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lunes, 10 de diciembre de 2012

Sobre la espiritualidad en el materialismo y los simpáticos amigos plutonianos


Imaginemos que en Plutón habita una civilización de hormigas extraterrestres que ha logrado desarrollar  una técnica artística sorprendente. A ellas nunca les llamaron la atención la tecnología ni la ciencia, durante toda su historia solo se han dedicado al arte. Escriben poemas tan armoniosos que las obras de Pablo Neruda, José Espronceda y Sor Juana nos parecerían producto de fetos aún no paridos si las comparáramos. Sus pinturas son tan bellas que, de ser puestas a lado de las mejores de Rembrandt  y Giotto, estás últimas  parecerían más bien basura. Y su música, ¡Ni que hablar! Si la escuchásemos seguro mandaríamos quemar todas las partituras de Tchaikovsky, Bach y Mozzart; inservible escoria. 

            ¡Vaya que sería hermoso que esta civilización existiera! Si la encontráramos ¡Cuántas cosas tan bellas veríamos y oiríamos!, ¡Cuántas hermosas emociones nuevas experimentaríamos! Sin embargo, debido al relativo diminuto tamaño de nuestros simpáticos seres artistas y a que nunca desarrollarán tecnología suficiente como para crear radiotelescopios o cosas semejantes, la única manera de que podamos corroborar su existencia es yendo a Plutón y aparcando nuestra nave espacial junto a uno de sus hormigueros (obras maestras de la arquitectura galáctica, por cierto).

            Bien, entonces actualmente no tenemos medios para probar que esta civilización realmente exista (¡y a mi me encantaría que así fuese!), como tampoco tenemos medios para probar que no exista. ¿Vale la pena discutir sobre su existencia, puramente teórica? ¿Vale la pena dejar de producir arte, pues, de existir esta civilización, solo estaríamos desperdiciando nuestro tiempo? ¿Dejamos algo tan importante, como es el arte, en manos de una civilización que igual puede existir que no hacerlo? ¿Vale la pena invertir nuestros esfuerzos económicos, tecnológicos y sociales en llegar a Plutón para corroborar esta hipotética existencia? Plutón es una gran piedra, contra la cual no tengo ninguna mala opinión, y probablemente aprenderíamos cosas interesantes si la visitásemos aun a pesar de que sus hipotéticos habitantes resultaran no existir. Sin embargo, podríamos invertir ese dinero y esfuerzo en cosas más urgentes: como en proteger al medio ambiente, mejorar la educación, hacer más y mejores investigaciones, o incluso ir a otros planetas como Marte o Júpiter; que son mucho más llamativos que Plutón y en los cuales también podrían habitar civilizaciones muy exóticas  -para nosotros, claro- e interesantes.

            Yo no le doy muchas vueltas al asunto, hago mi vida de tal forma que no dependa de la existencia de los Plutonianos. Para mí, los Plutonianos bien pueden existir o no hacerlo. Si existen ¡Qué bien! Y si no, no me afecta. Cuando actuo en mi vida doy por supuesto que los Plutonianos no existen. Tal vez en algún lejano futuro prenda la tele y me entere, en las noticias, que los astronautas humanos llegaron a Plutón y se satisficieron con las hermosas obras de arte que allí vieron; pero mientras ese día no llegue, actuaré, viviré y pensaré como lo haría si los Plutonianos no existieran. Mi pensamiento acerca de la existencia de Dios es el mismo.

Dios puede existir o no existir. Si existe ¡Qué genial! Y si no, no me afecta. Al igual que con los Plutonianos; cuando actuó, vivo y pienso, doy por supuesto que Dios no existe; ningún dios. Y así, doy por supuesto que dios no existe cuando decido como actuar; doy por supuesto que dios no existe cuando decido como pensar; doy por supuesto que dios no existe cuando  vivo mis sentimientos; doy por supuesto que dios no existe, en fin, cuando hago mi vida. Entonces, aunque no pueda afirmar con absoluta certeza que ningún dios existe, ¿Cuál es la diferencia entre dar por supuesto que dios no existe al actuar, pensar, sentir y vivir, y no creer en dios? Ninguna práctica. Por eso soy una persona atea.

