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miércoles, 17 de febrero de 2016

Sobre los 10 (no)mandamientos para los humanistas del siglo XXI



¿Puede la moral ser producto de un proceso democrático? Eso piensan Lex Bayer y John Figdor quienes iniciaron en el 2014 un sitio web que invita a todas las personas a compartir un “mandamiento” con el resto del internet. Fruto de esta actividad fue una lista de 10 mandamientos para los ateos del siglo XXI. Un título que deja muchas cosas a considerar. Para empezar, el nombre “mandamiento” es poco exacto, puesto que la lista no trata de imponer órdenes y leyes morales a nadie, de hecho sería mucho más exacto quitar la palabra “mandamiento” del título y sustituirla por “consejo”. Pero obviamente este sería un título mucho menos taquillero y se perdería de paso la obvia referencia a los 10 mandamientos de la tradición judeocristiana. Incidentalmente, esta es también la razón por la que los autores seleccionaron solamente diez mandamientos de entre todas las sugerencias (en vez de, digamos, 11, 42 o 1764). Sí, yo entiendo a todos los amantes del diez, es un número muy bonito formado por la suma de los cuatro primeros números enteros positivos, pero no hay nada en él que compela a la moral a ajustarse a sus designios cuantitativos. Tampoco me parece correcta la inclusión de la palabra “ateo” en el título puesto que el ateísmo es simplemente una aseveración sobre el estado natural del mundo y, como tal, es moralmente neutral. Por sí misma, la visión atea del mundo no incentiva ni castiga ningún comportamiento. A mi parecer un término más adecuado pudo haber sido “humanismo laico”. En fin, podría seguir despotricando contra el título del artículo, pero ese no es el objetivo de esta entrada. De cualquier manera, la lista no debe tomarse como un estricto código de ética sino más bien como una invitación a reflexionar sobre las razones que guían nuestro actuar en el mundo.


     Empecemos por discutir la postura ética que existe detrás de una lista de normas morales. La idea que sostiene que la moral puede sujetarse a leyes de aplicabilidad universal y que las acciones de los seres pensantes son intrínsecamente buenas o malas se suele llamar deontología. La postura contraria, que sostiene que las acciones morales no deben juzgarse de acuerdo con leyes universales sino con respecto a sus consecuencias, recibe el nombre de consecuencialismo. A causa de ello, un consecuencialista evitará crear normas morales y juzgará sus acciones en el mundo según éstas colaboren o no a lograr un fin supremo (como, digamos, aumentar la felicidad o disminuir el sufrimiento). Ambas posturas, llevadas al extremo, conducen a encrucijadas éticas de difícil solución.

     Por un lado, la moral deontológica -con su afán de establecer leyes morales que puedan aplicarse a cualquier situación particular- se enfrenta tanto a la diversidad de la vida social como a nuestra interacción con los demás seres sensibles de la naturaleza; complejidad que engendra comúnmente circunstancias no previstas por ninguna norma. Ni siquiera la constitución más larga, con el reglamento más largo y extenso, puede aplicarse universalmente. Siempre habrán situaciones que no están contempladas en ninguna ley y es por eso que la interpretación del derecho es importante. El intento de encuadrar toda la actividad moral humana en un conjunto de diez normas es claramente un ejemplo de esta moral deontológica.

     El consecuencialismo, por otro lado, también tiene sus límites. Por ejemplo, imaginemos que alguien ha ideado un plan magnífico he infalible que eliminará la guerra del mundo, pero para llevarlo a acabo es necesario terminar con dos tercios de la población mundial. Un consecuencialista se verá tentado a considerar la opción de matar a varios miles de millones de personas con el fin de lograr una sociedad pacífica futura. Un deontologista, por el contrario, posiblemente considerará que el valor de una vida humana cualquiera es suficiente como para obligarnos a abstenernos de buscar la paz por aquel medio y, aunque deteste la guerra, reprobará el medio para su eliminación (eso sin mencionar que en la vida real difícilmente existen planes magníficos he infalibles).

