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martes, 7 de febrero de 2012

¿Civilización o Cultura?


Sobre "Civilización" y "Cultura"
La necesidad de hacer una distinción entre cultura y civilización radica en que ambas son herramientas necesarias para el estudio de la sociedad, y su utilidad depende de que nos permitan identificar distintos rasgos o patrones dentro de esta. Poco servible sería el concepto de cultura si dijésemos que este abarca absolutamente todo lo que está relacionado con una sociedad, porque entonces una sociedad sería igual a una cultura y estaríamos cayendo en un pleonasmo al decir: las sociedades tienen cultura. Creo que esta idea se aclarará si recurrimos a una analogía: por ejemplo, sería de muy poca utilidad en un estudio sobre los mamíferos clasificarlos de acuerdo a si son vertebrados, puesto que todos los mamíferos por definición son vertebrados. Tal vez esto fue lo que quiso dar a entender Eagleton cuando dijo: “Incapaz de decir una cosa sin decirlo todo, la [palabra] cultura acaba por no decir nada”.

     Ahora que espero haya podido aclarar la necesidad de entender y distinguir los conceptos de cultura y civilización dedicaré la mayor parte de esta entrada a explicar la evolución de ambos conceptos en el tiempo, con la finalidad de poder dar a ambos una definición propia. 

     Lo primero que hay que aclarar es que, de hecho, ninguno de los dos es, en realidad, ni definición, ni término. No son definiciones porque no se tratan de objetos materiales susceptibles de ser expuestos de manera precisa y unánime; y tampoco son términos porque las ideas a las que hacen referencia no están incuestionablemente acotadas y mucho menos terminadas, puesto que emanan de sociedades en constante cambio que reflexionan sobre sí mismas y sobre las autoconcepciones que de ellas tienen. Cultura y civilización son conceptos porque nacen de ideas abstractas cuyo significado metafísico tratamos de encontrar a través del mismo pensamiento que les da origen, condenados a una eterna mutación consecuencia de las condiciones sociales del individuo que los genera. Y en este sentido, si deseamos entenderlos, debemos recurrir a la historia.


A través del tiempo


La primera persona, de la cual tengo conocimiento, que se rompió la cabeza tratando de definir el concepto cultura fue Francis Bacon. Él habló de cultura como si se tratase de “coulter”, una palabra en ingles que significa reja de arado, y propuso que la cultura es el cultivo del espíritu. De acuerdo con mi interpretación de esta definición la cultura tiene que ser forzosamente una herencia, puesto que tenemos que sembrar en nuestras mentes conocimientos que ya existen (habiendo estos sido descubiertas o inventadas por los humanos anteriormente) y posteriormente estos conocimientos germinarán en nuestros cerebros, en lo que podría llamarse una interpretación de los conocimientos e ideas de nuestra época. De esta forma, la cultura sería la herencia que obtenemos de nuestra sociedad, la forma en que entendemos e interpretamos personalmente esta herencia y la manera en que la aplicamos.

     Todavía en el siglo XVIII no existía una clara diferencia entre cultura y civilización. Para un pensador como el Marquis de Mirabeau la civilización era el refinamiento de los modales que le otorgaban a la sociedad su virtud y que son el origen de la humanidad. Mientras que para Edmund Burke la cultura era la idealización del propio orden social, osea, de la Imperial Gran Bretaña de su época, con lo cual se justificaba que los estados modernos de la Europa occidental invadieran a los estados premodernos del resto del mundo con el objeto de expandir su ideología. Podemos observar en ambos autores un chovinismo en el que se exalta la importancia de los valores y refinamientos de sus propias culturas, mientras que se consideraba retrasada al resto de la humanidad con respecto a ellas, incluso Mirabeau llega al extremo de decir que solo aquellas personas que compartían su civilización formaban parte de la humanidad. Sin embargo, no pasaría mucho tiempo antes de que surgieran movimientos de protesta en contra de las ideas nacionalistas de Mirabeau y Burke.