            Sin embargo, el que sea una persona atea no quiere decir que no experimente cierto tipo de espiritualidad. No me mal entiendan; tampoco creo en el alma, ni en las energías paranormales, ni en ninguna de esas especulaciones metafísicas. Para mí, la espiritualidad es algo de suma importancia -semejante al arte-, que no puede ser dejada en manos de un “tal vez, quien sabe”. La experimento cada vez que observo al universo y trato de imaginar lo enormemente vasto que es, es de una exorbitante envergadura tal que mi imaginación no se da abasto en la tarea; cada vez que trato de entender a las personas y nuestras sociedades; cada vez que pienso en los pequeños átomos y sus partículas viajando en el vacío...

En esos momentos, mientras lucho por intentar comprender la totalidad de las cosas, hay un instante en el que entiendo que yo soy parte de ella. Soy parte del universo.             Asomémonos por nuestras ventanas y miremos una estrella (sí es de día, eviten mirar el Sol); piensa en su enorme tamaño; sábete minúsculo en comparación con ella; piensa en toda la cantidad de átomos de hidrógeno que deben de estar chocando caóticamente en su interior; piensa en los millones de kilómetros que han  recorrido sus fotones de luz, para que en un minúsculo fragmento de instante entren en tu retina y exciten tus bastones y conos; piensa en todo el tiempo que les tomó recorrer esa distancia; piensa también en que los átomos de hidrógeno que fusiona son iguales a los que circulan en los glóbulos rojos de tu sangre, a los que componen las células de tu piel, iguales a los que forman parte de las neuronas de tu cerebro; células cerebrales que en estos momentos se comunican en patrones igual de caóticos a los de los átomos de hidrógeno chocando en el interior de la estrella; y de cuyos caóticos patrones de comunicación, nace tu pensamiento, tu identidad. Naces tú.

Piensa en las semejanzas que tienes con esa estrella, ambos están hechos de materia, ambos están sujetos a las mismas leyes naturales, ambos nacieron y ambos morirán, ambos son descomunalmente pequeños cuando se les compara con el universo... Después de todo, esa fría y distante estrella y tú resultaron tener muchas cosas en común. Cuando uno se da cuenta de que forma parte de todo, de que hay un continuo entre uno mismo, lo infinitamente pequeño y lo exorbitantemente grande; esa es para mí la experiencia espiritual.

            ¿Creo en algún ser superior? Creo en mi familia, creo en la sociedad que me rodea, creo en la humanidad, creo en los átomos y las galaxias, creo en la conciencia, creo en la vida, creo en la historia, creo en el futuro, creo en el tiempo, creo en que lo ignoro casi todo –sino es que todo-, creo en el universo.

            Para muchos estas creencias podrán sonar como cosas materiales [de hecho, lo son]; pero para mi, son las cosas en las que puedo creer, pues puedo probar su existencia. No las entiendo, y no creo nunca entenderlas cabalmente. Pero sé que están ahí. Las pruebas me lo corroboran. No se necesita entender algo para saber que existe; pero si se necesita probarlo.

            La vida es solo una breve iato de tiempo en nuestro estado permanente de rocas para contemplar el universo antes de volvernos piedras nuevamente. Reconozco que la realidad me rebasa, que ignoro por completo lo que en verdad es; que mí vida es fugaz y efímera; que lo que llamamos totalidad, nuestra vida, no es nada para los estándares universales; que el universo es cosmos, pero también es caos. Todas estas son cosas que me asombran, pero también me asustan. A este interesante y profundo sentimiento, atrapado en algún rincón del camino entre la fascinación y el terror, lo llamo el misterio de las cosas.

            Para mí, ésta es la espiritualidad; y no necesita de dioses ni de otros entes metafísicos para ser sentida. Solo requiere de materia y de las ideas y los sentimientos que ésta puede generar. En otras palabras: La espiritualidad se basta con lo que somos.

domingo, 15 de enero de 2012

Sobre el sincretismo entre la religión Maya y la Católica.


En 1992 se recordaron quinientos años de un acontecimiento que trascendió en la historia de la humanidad, se trata de la llegada de los europeos españoles al continente americano. El aniversario suscitó mucha polémica ¿Debía festejarse? o ¿Debía ser un día de luto? Un grupo aseguraba que los europeos habían descubierto América, mientras otros acertaban que el continente había sido descubierto por los humanos varias decenas de miles de años antes. La polémica aún continúa hasta nuestros días, y muy probablemente nunca termine. Pero al final todos parecemos estar de acuerdo en que en esa fecha, quinientos años atrás, se había suscitado el encuentro de dos mundos, dos mundos que nunca volverían a ser lo que eran antes.

