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viernes, 5 de abril de 2013

Sobre el tiempo, o aquello que se queda y aquello que se va.


El tiempo es una cosa de lo más rara ¡Ni siquiera me siento cómodo diciendo que es una cosa! Algunos dicen que existe y otros que no lo hace; y yo no soy nadie para hablar sobre la existencia o no de las cosas. Pero aun a pesar de eso, en esta entrada quiero platicarles, de manera somera, sobre las ideas de Braudel acerca del tiempo histórico. Un tiempo que resulta fantástico en cuanto es múltiple y a la vez unidad, rápido y a la vez lento. En fin, quiero compartir con ustedes su manera de entender el tiempo porque me recuerda mucho al tiempo al que estoy acostumbrado.   

Como ya dije,  para Braudel el tiempo histórico es a la vez uno, pero producto de la confluencia de varias temporalidades en un periodo determinado. Estos tiempos se solapan unos a otros, conviven y se afectan mutuamente en los distintos procesos históricos. La idea básica es que en todo proceso existen fenómenos de conjuntura y permanencia, de cambio y de estática, que al interactuar dictan las normas de su propio desarrollo futuro. En su forma más básica, las velocidades del tiempo se pueden dividir en tres:

             La Larga Duración es el tiempo cuya transformación es materia de milenios, o, en el mejor de los casos, de unos cuantos siglos. Su cambio es tan lento que, debido a lo corta que es la vida humana, puede llegar a parecernos inexistente. Sin embargo, a pesar de esta lentitud extrema, el cambio está presente. Es el tiempo de la vida humana en vínculo estrecho con la geografía y el ambiente; el tiempo, también, de las tradiciones culturales más arraigadas y de las estructuras sociales; en fin, de lo muy lento, de lo que parece siempre permanecer.

            Por otro lado, se halla el tiempo événemientiellé -mejor conocido por su pseudónimo malvado: el tiempo de los eventos- en él se desarrollan los acontecimientos de la historia del día a día, aquella a la que nos hemos acostumbrado desde pequeños. Es la que estudiamos en la primaria, la secundaria y la preparatoria; sobre la que se hacen documentales, películas, novelas y la mayoría de los libros de historia, tanto científicos como de divulgación. En este tiempo entrenamos a nuestros pokemones, comemos pizza, jugamos fútbol, leemos libros y hacemos todas esas cosas que comúnmente entendemos bajo el concepto abstracto, y en muchos sentidos desconocido, de “vivir”. 

            El evento es el componente efímero de la historia. Lo que se pierde, lo que desaparece como súper villano al lanzar una bomba de humo al suelo. Es el aspecto de la historia humana más cercano a nuestra vida, probablemente por ser el más fugaz. Por estas razones la historia de los eventos “es la más emocionante de todas, la más rica en intereses humanos, y también la más peligrosa”. La más peligrosa, en efecto, porque sus pasiones aun arden, y lo hacen cerca del pastizal de la vida.

            Finalmente, aplastada entre la larga duración y los eventos, encontramos a la Media Duración como el gradiente de difusión entre ambas. Es la temporalidad que combina lo permanente y lo efímero de la historia. Es el engrudo pegajoso y desagradable que permite, de alguna forma que yo no logro comprender aun, que tanto lo inmutable como lo eternamente cambiante puedan coexistir al mismo tiempo y en un mismo fenómeno ¡y aun logrando qué todo parezca tener sentido! Es un tiempo increíble.

            Podemos entender mejor estos tiempos si pensamos en las distintas secuelas de 007 - ¡Oh! las hermosas distintas secuelas de 007 - en cierta manera siempre son diferentes unas de otras, siempre hay distintos villanos, explosiones, coches, pistolas, súper relojes de pulsera que lanzan rayos laser; pero al mismo tiempo, siempre hay las mismas explosiones, coches, pistolas, súper relojes de pulsera que lanzan rayos laser, villanos y, por supuesto, el señor Bond.