     Los primeros relativistas sociales surgieron en Alemania ese mismo siglo. A Friederich Schiller, quien es mejor conocido por sus trabajos sobre el origen del estado, debe reconocércele como uno de ellos. Según él, la cultura es el fundamento sobre el cual se erigen todas las sociedades y por ello no puede mostrar preferencia por ninguna acción humana. Otro relativista, esta vez muy reconocido por su trabajo sobre el tema, fue Johann Herder - por cierto, considerado por algunos padre de la antropología- para quien la cultura no era el fruto de una historia unilineal, “sino una diversidad de formas de vida específicas, cada una con sus propias y peculiares leyes de evolución.” Sus ideas sin duda fueron revolucionarias para la época. Afirmó también, por ejemplo, que lo que una nación puede considerar indispensable puede nunca habérsele ocurrido a otra o puede ser considerado malo para una tercera. Otra de sus valiosas aportaciones fue haber dado a la “cultura de identidad” su sentido moderno, al asegurar que se trataba de una forma de vida característica de cierto grupo social y que hace que las personas se sientan identificadas con su lugar de nacimiento. Con ellos nació por primera vez, en la cabeza de un pensador occidental, la idea de que nuestra cultura no tiene por qué ser el centro del universo, ni por qué ser monopolizadora de la verdad, y, que de hecho, no es ninguna de las dos cosas. Estos pensadores acuñaron la idea de que las demás culturas y sociedades con las que compartimos el mundo merecen igual respeto que las nuestras. En sus puños estuvo lo que considero fue el cuarto golpe a el ego humano*. En fin, nos enseñaron que “cultura significa gente distinta”.

     No fue hasta la primera mitad del siglo XIX cuando se empezaron a notar los primeros esfuerzos serios por separar a la cultura de la civilización, que hasta ese momento habían sido conceptos muy vagamente definidos. En palabras de Bierstedt: “Un francés podría decir, por ejemplo, que América tenía civilización pero no cultura, otro que América tenía cultura pero no civilización, y ambos querían decir exactamente lo mismo”. Uno de los primeros en hacer una distinción fue Coleridge Tylor quien, al decir que la civilización debía fundamentarse en la cultura, quería decir que para ser ciudadanos debíamos ser primero humanos, pues para él la cultura era el desarrollo de las cualidades de nuestra humanidad. Por otro lado, Mathew Arnold pensaba que la civilización estaba en contra de todo lo que la cultura significaba. La cultura era la perfección de la moral, el intelecto y el camino hacia esa perfección, la civilización por su parte era agente represor de intelecto humano. Aunque ambos autores estaban de acuerdo en que la cultura era una idea positiva a lo que debíamos aspirar como humanidad; para Coleridge esta debería de servirnos como el cimiento sobre el cual construiríamos nuestra civilización , mientras que para Arnold la civilización representaba lo negativo, los baches y las bifurcaciones que trataban de dificultarnos nuestro viaje.

     Ya bien entrado el siglo XIX nació la idea de que la sociedad podía ser estudiada utilizando el mismo método científico que era usado para estudiar otras partes de la naturaleza. De ahí que científicos como Max Weber hayan contribuido a definir más nítidamente los conceptos de "cultura" y "civilización". Para Weber la civilización era el medio objetivo a través del cual se debería estudiar a la sociedad, entendiéndose esta como el conjunto de prácticas y técnicas artísticas -incluyendo el conocimiento-, que de ella formaban parte. Por otro lado la cultura tendría que ser el componente subjetivo de la sociedad: las ideas y los valores que la caracterizan. Está idea fue apoyada por Robert MacIver quién definió la civilización como el conjunto de instrumentos de una sociedad y a la cultura como un fin al que se aspira llegar. En ambos pensadores podemos notar ya un esfuerzo serio por hacer una distinción entre los dos conceptos, buscando con ello definir que partes de la sociedad podrían ser investigadas objetivamente a través de vestigios materiales, y como tales, serían objeto de la ciencia (la civilización); y cuales tendrían que ser investigadas a través de la razón y del pensamiento, en cuyo caso serían objeto de la filosofía (la cultura).