       Cuando uno estudia la historia de la humanidad es recurrente observar que cuando dos culturas distintas chocan surgen conflictos entre ellas, y esto no es de extrañar pues incluso dentro de las mismas culturas surgen disputas. Las razones detrás de estas disputas pueden ser de muy distinta índole; a veces son ocasionadas por el choque entre las distintas normas sociales de los grupos involucrados y en otras ocasiones debido a los intereses expansionistas y la búsqueda de riquezas por una, varias o todas las partes involucradas. En el caso de América, y más específicamente del área maya, el encuentro con los españoles resultó en una conquista que trató de imponer por la fuerza el control político y económico y una cultura fundamentalmente distinta de la que predominaba en los habitantes de este territorio, esto provocó un choque cultural que tuvo especial trascendencia en el campo de la cosmovisión religiosa.

       Dedicaré mis esfuerzos en esta entrada a tratar de explicar de forma breve y sencilla el sincretismo religioso entre las creencias mayas prehispánicas y las cristianas católicas, que empezó durante la conquista y continúa hasta nuestros días.

La Cosmovisión Maya Prehispánica

Antes de poder hablar sobre el sincretismo religioso me parece pertinente conocer la forma en que los antiguos mayas pensaban, y creo que la mejor manera de entender el pensamiento de un pueblo es a través de su cosmovisión y su religión, pues es a través de estas que los humanos explicamos los acontecimientos que observamos en la naturaleza y la forma en que reaccionamos a ellos. Por esta razón dedicaré este pequeño apartado de mi entrada a describir las bases ideológicas de la cosmovisión maya.

       Es importante recordar que cuando hablamos sobre religión y cosmovisión maya prehispánica nuestras principales fuentes de información no son los registros arqueológicos, sino los escritos históricos redactados durante los primeros años de la colonia (ya sea por los conquistadores o por indígenas que deseaban perpetuar sus tradiciones), y los estudios antropológicos en las comunidades indígenas actuales, así como el legado histórico de los antiguos mayas que se han preservado hasta nuestros días a través de su escritura jeroglífica. Debido a que las dos primeras fuentes que mencioné anteriormente han sufrido la influencia de ideas occidentales, extirparles la información que provenga de momentos prehispánicos es una labor ardua y compleja, que requiere la comparación de múltiples fuentes, como con los registros jeroglíficos. Actividad que Mendelson compara con armar un rompecabezas incompleto a partir de piezas dispersas y sueltas: “Cada comunidad parece tener una colección de piezas de un rompecabezas, pero en ningún caso la colección está completa”. En ocasiones los arqueólogos y antropólogos también recurren a la comparación del contenido de dichas fuentes con la información preservada en los registros arqueológicos para saber si una idea ha sufrido influencia de corrientes posteriores al contacto europeo. Siguiendo estas técnicas; hemos logrado obtener una imagen bastante clara de lo que alguna vez fue la cosmovisión maya, especialmente la del clásico.
 
      Para los mayas antiguos el mundo estaba compuesto de trece capas. Los humanos habitamos la capa intermedia mientras que las capas superior e inferior permanecen intangibles e invisibles para nosotros. Arriba se encuentra el cielo, dividido en trece capas cada una con su dios correspondiente, hacia abajo de la capa tangible se encuentra el inframundo dividido en nueve capas cada una con un dios propio. Es importante destacar el hecho de que estas capas no parecen haber estado separadas, sino que formaban parte de un continuo. Además, estos tres niveles se encontraban en constante comunicación gracias a una gran ceiba central, el árbol sagrado de los mayas, cuyas ramas se extendían hasta la capa más alta y sus raíces se enterraban hasta lo más profundo del inframundo. La ceiba era considerada sagrada porque sus raíces se levantan del suelo formando una cruz, cuyos picos los mayas identificaban con las cuatro direcciones del cosmos.

        El mundo tangible tenía la forma de un cuadrado y estaba dividido en cinco direcciones (Norte, Sur, Este, Oeste y Centro), cada una de estas direcciones era asociada con un color y un animal. Pero a pesar de que el mundo tangible era cuadrado el universo no era cúbico, sino más bien una especie de romboedro, como explica De La Garza, pues el nivel celeste era concebido como “una pirámide escalonada de trece niveles, y correlativamente, el inframundo también se habría concebido como una pirámide, pero de nueve cuerpos e invertida”. Por estas razones la cruz era un símbolo sagrado para los mayas, pues representaba no solo a la ceiba central, sino a los cuatro lados del universo que confluían en un eje central.

