Sobre el Desarrollo del uso del Patrimonio Histórico en
la Investigación Histórica
Dilthey describe el tiempo como una abstracción, un concepto inventado por los humanos
para distinguir lo que ya no es de lo que es y de lo que algún día será. Desde
este punto de vista, el presente es lo único seguro entre el eterno olvido del
pasado y la completa ignorancia del futuro, pero además, es todo lo que existe.
El presente que nos expone Dilthey es tan instantáneo que solo podemos tener
conciencia de que existió a través de los recuerdos sobre él que han sobrevivido
en nuestra memoria. Por eso, todo conocimiento que podemos hacer de lo
que en algún momento fue presente tendrá que ser por medio de los restos que
de él continúan existiendo al momento de tomar conciencia de que pasó.
¿Qué
sucede cuando se desea conocer un pasado que se prolonga más allá de las vidas
humanas? ¿Cómo es posible tener acceso a él? Evidentemente solo a través de los
restos físicos que éste dejó y por medio de las leyendas y tradiciones que
acuñó y aún sobreviven en la sociedad a estudiar. Pero las tradiciones y
leyendas son subjetivas y mutan a gran velocidad, lo que hace necesario el
estudio del patrimonio histórico (monedas, obras de arte, construcciones,
documentos, utensilios, etc.) cuya existencia física lo hace más perdurable y
objetivo, para poder desarrollar una historia verás.
Consultar las cosas que formaron parte del pasado para conocerlo. Esa parece una idea sensata, pero no siempre se ha pensado igual hacerca de las cosas que formaron el pasado y la manera en que las entendemos. Dedicaré esta entrada a explicar como a evolucionado el concepto de patrimonio histórico en la mente de los historiadores occidentales desde la época de los antiguos griegos hasta la actualidad.
Breve historia.
Cuando estudiamos la historia de la
disciplina histórica, descubrimos que esta no es la idea estable y bien
definida que algunos quisiéramos que fuese. En efecto, la historiografía nos
enseña que la concepción que los distintos pueblos han tenido de la historia ha
sido tan variada como las mismas culturas que forman parte de ellos. Para los
primeros historiadores del mundo occidental, cómo Heródoto y Tucídides, el
conocimiento histórico solo era accesible a través de la memoria de los vivos. En
su época, el método histórico consistía en entrevistar a la mayor cantidad de
personas que hubieran sido testigos del acontecimiento de interés para luego criticarlas
a través de la técnica jurídica. La naturaleza de las fuentes en esta
época era enteramente mental, solo se podía conocer del pasado lo que se recordaba en nuestras memorias.
Eventualmente,
este método se enfrentaba a tres grandes limitantes: 1) en primer lugar,
impedía hacer historia sobre tiempos lejanos de los que no quedaran testigos
vivos; 2) también se vio imposibilitado de hacer historias sobre grandes
regiones; 3) finalmente, la gama de temas sobre los cuales un historiador podía
hacer investigador era reducida, puesto que se limitaba a aquellas cosas que
los testigos recordaban. Estas dificultades impulsaron a posteriores
generaciones de historiadores a desarrollar un nuevo método. Por este motivo se
creo el sistema que Collinwood denomina “tijeras y engrudo” que se usó desde la
época helenística hasta el final de la Edad Media.
La
nueva técnica consistía en copiar en el trabajo de uno aquellos pasajes de los
documentos de antiguos historiadores que uno considerara importantes. Pero este
método, aunque resolvía en parte las limitaciones de la primera técnica, se
enfrentaba a una nueva problemática: las autoridades. En efecto, si consideramos que el simple hecho del paso del tiempo
conlleva lo que yo llamo una “selección natural” de todas cosas que han de
sobrevivir al presente, entre las que encontramos tanto a las memorias como a
los objetos físicos, y que el posterior trabajo de cualquier historiador sobre
las mismas implica una reselección de
estos acontecimientos, entonces trabajar enteramente y confiar ciegamente en
estos trabajos de antiguos historiadores y cronistas –a los que llamamos
fuentes de segundo grado- es ya una tarea poco científica que necesariamente
tiene que ser complementada con nuevas fuentes de primer grado.