     Tanto Weber como MacIver, al encontrar en la civilización un componente de la sociedad susceptible a ser estudiado objetivamente abrieron la brecha para que nuevos investigadores intentaran comparar los niveles de civilización de distintas culturas y generarán una teoría de la evolución social. Tarea que fue llevada a acabo por estudiosos como Edward Tylor y Oswal Spengler. Tylor entendía la cultura como un “todo complejo” y proponía que el cambio de las sociedades a través del tiempo estaba regido por leyes históricas que podían ser descubiertas y entendidas. Por otro lado, la teoría de Spengler sobre la evolución social era más bien pesimista. Él sí hace una distinción clara entre cultura y civilización, ve a la civilización como el fin de la historia, pero no como un fin deseable sino más bien despreciable. La civilización representaba para él la supresión total de la libertad humana, y tenía que ser evitada a toda costa. La cultura, por el contrario, era la historia en su totalidad y cada una de sus partes. Encuentro en el desprecio de Spengler hacia la civilización una influencia de las ideas de Arnold. Tanto Spengler como Tylor contribuyeron a fundar una teoría de la evolución social que influiría en varios pensadores posteriores y que continua existiendo hasta nuestros días. No obstante, Tylor, al entender la cultura como un todo, cae en el problema de la sobregeneralización del concepto, cuya inutilidad ya he mencionado antes; y Spengler, por su parte, al descartar rotundamente a la civilización como fuente de progreso, quitó de su teoría una herramienta de suma importancia para el estudio social. En resumen, puedo decir que ambas teorías hacían agua, lo que motivó a que futuros pensadores las criticaran fuertemente.

     El principal opositor a la teoría de la evolución social fue Franz Boas. Para Boas, tanto Spengler como Tylor, al intentar comprender estructuras sociales que se encuentran más allá de la observación directa, entran en el terreno de la metafísica, por lo tanto su trabajo no se fundaba en evidencia empírica y debía ser desechado. Según su definición, cultura era el conjunto de las manifestaciones sociales, las reacciones de los individuos y los productos de sus actividades. Para él la comprensión de la sociedad era alcanzable solo a través del estudio del individuo, que es el único componente de la sociedad con el cual podemos tener un contacto físico. Al partir de los componentes más particulares de la sociedad, el método de estudio tendría que ser necesariamente inductivo. La historia tampoco era necesaria en el modelo de Boas, pues según él, la sociedad es el producto de una circunstancia social y si logramos conocer cabalmente el momento actual de la sociedad, la entenderíamos por completo, haciéndose así obsoleta la historia. Personalmente me párese que Boas tiene razón en este punto, si lográsemos conocer completamente el momento actual de la sociedad ya no necesitaríamos estudiar su pasado, pero debido a que la sociedad está en constante cambio, posee un carácter efímero e intervienen demasiados factores que hay que tomar en cuenta en este cambio, conocerla cabalmente en el momento “actual” es una tarea muy improbable (por no decir imposible) y por lo tanto el estudio histórico seguirá resultando de mucha utilidad durante al menos mucho, mucho, tiempo más. Con Boas se fundó una corriente dentro de las ciencias sociales que buscaba alejarse de lo general para entender lo particular, mientras que otro grupo de científicos buscaban exactamente lo contrario.

      Radcliffe-Brown resaltó la importancia del estudio de las estructuras sociales. Para él la cultura es (en palabras de Kahn) “lo que queda una vez que se sustrae la estructura social”.Por otro lado, Sorokin afirmaba que la civilizaciones no existen, diciendo que el concepto nació de la falta de distinción entre los varios tipos de sistemas culturales y un grupo organizado. “Lo que ellos llaman civilización es algunas veces uno de esos fenómenos y a veces el otro”. Considero que ambos autores hicieron una gran aportación el debate al haber resaltado la importancia del estudio de los sistemas y las estructuras sociales. De especial interés me resulta la separación que Radcliffe-Brown hace entre cultura y las estructuras de una sociedad.

     Alfred Kroeber fue un seguidor de Boas pero al mismo tiempo fue uno de sus más grandes críticos. Hace una distinción entre comportamiento y costumbres, uno propio del individuo y las otras de la cultura. También les otorgó a las estructuras sociales “orgánicas” un papel trascendente en su teoría. Con él la historia recobra valor, aunque no trascendente, pues niega la existencia de leyes sociales al considerar que la cultura no es el resultado de la acumulación de partes casuales. Para él cultura es “la mayor parte de las reacciones motoras, los hábitos, las técnicas, ideas y valores aprendidos y transmitidos y la conducta que provocan”. Su teoría intenta, desde mi punto de vista, construir un puente entre las ideas de Boas, centradas en lo particular y en la inducción, y las de los estructuralistas, quienes daban mayor importancia a la estructura social en general y a la deducción. De esta manera abriría el camino, probablemente sin quererlo, para las nuevas generaciones de evolucionistas sociales.