       Estamos bastante seguros ahora que los mayas antiguos creían en una vida después de la muerte, que supone la existencia de una fuerza espiritual que poseemos todos los seres humanos, llamada way. La way está relacionada en cierta medida con el concepto de nagual, un espíritu acompañante en el que creen varios grupos mayas actuales. El nagual parece tener forma animal y se supone que se une a una persona en el momento de su nacimiento, decidiendo en ese instante cuál será su destino.

      Estudios recientes del Clásico han identificado un lugar llamado Flower Montain (Montaña Flor) en donde los espíritus de los fallecidos convivían unos con otros y compartían una abundancia de comidas y bebidas junto con los Dioses. Sin embargo, los muertos tenían que pasar una serie de pruebas para llegar a Flower Montain a menos de que se tratara de los espíritus de los fallecidos en el campo de batalla, los suicidas, las mujeres que morían en parto, los gobernantes y los sacerdotes, porque todos ellos accedían de manera directa a ese lugar. También se cree que los reyes revivían para volverse dioses y que los difuntos, de alguna forma, continuaban siendo parte de la sociedad de los vivos y conviviendo con sus parientes, de ahí que sea una práctica común aún hoy en día la adoración de los ancestros por parte de los mayas actuales.

       Ninguna breve descripción de la cosmovisión y religión maya estaría completa sin una pequeña introducción a su panteón. Una característica de los dioses mayas es que no eran deidades completamente autónomas, sino que eran distintas manifestaciones de un solo ser supremo, de tal forma que se podían unir y separar a voluntad. Contel lo pone de esta manera: “A veces cuando [los dioses de la lluvia] se reúnen con los remolinos de viento, se convierten en huracanes, confundiéndose o fusionándose así con otros dioses”. Debido al poco espacio disponible para escribir esta entrada solo describiré brevemente a los tres dioses que considero más importantes para tratar el tema en cuestión, aunque existen muchos otros que para los mayas antiguos fueron muy importantes, e incluso a veces más que los aquí presentes.

1) Itzimná: En los primeros días era una sustancia que impregnaba todo el cosmos maya. Fue el creador del universo, curador de las enfermedades, inventor de la escritura, el primer sacerdote, nombrador de los territorios yucatecos y rey de los dioses. También fue el patrón del día Ajaw, el más importante del calendario maya.

2) Chaak: Era asociado con la creación y con la vida, la producción agrícola, el rayo y el trueno. Se le relacionaba con todos los lados del universo y con el centro, cada manifestación es del color correspondiente a la dirección cardinal.


3) Ix Chel: Era una diosa multifacética. Se le relacionaba con las actividades consideradas femeninas por su cultura, como el parto y el embarazo, así como con la medicina, los textiles, las aguas, la pintura, el arco iris, la fertilidad de la tierra y la noche. Según parecen indicar ciertas vasijas, fue esposa de Itzimná.

¿Qué es el sincretismo y por qué sucedió?

Barett define dos formas en las cuales las culturas integran ideas extrañas a ellas: el sincretismo y la imitación. Mientras que la aceptación por imitación consiste en intentos deliberados por copiar la forma ajena, la aceptación por sincretismo consiste en la integración de ideas foráneas y su adaptación en términos de las ideas nativas. De esta forma, queda claro que el sincretismo no es un acto de copiado y pegado, sino una manera de tomar ideas nuevas y adaptarlas a la forma de pensamiento propia. En este proceso se involucran ideas y sentimientos de los partícipes, y por eso no es de extrañar que en su estudio también sea este el caso.

       En efecto, distintos investigadores han observado el tema desde diferentes puntos de vista. Primero se encuentran aquellos que al observar la omnipresencia de características cristianas en el área, hablan de un abrumador triunfo de esta religión sobre la local. Por otro lado los investigadores románticos, sobrecogidos por la cantidad de evidencia de sobrevivencia religiosa prehispánica, hablan de la religión mesoamericana en general como predominantemente indígena. Finalmente, están los que piensan que si bien es cierto que la verdad, cualquiera que esta sea, no puede ser polarizada en términos de un total “triunfo” de una religión sobre la otra, es evidente que sí existió un intercambio de ideas entre ambas cosmovisiones. Esto no debe de parecernos extraño debido al carácter intrínseco de flexibilidad en ambas religiones.
Los sacerdotes indígenas del periodo militarista tenían ya una gran experiencia en relacionar nuevos dioses con el viejo panteón. Ambas iglesias tenían una tradición de flexibilidad: la unidad esotérica y la diversidad exotérica podían coexistir en el mismo sistema. 'Siempre y cuando los sacerdotes mantuvieran sus liderazgo como los mediadores definitivos entre dioses y hombres y los interpretes definitivos de esta relación, los hombres podían adaptar los diversos patrones religiosos que mejor se acomodaran a sus preocupaciones locales'. Mendelson.