Ya
en el renacimiento, Descartes planteó que no era admisible confiar en las
autoridades. Aseguro que los escritores de historias frecuentemente mentían, y
cuando no, por lo menos omitían las escenas inconvenientes del pasado. Bajo
esta observación negó la posibilidad del conocimiento histórico.
“Al que estudia con demasiada curiosidad lo que se hacía en los siglos
pretéritos, ocúrrele de ordinario que permanece ignorante de lo que se practica
en el presente. Además, las fábulas son causa de que imaginemos como posibles
acontecimientos que no lo son; y aun las más fieles historias, supuesto que no
cambien ni aumenten el valor de las cosas, para hacerlas más dignas de ser leídas,
omiten por lo menos, casi siempre, las circunstancias más bajas y menos
ilustres, por lo cual sucede que lo restante no aparece tal como es y que los
que ajustan sus costumbres a los ejemplos que sacan de las historias, se
exponen a caer en las extravagancias de los paladines de nuestras novelas y a
concebir designios, a que no alcanzan sus fuerzas”. Descartes.
Pero las aseveraciones de Descartes
no desalentaron a los historiadores, quienes tomaron estas críticas como un
reto que su disciplina debía superar para ser participe en la empresa del
conocimiento. Por lo tanto se desarrollo un método histórico basado en la
desconfianza de la autoridad, en la confrontación de las exposiciones de
distintos autores y, -más importante para el tema en cuestión- al reducirse la
confianza en las autoridades, se hacía pertinente encontrar fuentes históricas
de primer grado, que sufrieran pocas alteraciones con el pasar del tiempo. De esta historiografía
nació la idea de que el uso de vestigios físicos del pasado podía ser útil a la
historia. Pero de poca utilidad resulta la iniciativa de estudiarlos si antes no se conservan y cuidan estos objetos para que futuras generaciones de historiadores tengan la oportunidad de
usarlos como fuente para la crítica al trabajo de sus antecesores. No obstante,
los restos físicos del pasado tuvieron que esperar otros doscientos años para
que su conservación figurara como uno de los principales intereses sociales.
La sociedad intelectual del siglo
XVIII estaba decidida a cortar los lazos con el cristianismo que había regido
el pensamiento europeo desde antes de la caida Roma. Estos autores querían demostrar que el presente ajeno al cristianismo era mejor que el pasado, lo que llevo a algunos de ellos, como
Voltaire y Vico, a asegurar que la historia no solo estaba regida por el cambio,
sino que progresaba. Sin embargo, como se había eliminado
la idea de un Dios creador que dirigiera este progreso, se hacía necesario
encontrar encontrar pruebas empíricas que lo demostraran. Inmiscuido en estas circunstancias nació la idea de la de que el patrimonio histórico debía de conservarse y su importancia para la investigación histórica se
elevó a niveles sin precedentes.
“De esta manera el hombre del siglo XVII, que en la epistemología de
Foucault se sitúa en el umbral de la época moderna, está preparado para
impulsar campos especializados de indagación histórica, como los
correspondientes a la arqueología y la prehistoria y a disciplinas afines como
la etnología y la museología”. Ballart.
Cómo bien explicó Ballart, fue éste
el siglo que vio gestarse a la arqueología y al estudio de los tiempos prehistórico.
Efectivamente, fue en está época cuando se realizaron las primeras excavaciones
en Pompeya y en su cercana Herculano. Ambos son ejemplos de como la
historiografía de aquel siglo encuentró, con mayor fuerza que en el siglo XVII,
“el valor documental de los vestigios del pasado”.
El siglo XIX ve desarrollarse esta
idea de que los restos físicos del pasado son esenciales para la investigación histórica. La idea se llevó al punto en que surgió la historiografía positivista. Para esta
corriente historiográfica el valor de una fuente es proporcional a su
antigüedad y su relación con el suceso estudiado. Actitud que la llevó a desarrollar
un especial interés por los archivos antiguos y disciplinas como la numismática
y la paleografía. Este movimiento buscaba eliminar de la historia todo rasgo de lo que Pierre Nora llama “memoria” (los
sentimientos, significados y recuerdos mentales, ya sean individuales o
colectivos, como las leyendas) tratando de reducir la historia al estudio de los
“hechos” del pasado.