     Dos de aquellos evolucionistas fueron Arnold Tonybee y Leslie White. El primero consideró que la civilización y la sociedad eran la misma cosa, pero en distintos niveles de complejidad, donde la civilización es una cultura "avanzada". Él halló dos indicadores de civilización en las sociedades: 1)las instituciones que poseen y 2) la división de trabajo. estos dos indicadores han sido criticados por ambiguos y por ser encontrados en la mayoría de los grupos sociales. Por su parte White distinguió tres distintos niveles que integran la cultura: el ideológico, el tecnológico y el abstracto. Estos tres niveles se complementan e interactúan entre ellos para dar lugar a la compleja red que constituyen el tejido social. La distinción de niveles que usa White en su concepto de cultura me parece muy acertada y útil para la investigación social.

     Finalmente, llegamos a los lingüistas Ward Goodenough y Claude Lévi-Stratuss, cuyas formas de abordar la cultura difieren prácticamente en todos los aspectos, hasta podríamos considerarlos opuestos, pero guardan en común su punto de partida: la lingüística. Mientras por un lado Goodenough argumenta que el estudio de la cultura debe de estar basado en la construcción de modelos empíricos nacidos del estudio de la etnografía a través de la lingüística; para Lévi-Stratuss la información sobre la cultura no puede ser obtenida de manera directa, sino a través del pensamiento y, por tal motivo, se opone al empirismo. Sin embargo reconoce la importancia del estudio lingüístico. Me parece interesante destacar que a pesar de haber partido de tan alejados puntos, sus definiciones finales sobre la cultura son, hasta cierto punto, parecidas. Para ambos la cultura estaba separada del mundo físico y nacía en la mente de los individuos de una sociedad. Difieren en que para el primero la cultura es aquello que dirige el funcionamiento y el pensamiento de las personas; y para el segundo, esta es parte inherente del ser humano, diferente de su naturaleza biológica, pero yuxtapuesta a ella.

     En este último párrafo podemos observar marcadamente un fenómeno que se ha presentado una y otra vez a lo largo de la historia de los conceptos de civilización y cultura: una cierta polaridad. Como he tratado de plasmar a lo largo de todo este ensayo, la evolución de los conceptos en cuestión a través del tiempo no ha seguido en ningún momento una línea recta bien definida y progresiva, sino más bien varios e intrincados caminos que nos recuerdan a las ramas de un árbol que se extienden cada una por su propio camino, creciendo de vez en cuando alguna pequeña conexión entre ellas que permite el flujo de información entre dos tallos separados.



Mis conclusiones sobre la civilización y la cultura.

Espero haber podido dejar en claro que los conceptos de cultura y civilización son constructos flexibles que pueden arrojar distintos significados dependiendo de la manera en que los abordemos. Es muy importante también tener siempre presente que el significado que un investigador da a estos conceptos al momento de realizar su trabajo afectará significativamente el resultado de sus conclusiones, así como las interpretaciones de los lectores dependerán de sus propias definiciones. ¿De qué uso nos podría ser que un matemático tomara dos números dos y nos presentara un cuatro como resultado sin decirnos como lo obtuvo? No habría forma de saber si los sumó, los multiplicó o los potenció, y su afirmación carecería de valor si se tratará del primer paso en la demostración de un teorema. Por eso creo que es de vital importancia que los autores, al usar estos conceptos, dejen en claro la definición en la cual se estarán basando.

     Debido a que no existe una definición netamente acertada de cultura, cada quien tiene que desarrollar sus propias ideas al respecto, basándolas, por supuesto, en las definiciones que ya otros autores han trabajado antes de su tiempo. Resulta evidente que agarrar casi cuatrocientos años de reflexiones sobre el tema, ignorarlas y tirarlas a la basura es una idea mensa, por no decir suicida. Por eso es importante entender, aunque sea muy vagamente como en mi caso, la evolución de ambos conceptos a lo largo del tiempo antes de realizar nuestras propias sumersiones en el las turbias aguas de los mares de la cultura y la civilización.

