miércoles, 9 de noviembre de 2011

Mesoamérica: ¿Una o varias religiones?

Esta pregunta ha sido la razón de grandes discusiones, y diálogos un tanto menos violentos, entre distintos científicos. La razón es que las religiones que encontramos relacionadas con las distintas culturas del área poseen los mismos fundamentos básicos; es casi como si se hubieran construido sobre los mismos pilares.
Un ejemplo muy claro de este curioso fenómeno lo encontramos si comparamos los nombres de los dioses de la lluvia entre algunas de las distintas culturas del área: Quiáhuitl, nombre alternativo del dios Tlaloc de los nahuas, puede ser traducido al español como “lluvia”, el dios de la lluvia en Cholula se llamaba coincidentemente Chiconahui Quiáhuitl, Dzahui (para los mixtecas) y Mu’ye (de los otomís), comparten un significado parecido. Uno de los múltiples significados de Chaac también es lluvia y el dios purépecha Tirípeme Curicaueri significa “agua que se descuelga”. Esto es debido, probablemente, a que las civilizaciones mesoamericanas no se formaron como resultado de procesos aislados unos de otros, sino que compartieron un acervo común, del cual emanaron posteriormente distintas manifestaciones culturales.
(Tres mascarones de Chaac -dios maya de la lluvia- debajo de un mascarón superior de Tlaloc -dios náhuatl del mismo fenómeno-, en la ciudad de Maya Puuc de Uxmal en Yucatán).

Un mundo compartido.

Como explica el Dr. López Austin, no hay hasta el momento razones para pensar que las antiguas religiones de los mesoamericanos fueran distinguidas unas de otras. Es incluso plausible sugerir que la identidad cosmológica jugó un importante papel a la hora de establecer relaciones sociales y económicas entre los distintos pueblos mesoamericanos, pues eran poseedores de una base de entendimiento compartida. Los antiguos mesoamericanos se relacionaban muy estrechamente entre sí, viajando de un lugar a otro por razones políticas y comerciales, y algunos arqueólogos creen que es plausible que pararan en ciertos tramos de su recorrido para realizar oraciones a un dios de otra cultura.
Para entender cómo pensamos, es necesario conocer primero nuestros orígenes. Uno de las características fundamentales de la cosmovisión mesoamericana es la importancia que le daban al tiempo. El tiempo para los mesoamericanos lo era todo, y esto no debe extrañarnos mucho, puesto que se trataba de un grupo de sociedades fuertemente vinculadas a la agricultura. El crecimiento de las plantas está a su vez estrechamente relacionado con las estaciones del año, que los mesoamericanos investigaron profundamente para poder delimitar los periodos de cosecha y de siembra necesarios para poder obtener una mayor cantidad de productos. Incluso se sabe que seleccionaron distintas clases de mazorcas de maíz, cada una de ellas especialmente diseñada para ser sembrada en una época especifica del año. Por estas razones desarrollaron un complejo sistema calendárico y la creencia en dioses supremos relacionados con el tiempo.
            Otro componente básico del mundo de los antiguos mesoamericanos eran dos materias con propiedades distintas que conformaban todas las cosas. La primera de ellas era la materia densa, aquella que nosotros consideramos materia normal. El segundo tipo de materia es más liviana que la anterior y se referían a ella como “poco densa”. Esta materia se encontraba en todos los objetos y seres del planeta y los dotaba de sus características esenciales. Los dioses eran los únicos que estaban enteramente conformados por esta sustancia, y esta materia era susceptible de ser infinitamente dividida de acuerdo con los cortes que se le hicieran al objeto. El objeto recibía esta materia “poco densa” por parte del dios específico, de esta manera el dios dotaba al objeto de sus propiedades. Así, por ejemplo, el dios de la tierra se dividía en incontables partes de sí mismo que distribuía a través del mundo a cada rincón donde hubiera un pedazo de tierra. El dios se encontraba de esta manera en todas partes.
 Esta propiedad de los dioses para dividirse también podía ser usada por ellos en dirección inversa. Por ejemplo, cuando el dios de la lluvia de alguno de estos pueblos se encontraba con su respectivo dios del viento, sus sustancias se juntaban y daban origen a un huracán. Cuando todos los dioses se juntaban en un solo ser se creaba el dios supremo del tiempo. Así, queda de nueva cuenta recalcada la importancia que los mesoamericanos daban al tiempo. Por mi parte, me parece que esta interesante visión del mundo podría ser considerada como dialéctica, pues involucra la constante interacción entre los elementos y el cambio de las circunstancias que conforman el universo. Sin embargo, me parece bastante claro que los mayas no tuvieron presente la filosofía dialéctica a la hora de pensar en su religión, así que este concepto no debe ser utilizado literalmente para describir sus creencias. En fin, estos aspectos nos hablan de una cosmología, es decir, una manera de entender el universo.
  