     Aclarado lo anterior -y a sabiendas de que cualquier intento de enlistar reglas morales tenderá hacia el lado deontológico del espectro ético- reflexionemos un poco sobre el contenido de la lista. Llama la atención que sus tres primeros consejos expresen una actitud de inquisición, investigación y asombro ante el mundo. Prácticamente es el reconocimiento del método científico como la manera correcta de estudiar la naturaleza. Lo cual se admite explícitamente en el tercer punto. Lo más valioso de esta primera tercia me parece que radica en su rechazo a todos los tipos de dogmas, en cierta manera su mera existencia implica también su condición como consejos morales en vez de mandamientos. Esta cualidad los hace contrastar drásticamente con los tres primeros mandamientos de la tradición judeocristiana, de tendencia mucho más afín al dogmatismo.

1. Ten la mente abierta y estate siempre dispuesto a ajustar tus creencias a la evidencia.

2. Busca comprender lo que es más probable que sea cierto, y no lo que deseas que sea cierto.

3. El método científico es la manera más confiable que tenemos para conocer el mundo natural.

     El siguiente consejo de la lista se refiere a la relación de cada persona con su cuerpo y obviamente es una defensa de la libertad sexual y una condena a todos los tipos de maltrato físico. Posiblemente alguien pueda amparar en él una defensa del derecho al aborto, pero no estoy seguro si esta es una consecuencia que emane necesariamente de él. Por otro lado, el respeto al cuerpo humano es también una expresión de valores naturalistas. Pues para las personas que creemos que la conciencia es un producto de la materia, y no algo ajeno a ella, la existencia del cuerpo físico es una condición para que exista la mente. El cuerpo es para nosotros parte íntegra de nuestra propia identidad.

4. Cada persona tiene el derecho a elegir que hacer con su cuerpo.

Sobre el quinto no tengo mucho que decir. Me parece algo redundante, pero supongo que no sobra dadas las condiciones sociales actuales. Ojalá que en un futuro no muy lejano ya no sea necesario tener que estar recordándolo.

5. Ningún dios es necesario para ser una buena persona o para vivir una vida llena de significado.

El sexto consejo de la lista me parece el más curioso de todos. Guarda en su interior la contradicción de ser a la vez una norma moral, y por lo tanto de orden deontológico, y un principio consecuencialista. Es consecuencialista en cuanto nos obliga a pensar no tanto en las acciones en sí, sino en sus consecuencias como criterio para evaluar la pertinencia o no de una acción. La vieja disputa entre deontologismo y consecuencialismo puede resumirse en la famosa pregunta ¿Acaso el fin justifica los medios? Por supuesto, yo creo que no puede existir una respuesta sencilla a tal interrogante. Hay fines que justifican ciertos medios, pero también existen medios injustificables. Definir el momento exacto en que debe uno de apartarse del deontologismo y abrazar el consecuencialismo, o viceversa, es algo muy difícil de determinar. Una razón más por la que vivir es tan complicado.

6. Reflexiona sobre las posibles consecuencias de todos tus actos y reconoce que debes tomar responsabilidad de ellas.

A propósito, el octavo no-mandamiento en la lista es casi una epílogo al sexto, y nos recuerda que nuestra responsabilidad no tiene por qué circunscribirse necesariamente a la existencia presente, sino que bien puede tomar en cuenta los futuros estados posibles del mundo. Es decir, es una invitación a considerar a las futuras generaciones en nuestra toma de decisiones, y es un consejo especialmente valioso sobre todo en lo relativo a los temas ecológicos. Esto es así porque nos recuerda que debemos preservar nuestros recursos y riquezas naturales, no solamente por el bien de nuestra salud, nuestra economía y nuestro sentido del gusto, sino por el bien de aquellos que nos sucederán como habitantes de este planeta y que deseamos tengan la oportunidad de aprovechar sus belleza y sus recursos de la manera en que nuestra generación lo puede hacer.