      La conquista espiritual de la península se distingue de otras por la larga duración del periodo de conquista español, que duró aproximadamente veinte años, en el caso de Yucatán. Esto se debió a que, para 1527, la mayoría de las ciudades mayas estaban en declive o ya habían sido abandonadas. Por lo cual no existía una religión centralizada comparable a aquella del Imperio Azteca. 
 
        Hay que considerar también el factor comunicación. A diferencia de otros lugares del imperio español, aquí más de la mitad de los frailes nunca aprendieron a hablar maya, por lo cual la mayor parte de la evangelización fue llevada a cabo por indígenas convertidos que habían sido poco preparados en la doctrina. Esto propició la sobrevivencia del sistema de valores maya, que contrasta con el cristiano. De hecho incluso hasta fechas tan tardías como finales de la colonia, algunos mayas tenían fe en que sus dioses los ayudarían a deshacerse de los invasores.
 
Diferencias y similitudes entre las religiones  maya prehispánica y la católica.

   El sincretismo se vio favorecido también por el sorprendente parecido en varias de las creencias, rituales y símbolos entre ambas religiones. En las dos hay formas de bautismo, confesión, comunión, ayuno y penitencia, peregrinajes, vírgenes que son grandes madres, escenas de pasión, dramáticas representaciones de sacrificio, el consumo de incienso, licores sagrados, la autoflagelación, y la asociación de deidades con los días del calendario. Por otro lado, cabe resaltar que no todo fue semejanza y parecido entre ambas religiones, de hecho ambas cosmovisiones difieren entre ellas en numerosos aspectos que son imprescindible tener en cuenta si se desea obtener una idea más o menos clara de la forma en que los dos sistemas de creencias se mezclaron entre si.

       La primera diferencia que se distingue cuando se comparan la antigua religión maya y la católica, es el sacrificio de humanos. Durante el periodo de evangelización, los mayas parecen haber interpretado la crucifixión como un nuevo tipo de sacrificio humano. De hecho existen numerosos relatos de crucifixiones humanas durante los primeros años de la colonia. Podemos mencionar además que los mayas, y en general las culturas mesoamericanas, no parecen haber desarrollado el concepto de religión que nosotros usamos hoy en día para distinguir un sistema de creencias de otro, más bien parece que veían las semejanzas y diferencias de las religiones mesoamericanas como diferentes interpretaciones del mismo fenómeno.

      Otras diferencias, que mencionaré rápido por falta de espacio, son la creencia de los mayas en nahuales y otros espíritus, que definían desde el momento de nacimiento la suerte y el destino del individuo, a diferencia de la religión cristiana que supone que uno hace su propio destino; la visión de un tiempo cíclico con distintas creaciones y finales, a diferencia de la creencia cristiana de un tiempo lineal con una sola creación y un solo final; y las distintas percepciones de la vida después de la muerte en ambas creencias.

      En el limbo entre las diferencias y las similitudes me atrevo a colocar la dualidad entre politeísmo/monoteísmo. Por un lado, tenemos a la religión prehispánica maya, que es considerada por muchos politeísta debido a que tiene múltiples deidades, pero a la vista de los nuevos descubrimientos, que parecen señalar que los dioses se podían “fusionar” entre ellos para formar un solo ser supremo, ha llegada a ser catalogada por algunos, como Sharer, una religión monoteísta. En la otra esquina tenemos al catolicismo, que se jacta de ser una religión monoteísta a pesar de tener tres dioses principales, que sin embargo, forman parte del mismo ser. Desde mi punto de vista, ambas religiones pueden ser consideradas al mismo tiempo politeístas y monoteístas, y este factor, imagino, pudo haber facilitado la aceptación del cristianismo por parte de los mayas.

