuando a mi se me antoje y sabré si desperdiciaré mi viaje a ella o no?” Así que él conectó la máquina a la red local, pero la red local estaba conectada al internet, así que de repente cualquier persona en el mundo podía ver lo que estaba sucediendo con esta máquina de refrescos. Ahora, esa puede no ser información vital, pero resultó ser curiosamente fascinante. Todas empezaron a conocer lo que estaba pasando con la máquina de refrescos. Esto empezó a suceder porque el chip de la máquina no solo decía “El espacio del Dr Pepper Light está vacío” sino que tenía un montón de información. Decía “Hay 7 cocas y 3 cocas de dieta, la temperatura a la que están es ésta y la última vez que se cargaron fue ésta”. Había un montón de información allí dentro, y una pieza de información era en especial fabulosa: Resultaba que si alguien metía 50 centavos y no apachurraba ningún botón, osea, si la máquina estaba embarazada, entonces uno podía, desde su terminal de computadora, donde fuera que estuviese en el mundo ¡Meterse a la máquina y dejar caer una lata! Alguien podría estar caminando por el pasillo y de repente “¡Bang!” ¡Caía una lata de Coca-Cola! ¿Qué había causado eso? Bueno, ¡Obviamente alguien a 5,000 millas de distancia! Ahora, eso era algo muy, muy tonto, pero es una historia fascinante, y lo que significo para mi es que esta fue la primera vez que nosotras podíamos impactar en el mundo. Puede no ser de gran importancia que alguien a 5,000 millas de distancia pueda meterse en el corredor de una universidad y deje caer una Coca-Cola, pero es el primer disparo en una guerra que nos traerá una nueva manera de comunicarnos. Esa, me parece, es la Cuarta Era de la Arena.



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Traducido de:
http://www.biota.org/people/douglasadams/index.html
elburdeldeldelirio.blogspot.mx/2010/10/hay-un-dios-artificial-is-there.html 
http://www.youtube.com/watch?v=ogQRjpcqm0k