8. Tenemos la responsabilidad de considerar a los demás, incluso a las generaciones venideras.

Retomando el orden previo, el consejo número siete es una formulación contemporánea de la Regla de Oro de la ética. A muchos les recordarán las palabras del Jesús bíblico, y esto no es casualidad pues el Jesús que aparece en la Biblia formula una versión de esta regla. Sin embargo, es importante tomar en cuenta que la Regla de Oro de la ética no es una patente exclusiva del cristianismo, distintas versiones de ella pueden encontrarse en varias culturas alrededor del mundo. Esta condición de cuasi-universalidad es lo que le ha ganado el renombre de Regla de Oro.

7. Trata a los demás como te gustaría que ellos te trataran a ti mismo, y de manera que tú razonablemente creas que quieren ser tratados. Toma en consideración su perspectiva.

La Regla de Oro me parece una de las mayores directrices de la vida moral. Aunque claro, llevarla a la práctica irreflexivamente puede ocasionar imposiciones injustas y sufrimiento. Un ejemplo mundano pero sencillo y claro ayudará a entender esta disyuntiva. Imaginemos que mi helado favorito es el de limón, siguiendo la Regla de Oro podría verme tentado a darles a todas las personas helado de limón aun cuando a ellas no les guste. Por supuesto, un segundo nivel de reflexión me llevará a darme cuenta de que lo que en realidad me gusta es saborear un helado que me cause placer, por lo cual me parecerá mejor preguntarle a cada persona por su tipo de helado favorito antes de imponerles un helado de limón. Claro está, un nuevo nivel de análisis superior me llevará a considerar que lo que en realidad me gusta no es tanto el helado, sino ingerir cosas que me parezcan sabrosas… y niveles de abstracción subsecuentes me llevarán a admitir que lo que en verdad quiero es sentir placer o evitar un estado incómodo como la sed o el hambre. La situación es compleja y nos demuestra lo complicado (y en muchos sentidos vano) que puede ser reducir la ética a un conjunto de reglas.

Llegando al final de la lista, el noveno consejo ha causado críticas pues asegura que no existe una manera correcta de vivir, lo que muchos han considerado como una aceptación del relativismo moral. Esta crítica se basa en un completo malentendido. Cuando algunas personas decimos que no hay una manera correcta de vivir la vida, o de organizar una sociedad, o de jugar un partido de futbol, lo que en realidad queremos decir es que hay muchas maneras de vivir una vida feliz y en armonía con los demás seres vivos, que existen varias maneras de organizar sociedades funcionales y que existen muchas formas en las que un partido de futbol puede ser entretenido.

Ciertamente esto no quiere decir que todo vale. Se pueden discutir que hay manera incorrectas de vivir, o de organizar una sociedad, y sin duda han habido y habrán partidos de futbol malísimos. Pero si nos preguntas ¿cómo debo de vivir? La respuesta es: construye tu vida tú mismo y no olvides considerar a los demás. Por ejemplo, si alguien nos pregunta cómo debe de desarrollar y practicar su sexualidad, le responderemos que hay miles de maneras de hacerlo: existen relaciones monógamas, polígamas, homosexuales, heterosexuales, con uno mismo; se puede elegir el celibato, usar máquinas, tener fetiches, practicar x o y posiciones, Etc. Etc. Etc. Sin embargo, pese a aceptar que no existe una manera correcta de experimentar la sexualidad, recriminamos y castigamos el forzar a alguien a tener sexo o el practicar relaciones sexuales con menores de edad. ¿Quieren llamar a esta postura relativista? Ciertamente es una moral más abierta que otras, pero no por eso deja de ser prescriptiva hasta cierto punto.

9. No existe una manera correcta de vivir.

Me parece que el verdadero valor de estos mal llamados mandamientos no está tanto en que puedan o no servir como una verdadera guía para los humanistas, sino en que pueden incentivarnos a reflexionar sobre la moral y las razones por las cuales actuamos como actuamos. Ciertamente uno de los aspectos que más valoro del proyecto es la negativa a presentar estos consejos de manera dogmática, ellos son producto de la reflexión racional y el debate. No son hechos dados y pueden ser modificados. De hecho la página que inició el proyecto sigue abierta y uno puede ir y publicar un consejo moral para que los demás lo vean[1]. A fin de cuentas, el dogma, ya sea por razones religiosas, políticas o ideológicas es pernicioso a largo plazo, el actuar irreflexivamente nos puede conducir por caminos indeseados, y la reflexión crítica y la discusión abierta de las ideas es la mejor manera de enfrentarnos a él.