El Universo Para los mesoamericanos


            Para los antiguos pobladores de Mesoamérica, el universo, básicamente, estaba dividido en tres grandes zonas superpuestas unas sobre otras. Abajo se encontraban los inframundos, en el centro el mundo de los seres vivos, y arriba los cielos. Contel lo describe así: “El cuerpo superior, fecundador y dispensador, y el cuerpo inferior, productor y depositario, quedaban separados por postes que impedían su unión”. Estos postes eran cinco enormes árboles o cinco dioses ubicados en cada uno de los cuatro puntos cardinales y en el centro,  en el cual confluían.
            Los dioses bajaban y subían de los distintos estratos del universo a través de estas columnas que jugaban el papel de puentes, y realizaban estos trayectos en distintas épocas del año.
La estructura universal percibida por los mesoamericanos se ve reflejada en muchos de los aspectos de su vida, como son la construcción de sus templos alineados a distintos puntos cardinales e incluso en la forma en que concebían a sus dioses de la lluvia. En efecto, una parte de los dioses de la lluvia mesoamericanos poseían la cualidad de la quadruplicidad y quintuplicidad, puesto que desempeñaban el importante papel de cuidar  la milpa, y por lo tanto su acción, positiva o negativa, debía de ser pluridireccional.
Dos ejemplos claros de este fenómeno son encontrados en Tlaloc y Chaac, a los que Contel describe de la siguiente manera: “bajo su aspecto cuádruple, representan los cuatro pilares que sostienen el mundo”. Uno de los tantos nombres que recibió Tlaloc fue el de Nappatecuhtli, que significa “cuatro veces señor”, era el dios de las cuatro direcciones. Además, se dice que Tlaloc es “compañero de los cuatro vientos” por lo cual se puede concluir que Tlaloc forma un quinto ser, probablemente ubicado en el centro de los cuatro puntos. Por su parte, los pauahtunes eran los dioses de los cuatro vientos y aliados de Chaac, quien es vinculado con el color verde, el color del centro. También el dios zapoteca llamado Cocijo tenía cuatro compañeros cercanos (el viento, la lluvia, las nubes y el granizo) y se han encontrado representaciones de él relacionadas con la ceremonia del Volador, dedicada a los cuatro puntos cardinales. De esta forma queda claro que existían fuertes relaciones entre la percepción que los antiguos mesoamericanos tenían de la estructura del cosmos y la forma en que concebían a sus dioses y realizaban sus rituales.
(La Ceiba era el árbol sagrado de los mayas y unía los tres estratos del universo)

Los mudos que nunca han dejado de cantar.

Las antiguas culturas mesoamericanas poseían una manera particular de ver el mundo, diferente entre ellas en muchos sentidos, pero parecida en muchos otros. A la hora de clasificarlas no hay que olvidar tomar en cuenta estas diferencias y similitudes intrínsecas. Y más importante aún, hay que recordar que las clasificaciones que realizamos los seres humanos son meras invenciones de nuestra imaginación, surgidas de nuestra necesidad por entender el mundo, y por lo tanto no tienen una existencia real. No hay que tratar nuestras clasificaciones y nuestros conceptos como los únicos y verdaderos, si no como herramientas que nos ayudarán a obtener una mejor comprensión del mundo y de nosotros mismos.
          Debemos tener presente siempre en mente algo que ya nos recordó alguna vez Buenfil Batalla. Que Mesoamérica es un concepto vivo, que aún late su corazón en este territorio que habitamos, qué se sigue transformando y evitando la muerte sin importar cuantos cazadores traten de finiquitarla. La cultura y la cosmología de las antiguas civilizaciones mesoamericanas viven aquí, a nuestro alrededor, nos impregnan con su presencia y, tal vez sin que nos hayamos dado cuenta todavía, influyen en nuestras propias ideas y decisiones. Si cierro los ojos y oigo los susurros que transporta el viento, puedo oír los cantos de los que muchos consideran mudos, pero nunca han callado; cantan una canción que tienen mucho que enseñarnos sobre nosotros mismos, y seremos sabios si los escuchamos.

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A los interesados en conocer más:
-Contel, Jose “Los Dioses de la Lluvia en Mesoamérica” en Arqueología Mexicana, número 96 volumen XVI, Marzo-Abril 2009, pp.20-25.
-Delgado de Cantú, Historia de México Volumen I: El Proceso de Gestación de un Pueblo, México, Pearson, 2006.
-López Austin, Alfredo, “La Religión, la Magia y la Cosmovisión” en Linda Manzanilla y Leonardo López Luján (Coord.), Historia Antigua de México, Volúmen IV: Aspectos fundamentales de la tradición cultural mesoamericana,México, INAH, UNAM, Miguel Angel Porrua Grupo Editorial, 2000, pp.227-272.
-Sharer, Robert, La Civilización Maya, México, FCE, 1998.