En el positivismo notamos la
culminación de un proceso de transformación del pensamiento histórico, que
recorre un largo trecho desde la tesis original de Heródoto que basaba toda investigación
histórica en la memoria, hasta su antítesis positivista que busca fundamentar
todo conocimiento histórico en restos empíricos del pasado, despreciando su
significado y tratándolos como si fuesen meros “hechos” naturales.
Correspondería a los filósofos de la historia de finales del siglo XIX y
principios del XX, como Dilthey, Croce y Collinwood, tratar de sintetizar ambos
argumentos en una nueva manera de dilucidar el pasado.
En la obra de Pierre Nora hayamos influencias del pensamiento de los
filósofos mencionados en la última línea del párrafo anterior. Para él la
historia esta compuesta por la conjunción de materia y simbolismo. Es decir, el
fundamento sobre el cual empieza toda indagación histórica son los objetos
materiales del pasado que sobreviven hasta nuestros días, por esta razón el
patrimonio histórico posee un gran valor para la disciplina histórica; pero
solamente en cuanto sea posible para el historiador extraer de él un
significado.
Con ello podemos concluir que para la historiografía contemporánea cualquier
objeto tiene el potencial de servir a la investigación, trátese de un libro
escrito hace 5 años, de un archivo que da información falsa, o de un edificio
milenario en el centro de una antigua ciudad, siempre que el inquisidor sea
capas de hallar en el un significado que lo ayude a encontrar respuestas a sus
preguntas de investigación. Y como es imposible determinar que objeto podría
ser algún día fuente de información para algún historiador, es importante como
sociedad hacer un esfuerzo por conservar, en la medida de lo rentablemente
posible, los objetos que hayan formado parte del pasado o que lo harán en
algún momento. Y es así como sería imposible concebir la historiografía moderna
si no existiera el patrimonio histórico.
Conclusiones
La historia de la
forma de hacer historia es la historiografía. En ella, los pueblos han
expresado sus más profundas preocupaciones sobre el pasado y la manera en que creen
poder acceder al conocimiento. Huizinga dijo que “Cada cual rinde cuentas de su pasado con
arreglo a las pautas que le señalan su cultura y su concepción del mundo”. Para los antiguos griegos,
por ejemplo, era el papel de los contemporáneos conservar en trabajos escritos
el pasado reciente para que sus descendientes pudieran conocerlo. Para ellos el
conocimiento histórico solo podía ser obtenido entrevistando a aquellos que habían
vivido los acontecimientos a tratar, y el método jurídico de su tiempo era la
mejor manera de extraer verdades de los testimonios humanos. En la edad media
la utilidad de la historia era descubrir los planes de Dios. En esta época la
manera que se creía más confiable para obtener conocimiento era a través las
autoridades: como la Biblia, el Papa o los Doctores de la Iglesia; por eso no
debe de extrañarnos que en aquel periodo las autoridades hayan sido las fuentes
de la historia. En los siglos XVIII y XIX las ciencias naturales, y por
excelencia la física, eran el modelo a seguir. Para las ciencias de esta época,
la labor de investigación y el investigador eran agentes totalmente ajenos, y
por eso mismo la historia debería de ser tratada como algo ajeno al
investigador y a la cultura a la que este pertenecía, tarea que ahora sabemos
imposible.
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Lecturas Recomendadas
-Ballart,
Josep. El patrimonio histórico y arqueológico: valor y uso, Ariel, Barcelona,
2002, pp. 167-192.
-Collingwood, Robin, Idea de Historia, FCE, México, 2011.
-Descartes,
René, Discurso del Método. Traducción y prólogo de Manuel García Morente,
Bibliotecasgratis.com, URL:
http://www.bibliotecagratis.com/autor/D/descartes_rene/discurso_del_metodo.htm,
N/A, Consultado el 20/02/2012.
-Dilthey,
Wilhelm, El mundo histórico, FCE, México, 1978.
-Huizinga, Johan, El Concepto de la Historia, FCE, 1992, pp.87-97.
-Kuhn, Thomas, La Estructura de las Revoluciones Científicas, FCE,
México, 2010.
-Nora, Pierre, Between Memory and History: Les Lieux de Mémoire,
University of California Press, URL: http://www.jstor.org/pss/2928520, 2008,
consultado el 26/02/2012.
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