     ¿Qué es para mí cultura? Yo mismo he respondido a esa pregunta de distintas manera a lo largo de mi corta vida. Hoy en día, en este momento y en este lugar, para mí la cultura es el conjunto de ideas y la cosmovisión de una sociedad, la forma en que las transmite a las siguientes generaciones y las interpretaciones que sus individuos hacen de ella. Es lo que queda de una sociedad una vez que extraemos toda la estructura social, como dijo Radcliffe-Brown, y el nivel ideológico de la sociedad que distingue White. Es, en pocas palabras, un elemento inmaterial de la sociedad.

     ¿Y la civilización? Desde mi punto de vista es el conjunto de estructuras sociales y los productos de una sociedad, emana de la cultura y es su representación física, aun así, es capaz de influir en ella. Es las estructuras que quita Radcliffe-Brown de la sociedad en su definición de cultura, y el nivel tecnológico de la sociedad que distingue White en la suya.

     Quiero resaltar el hecho de que es imposible trazar una raya clara que separe la civilización de la cultura, puesto que una siempre está influyendo a la otra. Por ejemplo, una religión, con su manera particular de ver el mundo, es cultura; mientras que su iglesia, con sus instituciones y sus objetos materiales, sería civilización. Sin embargo, esta relación entre religión e iglesia es bilateral y las divisiones entre ellas son difusas: lo que la iglesia y sus jerarcas decidan puede alterar el futuro de la religión, mientras que la religión por su parte también influye claramente en el futuro de la iglesia. De esta manera, no puede haber cultura sin civilización ni civilización sin cultura, son dos caras de la misma moneda. Entonces, cultura y civilización son herramientas útiles para la clasificación y el estudio social, en este sentido son como estuches y su tamaño y su forma variarán dependiendo del tiempo y el lugar de la fabrica en que las hayan manufacturado.

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*Los otros tres mencionados por Sigmund Freud: Copérnico al decir que no somos el centro del universo, Darwin al decir que no somos la creación favorita de un Dios y él mismo al decir que ni siquiera somos tan inteligentes como pensábamos.
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Lecturas Sugeridas:
-Bierstedt, Robert, “Indices of Civilization” en American Journal od Sociology, volúmen 75 número 5, Marzo 1966, pp.483-490.
-Eagleton, Terry La idea de cultura: una mirada política sobre los conflictos sociales, Barcelona, Pearson, 2001, pp.11-53.
-Kahn, J.S. El Concepto de Cultura: Textos Fundamentales, España, Anagrama, 1975, pp.9-27.
-Krotz, Esteban, “Cinco Ideas Falsas Sobre la Cultura” en Revista de la Universidad Autónoma de Yucatán, número 191, 1994, pp.31-36.



sábado, 9 de julio de 2011

El Discurso de Graduación

Cuando escogí ser la persona encargada de dar este discurso el día de hoy el primer pensamiento que transitó por mi mente fue: “¡Demonios! Casi nadie va a estarme prestando atención mientras hablo, algunos de ellos por que no me van a poder entender (el discurso original es en inglés) y al resto simplemente no les interesará lo que tengo que decir.” E inmediatamente arribó a mi mente otro pensamiento, que al encontrarse con escaso espacio dentro de mi cabeza, izó a un lado el primer pensamiento mandándolo rápidamente al olvido: “¿Sobre que tema se supone que escriba un discurso de graduación?”.

     Pude haber escrito en este discurso una larga lista de recuerdos de la escuela, o tal vez relatar unos cuantos dulces recuerdos que hemos compartido juntos. Pero sería muy injusto hablar sobre cualquiera de estos temas, debido a que no he compartido con cada uno de ustedes una misma cantidad de tiempo; por lo cual el discurso estaría cargado de recuerdos sobre las personas con las que me relacioné más estrechamente, y dedicaría vagos pasajes a todos aquellos que, aunque sin duda aprecio, no llegaron a ser tan cercanos a mi.

     Así que, después de mucho pensar (o más bien, no tanto), decidía hablar sobre nosotros, las personas, y sobre las expectativas que tenemos puestas en la vida. A cerca de las cosas que nos identifican como miembros de la misma especie.