      Este conjunto de semejanzas y diferencias en ambos componentes de la religión maya actual, ha dado como resultado una religión dualista en varios aspectos. Por ejemplo, los macehuales llevan a cabo dos complejos ceremoniales coexistentes en sus comunidades. Por un lado se encuentran los ritos de tipo cristianos, realizados por el tatich, y que forman las bases de las relaciones sociales; mientras que los ritos de tipo “milperos”, relacionados estrechamente con los dioses prehispánicos de la lluvia, responden a los aspectos de la economía agrícola y a la relación del hombre con la naturaleza. En X-Cacal ambos tipos de ritos son realizados simultáneamente en distintos altares de la misma iglesia y son seguidos por la misma congregación sin que haya conflicto entre ambos. No se sabe si los mayas reconocen distinción entre ambos cultos; yo opino que no necesariamente, pues ambas religiones muestran tendencias flexibles y una aceptación al dualismo, como en el caso del factor monoteísmo/politeísmo.
Considerando estos factores, no extraña que ambas religiones se hayan fusionado en la religión que practican muchos de los mayas actuales. Sobre todo en Quintana Roo.
 
La religión maya contemporánea.
 
Al observar la forma en que se llevó a cabo la evangelización de los mayas, no es de extrañar que sus productos hayan sido una confusión de deidades y una dualidad de ritos, cosmovisión, y valores morales. Madsen clasifica tres aspectos característicos de la religión maya contemporánea, la adoración de la cruces, la persistencia de dioses prehispánicos y ritos, y la poca importancia a la adoración de la Virgen de Guadalupe.

      Las cruces juegan un papel central en la actual religión maya, y cabe esperarse este resultado si se piensa en el importante significado que estas tenían para los mayas ya desde la época prehispánica. Se dentificaba a la cruz con los cuatro puntos cardinales y se le reverenciaba como si se tratara del Dios de la Lluvia. Actutudes que persisten hasta nuestros días.
Esta actitud se debe a que hay una identificación de este símbolo católico con la forma de su símil prehispánico, siendo desde la colonia, el centro de un culto sincrético y mesiánico. (…) Esto explicaría porque la cruz continuó manteniendo su propia potencialidad individual mientras que se le relacionaba con la de Jesucristo, impuesta ferozmente, y de la cual era parte integral y su propio vehículo. Yuri Balam.
      El rito a la cruz parlante inició en el pueblo de Chan Santa Cruz (hoy Felipe Carrillo Puerto) en 1850 durante la Guerra de Castas. El origen parlante de las cruces mayas puede ser relacionado con ídolos parlantes de la época prehispánica, que cumplían el papel de oráculos. Cuando el ejército mexicano entró en la ciudad y acabó con la cruz y su ventrílocuo, tres nuevas cruces aparecieron en el estado, que son consideradas por los mayas de hoy como las hijas de la cruz original. Uno de los primeros sacerdotes de la cruz, Juan de la Cruz, se proclamó hijo de dios, y hoy en día en Quintana Roo su nombre y el de Jesucristo son sinónimos. El culto a las cruces parlantes se ha expandido a los mayas de Chiapas y el Norte de Guatemala.

       La mayor parte del culto a los dioses prehispánicos ha desaparecido o se ha camuflado de alguna manera, sobre todo el que se hacía hacia aquellos dioses que eran temidos, pero no amados. Sin embargo, el culto a los dioses relacionados con el ciclo agrícola, la salud y el clima aún sobrevive hasta nuestros días, y se puede entrar en contacto con ellos, ya sea directamente o a través de sus santos substitutos (aquellos que suplantan la identidad de una deidad prehispánica), para rituales que involucran a toda la comunidad o a individuos.

      En algunas comunidades mayas de las tierras altas, el dios padre cristiano es identificado como “Nuestro Padre Sol”. Su contraparte femenina es “Nuestra Madre Luna” y Cristo es identificado como Hunapu, uno de los hermanos que aparecen en el Popol Vuh. En Belice San Vicente es el patrón de la lluvia y San José el protector del maíz. De forma similar, en Yucatán el arcángel Gabriel y otros santos cristianos son identificados con los Pauahtuns, protectores de los puntos cardinales, y el arcángel Miguel es identificado con Chaak, la Virgen María es llamada Chinchpan Colebi, identificada con Ixchel, finalmente Halal Dios representa tanto a Itzimná cómo al Dios Padre cristiano. Todo esto nos pinta un panorama de creencias altamente fusionadas y dependientes unas de otras. Pero ¿qué podemos esperar que suceda con estas creencias en el futuro próximo?