10. Trata de hacer que el mundo sea un mejor lugar tras tu partida que cuando llegaste.



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[1] Atheist mind, humanist head.

lunes, 31 de agosto de 2015

Sobre el neoliberalismo de Milton Friedman


Neoliberalismo es una de las palabras más taquilleras de nuestros días -aunque ciertamente no llena tantos estadios como la palabra sexo. Su significado preciso cambia de acuerdo con quien la enuncia, pero suele ser asociada con una serie de medidas políticas tendientes a reforzar el ámbito de acción del libre mercado frente a la intervención del estado en la economía. Siendo tan extenso el tema, limitémonos a hablar aquí en rasgos generales sobre la economía como la entendió Milton Friedman a quién suele considerársele el padre del neoliberalismo.


     Es muy importante entender que no todos los capitalismos son neoliberales. De hecho la mayoría de las políticas económicas seguidas por los países capitalistas tras la segunda guerra mundial incluían medidas intervencionistas como la operación de empresas por parte del estado o el monopolio del estado sobre varios mercados. Aspectos estos que entre otras cosas implicaban una gran cantidad de ceros en las cuentas de los gastos públicos. En los años 60’s, en un contexto en el que la mayoría de los economistas occidentales defendían esta manera de diseñar políticas económicas, Milton Friedman defendió tenazmente la idea de que mientras más libre comercio hubiese y menos intervención estatal, mayor sería la eficacia de la economía. 

     Friedman observó que los gobiernos intervencionistas tendían a gastar más dinero del que eran capaces de recaudar por medio de impuestos. Lo que los llevaba a adoptar medidas como pedir prestado dinero e imprimir más billetes para poder pagar sus cuentas. Hacer billetes ciertamente aumentaba la cantidad total de papeles con numeritos, pero no significaba que la riqueza de la sociedad estuviese aumentando. Para Friedman, esta disociación entre la cantidad de billetes y la riqueza era una causa importante de la inflación.  
     
     Existía sin embargo una razón que Friedman consideraba de más peso para fomentar el libre mercado por sobre la intervención estatal: la defensa de la libertad individual. Él creía que la libertad económica iba de la mano con la libertad individual. Pues consideraba que el poder del estado para cuartear la libertad de las personas aumenta en la misma medida con la que crece su fuerza sobre la economía. Además de ser un liberalista económico, era también un liberalista político.


     Friedman creía pues que los únicos valores importantes para que una sociedad se mantuviese saludable son aquellos que rigen las relaciones entre las personas. Es decir, aquellos que son relevantes para organizar los sistemas de gobierno y también el libre mercado, en lugar de aquellos que dirigen la vida íntima de cada quien. Los valores positivos eran para él estructurales más que normativos.


      Para Friedman el valor fundamental de una sociedad no consiste en hacer el bien –aquello que a nuestro parecer es lo bueno- a las personas con independencia de que éstas hayan o no hayan solicitado nuestra ayuda. Según él, ayudar a alguien sin que lo pida es una forma de imponer nuestros valores sobre las preferencias de otra persona. Tampoco sería viable obligar a todos en una sociedad a hacer aquello que unos cuantos creen que está bien. 

     De acuerdo con Friedman el valor fundamental que debe regir las relaciones entre las personas es el respeto a la dignidad y a la individualidad de cada ser humano. No debemos ver a las personas como objetos que pueden de ser manipulados de acuerdo a nuestros intereses o creencias, sino ver en ellas a gente racional como nosotros con sus propios valores morales y sus propios derechos. Ver en el otro a una persona con quien podemos discutir y a quien podemos intentar persuadir, pero nunca forzar a pensar como nosotros, nunca obligar a callar sus opiniones.