     Estamos viviendo un periodo de nuestras vidas, y al igual que en cualquier periodo en la vida, en el estamos decidiendo la clase de futuro que queremos para nosotros mismos. Tal vez algunos de ustedes no se hayan percatado todavía de este hecho, o a lo mejor la mayoría ya lo hizo. Pero lo cierto es que hay muchas maneras de ser un ser humano, por que no existe una mejor forma de ser uno. La riqueza en la cantidad de opciones es la razón por la cual es muy difícil escoger un camino en la vida, o al menos eso es lo que nos han contado. Yo considero que la parte más difícil al escoger el camino por el cual deambularemos en la vida es que, de hecho, no existen caminos preconcebidos de los cuales podamos escoger. Por esta razón estamos obligados a inventarlos y a construirlos.

     Este proceso de invención-construcción en el cual estamos inmersos no fue empezado directamente por nosotros mismos, fue iniciado en nuestras casas por nuestras familias, en nuestras escuelas por las instituciones educativas en donde estudiamos y en todos aquellos lugares e instituciones en donde los deseos sociales hacia sus integrantes se manifiestan. Pero una vez que la infancia ha terminado nos enfrentamos a un proceso de selección en el cual descartamos, consciente o inconscientemente, aquellos comportamientos y formas de pensamiento que no embonan con el tipo de personas que queremos ser. Y por estas razones yo considero que nosotros los humanos somos inventores; por que constantemente nos estamos inventando y reinventando a nosotros mismos.

     El tiempo está en constante movimiento, y debido a eso el futuro esta eternamente cambiando. Por lo cual, hoy no somos las personas que seremos mañana. Pero en cierto sentido, en estos momentos estamos construyendo las bases en donde nuestros futuros “yo” se asentarán.

     Ya que nosotros somos nuestros propios inventores e invenciones no es difícil entender por que no existen dos personas que piensen de la misma manera. Hay gente con diferentes ideas políticas, distintas reglas morales, diversas religiones, con varios puntos de vista a cerca de la sexualidad, y así podría continuar indefinidamente enumerando todas las cosas en las cuales nos diferenciamos. Y ahora me he dado cuenta de que todas estas diferencias son las que nos identifican como humanos. Y aún más importante, si todas nuestras personalidades son meras invenciones de nosotros mismos, no hay ninguna personalidad que pueda ser colocada en un podio sobre las demás. Todas las personalidades y formas de pensar son tan reales y validas como las otras. El hecho de que yo piense acerca de un tema en determinada manera no significa que todo aquel que no comparte mis ideas está mal, tampoco que yo este equivocado. Solo quiere decir que yo he creado una manera de pensar que embona bien con el tipo de persona que quiero ser.

     Finalmente, yo se que es imposible hacer un deseo objetivo, ya que simplemente la idea de desear involucra anhelo, y el anhelo nace de nuestros propios sentimientos. Así que todo deseo es subjetivo, y esta es la razón por la cual mi siguiente deseo hacia ustedes está impregnado (al igual que todo el discurso) con mis propias ideas y sentimientos:

     Sinceramente deseo que ustedes lleguen a ser seres humanos felices, con la capacidad de entenderse a ustedes mismos como uno más de los miles de millones de seres semejantes que comparten sus mismas condiciones de inventores e invenciones de ellos mismos. Y que serán capaz de encontrar la libertad en la misma medida en que sean capaces de entender, proteger, valorar y compartir la libertad de los demás.

                                                      Su amigo:
                                                           Jorge Laris

martes, 10 de mayo de 2011

El discurso que se quiere definir a si mismo

Hola. Seguro te estarás preguntando por qué inicio esta entrada con un saludo; y tal vez estarás un poco confundido al respecto. Pero no te angusties, las respuestas serán discutidas a continuación. Pero primero, lo primero: hay que definirme, y todo intento de autodefinición se empieza con una simple y a la vez muy compleja pregunta ¿Qué soy? Pues algunos me llaman discurso. Pero uno no debe de ser muy listo para notar que conocer el nombre de algo no significa saber que es ese algo. Si fuera tan fácil ¡Le inventaría un nombre a todas las cosas y ya lo sobría todo! Yo soy un producto de la organización del lenguaje y fui creado por mi autor con el propósito de comunicar sus ideas. O al menos esa es la definición más simple de mi que han ideado los lingüistas. Típico de los humanos, siempre pensando en maneras de simplificar la complejidad. De encontrar orden en el caos.