Visiones sobre el futuro

Algunos autores creen que la religión maya-católica ha entrado, desde principios del siglo XX, en una etapa en que sus componentes prehispánicos han ido desapareciendo poco a poco debido a la influencia directa de los sacerdotes católicos, el abandono de antiguos ritos y el desinterés de las nuevas generaciones. Concluyendo que estamos presenciando sus últimos momentos. Con estas observaciones coincide Mendelson cuando dice que el mito viviente maya podría convertirse en otro tipo de creencia, del mismo modo en que los occidentales creemos en los cuentos de hadas, estas creencias también pueden descomponerse hasta convertirse en costumbres, cuya práctica solo sea realizada con fines recreativos (del mismo modo en que yo pongo un altar de día de muertos en mi casa sólo porque se ve bonito) o degenerar en un conjunto de prácticas que no sean más que una atracción turística. Además hay que tomar en cuenta la nueva influencia del protestantismo en el área, que se ha mostrado más intolerante con las formas de sincretismo.

       Personalmente, me parece que es de vital importancia, si se desean solucionar los problemas que afligen a nuestra sociedad, que primero entendamos mejor como funciona ésta. Y creo que emprender el estudio de temáticas como esta, que están estrechamente relacionadas con la forma en que nuestro pueblo se entiende a sí mismo y define a sus integrantes, llevará a su posterior entendimiento. Entender las raíces de un problema cualquiera es indispensable en todos los casos para hallar una solución a él.

       Finalmente, es de esperarse que el futuro no haya revelado sus secretos antes de que se vuelva presente, pues nunca ha actuado de este modo. Pero a pesar de que no sabemos lo que vendrá, podemos estar seguros que conocer la forma de pensar de aquellos con quienes compartimos esta tierra es una actividad que no solo satisface nuestra curiosidad, sino que nos permite respetar a las personas con quienes vivimos. Y en la medida en que seamos capaces de respetarnos unos a otros y solidarizarnos con el prójimo, seremos capaces de hacer de este lugar, un hogar más cómodo para vivir. Además, sería ingenuo inferir que las creencias de las personas con las que vivimos no influyen en nuestra manera de pensar, de tal modo que conocer la forma en que nuestros vecinos piensan es una forma más de descubrir quiénes somos nosotros mismos ¿Y qué puede valer más la pena que eso?


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Bibliografía.
        Balam Ramos, Yuri, Tulúm: Mayas y Turismo, Universidad de Quintana Roo, Chetumal, 2010.
      Contel, Jose “Los Dioses de la Lluvia en Mesoamérica” en Arqueología Mexicana, Editorial Raíces, número 96 volumen XVI, Marzo-Abril 2009, pp.20-25.
       De la Garza Camino, Mecedes, “Origen, estructura y temporalidad del cosmos”, en Religión maya, editado por M. de la Garza Camino y M.I. Nágera Coronado, Trotta, Madrid, 2002, pp 53-81. 
          López Austin, Alfredo, “La Religión, la Magia y la Cosmovisión” en Historia Antigua de México, Volúmen IV: Aspectos fundamentales de la tradición cultural mesoamericana, Linda Manzanilla y Leonardo López Luján (Coord.), INAH, UNAM, México, Porrua, 2000, pp.227-272. 
         Madsen, William, “Religious Syncretism”, en The Handbook of Middle Americans V. 6, University of Texas Press, London, 1971, pp. 369-391. 
          Martos López, Luis Alberto, “Elementos mayas en la arquitectura y culto del siglo XVI”, en Antropología Mexicana, Editorial Raíces, Volumen XV n°88, Noviembre-Diciembre de 2007, pp. 51-56. 
         Mendelson, E. Michael, “Ritual and Mythology”, en The Handbook of Middle Americans V. 6, University of Texas Press, London, 1971, pp. 392-415. 
       Pérez Suárez, Tomás “ Dioses mayas”, en Antropología Mexicana, Editorial Raíces, Volumen XV n°88, Noviembre-Diciembre de 2007, pp. 57-65 
         Sharer, Robert y Loa P. Traxler, The Ancient Maya, Univeristy Press, Stanford, Stanford, 2006. 
         Vela, Enrique, “Popol Vuh, El Libro Sagrado de los Mayas”,en Antropología Mexicana, Editorial Raíces, Volumen XV n°88, Noviembre-Diciembre de 2007, pp. 41-50.