     Por eso sorprendió, y aun sorprende a más de uno, que la primera vez que las ideas de Friedman fueron aplicadas a un sistema económico haya sido en el Régimen Militar Chileno precedido por Augusto Pinochet. El régimen de Pinochet (quien llegó al poder en 1973 tras orquestar un golpe de estado contra el régimen socialista del presidente Salvador Allende elegido en las urnas en 1970) tuvo como prioridad detener las reformas comunistas iniciadas por su antecesor y organizar una economía de tipo capitalista fundada sobre las bases de un gobierno fuertemente intervencionista. Es importante recalcar que aplicar las ideas de Friedman no fue la primera opción de Pinochet.


     Cómo se puede ver en la gráfica de abajo, la economía de Chile resintió severamente las reformas emprendidas por Allende los primeros años de su mandato y su condición empeoró tras el golpe de estado de Pinochet. Preocupado ante el pésimo desempeño de la economía, el despreciable dictador mandó llamar en 1975 a unos economistas de la Universidad Nacional de Chile y la Universidad Católica de Chile para que encontraran la manera de echar a andar la economía. Estas instituciones tenían desde los años anteriores al golpe un convenio con la Universidad de Chicago para facilitar el intercambio de profesores y estudiantes. Por eso varios de sus economistas habían sido alumnos de Milton Friedman y fueron conocidos como los chicago boys.  


File:GDP per capita LA-Chile.png 
Fuente: wikipedia
     Con todo y que las reformas económicas chilenas fueron impulsadas en un ambiente de corrupción y poca transparencia, lo que dio lugar a abusos de autoridad y monopolios, al año de aplicadas la economía chilena despuntó. Estas medidas incluían acciones tales como buscar la liberación del mercado, la apertura de las fronteras comerciales internacionales, privatizar empresas paraestatales y reducir de manera dramática el gasto público. El éxito económico de Chile ayudó a aumentar el prestigio de la teoría de Friedman conocida como monetarismo y fue uno de los tantos factores que contribuyeron a que fuera adoptada como política económica de los gobiernos británico y estadounidense de los años ochenta. Es un prestigio que en cierta medida conserva hasta la actualidad.


   Es importante destacar que fueron los chicago boys los cerebros detrás de la reorganización de la economía chilena, y no precisamente Milton Friedman. También es cierto que dos años tras el golpe militar Friedman viajó a  Chile, aunque según su propio testimonio fue con propósitos puramente académicos y aparentemente dio una conferencia en la universidad chilena que hablaba precisamente sobre el peligro a la libertad que implicaba un gobierno militar centralizado; además Friedman nunca pronunció palabras a favor de la Junta Militar Chilena. Pero es innegable que los chicago boys consultaron en varias ocasiones a su maestro y que Milton escribió tras su visita a Chile una carta a Pinochet incitándolo a aplicar las medidas de sus discípulos, carta que el propio Milton publicó en la autobiografía que escribió junto con su esposa.


     Sin duda el suceso chileno nubla la imagen de Friedman como liberal ¿Por qué Friedman decidió aconsejar a Pinochet aunque fuese solo en una breve carta enviada desde Chicago? Es muy difícil saberlo. Tal vez pensó que las leyes económicas se deben aplicar por igual a todas las economías independientemente de sus ideologías políticas, o tal vez creyó que impulsar el liberalismo económico era la herramienta a su alcance para contribuir a debilitar el régimen autoritario de la Junta Militar. Después de todo él fue el autor de Capitalismo y Libertad. De ser esto cierto ¿Creer que el libre mercado es una condición para la formación de estados liberales justificaría apoyar la liberación económica en países autoritarios? Al final, el régimen de Pinochet se desvaneció catorce años después de haber aplicado las reformas monetaristas, pero nadie sabe a ciencia cierta por qué desapareció o si las reformas económicas tuvieron algo que ver en ello.

     ¿Cuál es la relación entre libertad política y libertad económica? Nadie lo sabe. Ha habido dictaduras con y sin capitalismo y hasta la fecha ninguna democracia liberal (defensora de garantías individuales y derechos humanos) ha existido sin capitalismo. Sin embargo, no podemos predecir que en el futuro se mantenga esta afirmación. La inducción tiene sus límites.