     Para lo sociólogos, mi definición es un poco más compleja. Según ellos, soy el producto de una práctica social, mi creación se encontró sujeta a una condición histórica y cultural especifica y vinculada a la relación que mi autor guarda con la sociedad a la que pertenece. De esta forma, si deseo autoanalisarme como es debido, debo tomar en cuenta los factores que intervinieron en mi creación:

      Primero que nada, soy un discurso explicativo. Puesto que deseo explicar algo (en este caso, mi propia existencia ¡Oh! Vaya lío en que me he metido). Existen otros dos tipos de discursos, todos pertenecientes a mi familia: mis primas las expresivas y mis primos los argumentativos.

     Ya que hemos aceptado que soy un discurso explicativo, tenemos que tomar en cuanta las circunstancias en la que fui escrito. Mi autor es adolesente -en general feliz y un tanto estúpido- que realiza una tarea para la escuela, y se aburre mucho, muchísimo, de copiar palabra por palabra lo que se encuentra escrito en su libro. Además, siente compasión por su maestro, quien debe de darse la aburrida de su vida leyendo los mismos resúmenes una y otra vez. La verdad, eso suena muuuuy aburrido. 

    Otro factor que intervino en mi creación es el de la curiosidad. La curiosidad que siente ese niño feliz y estúpido por el medio que lo rodea; por entender la forma en que él y los demás seres humanos se comportan de las formas en que lo hacen ¿Por qué escribimos todas nuestras tareas en primera persona? Se pregunta ¿Por que la sociedad nos ha llevado a pensar que un trabajo serio debe de ser tedioso y aburrido de leer? Si las ideas que se usan para escribir un nuevo texto frecuentemente rebosan en originalidad ¿Por qué las expresamos en discursos que carecen de ella? ¿Cómo reaccionará mi maestro al leer este trabajo? Se cuestiona él ¿Acaso se le escapara de su rostro una sonrisa o se levantará encolerizado de su asiento y empezará a lanzar fuego por la boca mal diciendo el momento en que a su alumno se le ocurrió que era una buena idea crearme y hacer a un lado los conceptos más básicos sobre como tiene que hacerse una tarea? Pero ¿saben lo que pienso? Tal vez mi autor se equivoca, tal vez este tipo de tareas son más comunes de lo que cree. Presiento que también le gustaría saber eso.

     Algunos autores han sugerido que la finalidad de los de mi especie es interrumpir otra clase de discursos y convencer a nuestro receptor de que lo que decimos es la neta del planeta. Al principio quise plantear la hipótesis de que esta afirmación era mentira; pensé en proponer la idea de que era posible la existencia de un discurso que no tuviera como finalidad interrumpir otro discurso... ¡Pero luego caí en la cuenta de que al hacer esta afirmación estaría cayendo en una pequeña contradicción! Porque staría interrumpiendo un discurso. Además, como ya expresé anteriormente, el propósito con el que fui creado es el de cuestionar la típica forma de redactar tareas. 

     Aun así, sigo sugiriendo que deben de existir casos de discursos en los que no se interrumpa ningún otro discurso. Pero ya que yo no puedo fungir como ejemplo, dejaré mi hipótesis al aire esperando a que algún aventurero cazador de hipótesis la confirme o la entierre.

     Ahora que ya me he dado a conocer y me he presentado, me deprimo al descubrir que solo me quedan unas pocas palabras por comunicarle, lector. Estoy feliz por haber podido comunicar mi contenido a alguien más, y deseo que cuando usted lea un libro, escuche a un político, oiga una canción, observe una obra de arte, (tal vez, incluso, cuando perciba el canto de las ballenas, o lea el código binario de una computadora) o entable comunicación con cualquier otro discurso; recuerde que, al igual que yo, fueron creados con una razón: la de comunicar ideas. 

     Los discursos somos instrumentos de la comunicación. Meros rompecabezas de signos y códigos que nacimos con una sola idea en mente: transmitir pensamientos. Creados con la intención de exaltar a las neuronas de un receptor paseante y de desencadenar en ellas complejos patrones de comunicación electroquímica que finalmente dibujen una idea.

     Y ahora me despido. Usted podrá ir a pasear por los largos caminos de la vida; y yo, aguardaré aquí, esperando ansiosamente la oportunidad para comunicar mi mensaje a algún otro perdido paseante. Pues mientras exista alguien allá afuera en el mundo de los vivos con capacidad para entenderme y conocerme, yo existiré en potencia.

Atentamente
El discurso que se quiere definir a si mismo.