No obstante, como en toda teoría y en toda explicación de la verdad, debemos recordar que nuestros modelos, en el mejor de los casos, corresponden en algún sentido a la realidad; lo cual es distinto a decir que son la realidad.  En el fondo, esta triple división del tiempo histórico es artificial ¡Una invención! El tiempo y la historia son una sola cosa, toda división es ya una simplificación.  ¡Y a la vez, reducir la complejidad de tiempos y ritmos históricos a solo 3 o 4 es también una simplificación! Como nos advierte Braudel, “lo peor de todo es que no existen solamente dos o tres medidas de tiempo, son docenas, cada una atada a una historia particular”. ¡Vaya! Hemos topado aquí con unos de esos caminos ecuatoriales que llevan al mismo destino pese a estirarse en direcciones opuestas. 

Tal vez lo mejor que podemos aprender de esta manera de ver el tiempo no es que este es bonito y que se divide en tres o más velocidades que conviven; o que en todo paso de un momento a otro hay cosas que permanecen y otras que cambian -los cuales por sí mismos ya son buenos aprendizajes-. Pudiera ser que la mejor lección que podemos sacar es   que vale la pena reflexionar sobre el valor de esta teoría, y de toda teoría, y alimentar la sospecha de que siempre hay que desconfiar de la excesiva simplicidad de nuestras explicaciones, por muy útiles que estas sean para comprender una realidad tan compleja que no podemos aspirar a rasguñar de ninguna otra forma.

Recomiendo para leer:
-Braudel, Fernand, El mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II.
-Braudel, Fernand, Las ambiciones de la historia.

jueves, 7 de octubre de 2010

El infinito en un trazo de papel

El infinito ¡que idea tan asombrosa y, en ocasiones, tan impráctica! Todo puede caber en el infinito pero, el infinito no cabe en ningún lugar. Honestamente, me perdería si intentara contar todas las noches que he dedicado a pensar sobre esta idea tan complicada. Por ejemplo, pensemos en una hipérbola, una hipérbola es una figura geométrica que se compone de dos brazos. Estos brazos se encuentran siempre acercándose a un valor determinado llamado asíntota.

      Lo extraño de ésta figura es que, no importa cuanto se acerquen, no importa cuan desesperadamente se estiren y que tan próximos lleguen a estar los brazos de su asíntota, nunca la alcanzarán. Aún cuando el dibujante de la hipérbole dispusiera de un lápiz con una punta infinitamente pequeña, y de un tiempo y un espacio igual de infinitos, esos brazos nunca llegarían a tocar la asíntota. Y sin embargo, siempre se están acercando a ella. Esto es raro ¿No? Pero es real. Y de hecho existe una explicación simple y matemática de explicarlo, pues, verán, una hipérbola también puede ser representada como una función racional (osea, una tipo formación matemática que incluye divisiones, del sustantivo división). Si uno de los brazos de dicha hipérbole llegara a tocar la asíntota, el hecho se vería representado matemáticamente como una fracción sobre cero y una fracción de esas características no es posible.


        Una hipérbola y su asíntota son un ejemplo de formas prácticas de usar los infinitos. Pero hay ciertos lugares, y tiempos, en los que los usos y aplicaciones del infinito son impráctios e incluso carentes de sentido. 

(Representación la una función [izquierda] y la gráfica [derecha] de una hipérbola)

      El primer ejemplo que aparece en mi mente cuando hablo sobre este tipo de infinitos, es el problema del tiempo. Este problema es el siguiente: el imperio del infinito puede ser encontrado en cualquier lado, incluso entre el cero y el uno, pues entre estos dos números se extiende un número infinito de otros números que nosotros conocemos como decimales. Entonces, si el tiempo fuera infinitamente medible, se necesitaría disponer de una cantidad infinita de tiempo para ir del segundo cero al segundo uno; ergo, el tiempo no sería medible y por lo tanto el tiempo (por lo menos de la forma en que lo conocemos y entendemos) no existiría. Y es justo en este momento en el que los cuantos entran a competir. 

       Antes que nada ¿Qué demonios es un cuanto? Un cuanto es el valor mínimo que puede tener una magnitud. El cuanto del tiempo es 5.39124×10−44 (0.0000000000000000000000000000000000000000000539124) segundos. Una forma de interpretar este cuanto sería decir que cada 5.39124× 10−44 segundos se produce un salto en el tiempo. Por eso el tiempo entre uno y cero no es infinitamente medible, y por eso el tiempo avanza tal y como lo apreciamos ¡Sorprendente!