     En lo que respecta a Chile, las ideas de Friedman han sido la directriz de sus políticas económicas aun después de la transición a la democracia. Aunque veintiún años de políticas económicas dirigidas por gobiernos de centro izquierda han sabido matizarlas. Al día de hoy Chile es uno de los tres países con  mayor crecimiento económico en América Latina, y aunque el crecimiento de la desigualdad es un problema que debe resolver, también es el tercer país con mayor porcentaje de clases medias en la región y el segundo con menor cantidad de gente viviendo en la pobreza. Estos datos son importantes, pues aunque la riqueza ciertamente no da la felicidad al menos debe contribuir a disminuir la miseria. 

     Lejos de ser el origen de todos los males del mundo moderno como dicen algunos, o la panacea a todos nuestros problemas como otros pregonan, el neoliberalismo es un complejo fenómeno del mundo que habitamos y sus temáticas desbordan por mucho el pequeño espacio que le podemos dedicar en esta entrada. Para entenderlo es necesaria una mente abierta y crítica, pero sobretodo curiosa, esmerada y que evite caer en simplismos maniqueos. 
mmm 


>>> He escrito también sobre algunos aspectos negativos del neoliberalismo en Un péndulo que lleva desde el siglo XVIII hasta el terrorismo de nuestros días
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Para ver más: 
Carta de Milton Friedman a Pinochet: http://www.elcato.org/milton-friedman-y-sus-recomendaciones-chile y en inglés http://genius.com/Milton-friedman-letter-to-president-augusto-pinochet-annotated

Una entrevista con Milton Friedman sobre el asunto de Pinochet: https://www.youtube.com/watch?v=OcyQn9c0ujU

domingo, 19 de mayo de 2013

Una acotación al asunto de la libertad



¡Oh, la libertad! Ese asunto tan discutido y quizá tan poco entendido.  He notado que vivimos en un mundo donde muchas personas sufren su día a día por no sentirse independientes y libres. ¿Independientes de qué? De las circunstancias, de los otros por supuesto. Bien, creo que su problema radica en que tienen un concepto equivocado de la libertad. La libertad individual encuentra sus límites allí donde se topa con las restricciones del mundo físico y las impuestas por otros.

            Todas las cosas humanas suceden en algún contexto histórico específico, y todas tenemos que aprender a adaptarnos a las mareas del tiempo si deseamos sobrevivirlo. Pero esta adaptación, además de ser necesaria, es condicionada; porque las opciones para adaptarse con éxito no son infinitas. A causas similares corresponden efectos similares, y un orden social no presenta posibilidades estructurales ilimitadas.

           En este mundo, tu libertad, la mía, la libertad del individuo en geneal es de esta cualidad limitada. El mundo no se amolda a nuestra voluntad. Así, la persona más libre, y sé que esto es paradójico, es aquella que entiende mejor los límites que la estructura impone sobre ella y actúa conforme a estos. Una persona no puede construir nada sin fundamentar sus acciones, consciente o inconscientemente, en el ir y venir de la geografía, de las civilizaciones, de la sociedad, de la economía, de la política y de los otros individuos.

          Los que no entienden cuáles son los límites que se postran sobre su persona están condenados al fracaso. Ni siquiera los reyes aguantan el gigantesco peso de las circunstancias; por eso Carlos V se condenó cuando desperdició sus fuerzas físicas y su capital político en la pugna por lograr que Felipe, su hijo, heredara el trono del Sacro Imperio Romano Germánico de Occidente. Resulta imposible ver cómo pudo haber ganado

Circunstancias: 1 - Magnánimos Soberanos: 0
           
           Caso contrario sucedió con Felipe II, el Rey Prudente, quien, conociendo cuales eran los límites de su mismo poder, ante la inseguridad de los caminos europeos, ordenó, en pleno entendimiento de las circunstancias, que toda su correspondencia fuera transportada por las vías terrestres más seguras, sin importar que fuesen las más lentas. Lo ideal hubiese sido maximizar velocidad y seguridad, pero Felipe entendió que esto no era posible, y se vio forzado a optar por una. 
    
           Estos límites no sólo se imponen sobre los individuos, sean campesinos o reyes de la mitad del globo. Incluso los mayores imperios, esos enormes aparatos estatales, sufren su yugo. Ningún estado es omnipotente. Siempre están compuestos de personas y, no importa que tan lejos o cerca aspiren a llegar, si no cuentan con un número suficiente de ellas que estén capacitadas, no podrán realizar sus proyectos; por más que sean posibles para la época. Por eso Venecia no podía, en el siglo XVI, tener una armada del calibre de La Armada Invencible. Aunque contara con los recursos, carecía del material humano. 

            Además, los estados necesitan ganarse el apoyo de las personas de alguna manera. Si no se convence a la población de que es mejor obedecerlas, las leyes siempre pueden ser rotas. Por eso las constantes luchas de los gobiernos contra el hurto, el comercio ilegal, las conspiraciones, etc. Y como si no fuera ya suficiente tener que lidiar con su propia gente, y con las civilizaciones a las que estas pertenecen, los estados están obligados a existir en el mundo con otros estados.

            Sé lo que dicen, somos las personas las que hacemos nuestra historia y por lo tanto el futuro está en nuestras manos. Esto es cierto, pero la ecuación no es tan sencilla. Para usar la metáfora de Sartre, el ser humano crea sus propias cadenas, pero no puede elegir no tenerlas. Idea que resumió en su famosa frase: “Está condenado a ser libre”. En efecto, parece ser que la humanidad tropieza sin cesar con sus múltiples pies. Y que no puede caminar de otro modo.  Toda solución (Y habría que preguntar qué se entiende por solución) trae nuevos problemas, aviva viejos rencores y crea nuevos intereses. El capitalismo abolió la servidumbre y la esclavitud, pero genero nuevas condiciones de explotación; espero que más para bien que para mal. Así, también, el comunismo soviético eliminó el imperio del capital, pero trajo consigo el socavamiento del individuo. Tal vez, al final, todo sea cuestión de elegir entre males distintos, de acuerdo con el lado hacia dónde se incline nuestro corazón.

           No olvidemos que vivimos en un mundo gobernado por leyes naturales y que somos, antes que nada, seres biológicos. Animales que se creen racionales, que constantemente nos negamos a aceptar que no somos del todo dueños de nuestros sentimientos. Es un mundo, además, que compartimos con otras siete mil millones de personas que tienen, en potencia, tanta libertad como nosotros. Es evidente que uno no puede ser muy libre en un mundo así. 
    
             ¿Quiero decir con esto que no somos libres? ¡Claro qué no! Por supuesto, es un asunto muy complicado. Constantemente estamos tomando decisiones, y elegir entre dos o más opciones es reflejo de nuestra libertad en algún sentido. De lo que no somos dueños es de elegir las consecuencias de esas decisiones. Soy libre de subir esta entrada a internet, pero no soy libre de decidir lo que la gente que lo encuentre hará con ella. Ser libre no se trata poder hacer lo que uno quiere, sino saber aprovechar lo que uno tiene. Sonreír con lo que se posee. Saber lo que uno puede hacer, conocer lo mejor posible las consecuencias de cada acto, decidir dentro de las posibilidades y asumir las responsabilidades. 

          Nacemos en un contexto social que ofrece posibilidades limitadas; en un mundo que debemos compartir con otras personas que piensan, sienten y se preocupan por cosas distintas que nosotros; en un universo donde las rocas son como son y no como deseamos que sean. Lo que nos queda es aprender cuales son nuestros límites, a comprender que las demás personas son -en potencia- libres en la misma medida que nosotros, a elegir actuar de forma congruente con nuestras posibilidades, a asumir las responsabilidades, a amar a aquellos con los que compartimos la vida, a disfrutar lo que nos ha tocado vivir y a sorprendernos con las maravillas del universo y los misterios de la existencia.