Sobre "Civilización" y "Cultura"
La
necesidad de hacer una distinción entre cultura y civilización
radica en que ambas son herramientas necesarias para el estudio de la
sociedad, y su utilidad depende de que nos permitan identificar
distintos rasgos o patrones dentro de esta. Poco servible sería
el concepto de cultura si dijésemos que este abarca absolutamente
todo lo que está relacionado con una sociedad, porque entonces una
sociedad sería igual a una cultura y estaríamos cayendo en un
pleonasmo al decir: las sociedades tienen cultura. Creo que esta idea se aclarará si recurrimos a una analogía: por ejemplo, sería
de muy poca utilidad en un estudio sobre los mamíferos clasificarlos
de acuerdo a si son vertebrados, puesto que todos los mamíferos por
definición son vertebrados. Tal vez esto fue lo que quiso dar a
entender Eagleton cuando dijo: “Incapaz de decir una cosa sin
decirlo todo, la [palabra] cultura acaba por no decir nada”.
Ahora
que espero haya podido aclarar la necesidad de entender y distinguir
los conceptos de cultura y civilización dedicaré la mayor parte de
esta entrada a explicar la evolución de ambos conceptos en
el tiempo, con la finalidad de poder dar a ambos una
definición propia.
Lo primero que hay que aclarar es que, de hecho, ninguno de los dos es, en realidad, ni definición, ni término. No son definiciones porque no se tratan de objetos materiales susceptibles de ser expuestos de manera precisa y unánime; y tampoco son términos porque las ideas a las que hacen referencia no están incuestionablemente acotadas y mucho menos terminadas, puesto que emanan de sociedades en constante cambio que reflexionan sobre sí mismas y sobre las autoconcepciones que de ellas tienen. Cultura y civilización son conceptos porque nacen de ideas abstractas cuyo significado metafísico tratamos de encontrar a través del mismo pensamiento que les da origen, condenados a una eterna mutación consecuencia de las condiciones sociales del individuo que los genera. Y en este sentido, si deseamos entenderlos, debemos recurrir a la historia.
A
través del tiempo
La
primera persona, de la cual tengo conocimiento, que se rompió la cabeza
tratando de definir el concepto cultura fue Francis Bacon. Él habló de cultura como si se tratase de “coulter”, una palabra
en ingles que significa reja de arado, y propuso que la cultura es el
cultivo del espíritu. De acuerdo con mi interpretación de
esta definición la cultura tiene que ser forzosamente una herencia,
puesto que tenemos que sembrar en nuestras mentes conocimientos que
ya existen (habiendo estos sido descubiertas o inventadas por los
humanos anteriormente) y posteriormente estos conocimientos
germinarán en nuestros cerebros, en lo que podría llamarse una
interpretación de los conocimientos e ideas de nuestra época. De
esta forma, la cultura sería la herencia que obtenemos de nuestra
sociedad, la forma en que entendemos e interpretamos personalmente
esta herencia y la manera en que la aplicamos.
Todavía
en el siglo XVIII no existía una clara diferencia entre cultura y
civilización. Para un pensador como el Marquis de Mirabeau la
civilización era el refinamiento de los modales que le otorgaban a
la sociedad su virtud y que son el origen de la humanidad. Mientras que para Edmund Burke la cultura era la idealización del
propio orden social, osea, de la Imperial Gran Bretaña de su época,
con lo cual se justificaba que los estados modernos de la Europa
occidental invadieran a los estados premodernos del resto del mundo
con el objeto de expandir su ideología. Podemos observar en ambos autores un chovinismo en el que se exalta
la importancia de los valores y refinamientos de sus propias
culturas, mientras que se consideraba retrasada al resto de la
humanidad con respecto a ellas, incluso Mirabeau
llega al extremo de decir que solo aquellas personas que compartían
su civilización formaban parte de la humanidad. Sin embargo, no pasaría
mucho tiempo antes de que surgieran movimientos de protesta en contra
de las ideas nacionalistas de Mirabeau y Burke.
Los
primeros relativistas sociales surgieron en Alemania ese mismo siglo.
A Friederich Schiller, quien es mejor conocido por sus trabajos sobre
el origen del estado, debe reconocércele como uno de ellos. Según
él, la cultura es el fundamento sobre el cual se erigen todas las
sociedades y por ello no puede mostrar preferencia por ninguna acción
humana. Otro relativista, esta vez muy reconocido por su trabajo
sobre el tema, fue Johann Herder - por cierto, considerado por algunos padre de la antropología- para quien la cultura no era el
fruto de una historia unilineal, “sino una diversidad de formas de
vida específicas, cada una con sus propias y peculiares leyes de
evolución.” Sus ideas sin duda fueron revolucionarias para la época. Afirmó también, por ejemplo, que lo que una nación puede considerar
indispensable puede nunca habérsele ocurrido a otra o puede ser
considerado malo para una tercera. Otra de sus valiosas aportaciones
fue haber dado a la “cultura de identidad” su sentido moderno, al
asegurar que se trataba de una forma de vida característica de
cierto grupo social y que hace que las personas se sientan
identificadas con su lugar de nacimiento. Con ellos nació
por primera vez, en la cabeza de un pensador occidental, la idea de que nuestra cultura no tiene por qué ser
el centro del universo, ni por qué ser monopolizadora de la
verdad, y, que de hecho, no es ninguna de las dos cosas. Estos pensadores acuñaron la
idea de que las demás culturas y sociedades con las que compartimos
el mundo merecen igual respeto que las nuestras. En sus puños estuvo lo que considero fue el cuarto golpe a el ego humano*.
En fin, nos enseñaron que “cultura significa gente distinta”.
No
fue hasta la primera mitad del siglo XIX cuando se empezaron a notar
los primeros esfuerzos serios por separar a la cultura de la
civilización, que hasta ese momento habían sido conceptos muy
vagamente definidos. En palabras de Bierstedt: “Un francés podría decir, por ejemplo, que
América tenía civilización pero no cultura, otro que América
tenía cultura pero no civilización, y ambos querían decir
exactamente lo mismo”.
Uno de los primeros en hacer una distinción fue Coleridge Tylor
quien, al decir que la civilización debía fundamentarse en la
cultura, quería decir que para ser ciudadanos debíamos ser primero
humanos, pues para él la cultura era el desarrollo de las cualidades
de nuestra humanidad. Por otro lado, Mathew Arnold pensaba que la
civilización estaba en contra de todo lo que la cultura significaba.
La cultura era la perfección de la moral, el intelecto y el camino
hacia esa perfección, la civilización por su parte era agente
represor de intelecto humano. Aunque ambos autores estaban de acuerdo en que la cultura era una
idea positiva a lo que debíamos aspirar como humanidad; para
Coleridge esta debería de servirnos como el cimiento sobre el cual
construiríamos nuestra civilización , mientras que para Arnold la
civilización representaba lo negativo, los baches y las
bifurcaciones que trataban de dificultarnos nuestro viaje.
Ya bien entrado el siglo XIX nació la idea de que la sociedad podía ser
estudiada utilizando el mismo método científico que era usado para
estudiar otras partes de la naturaleza. De ahí que científicos como
Max Weber hayan contribuido a definir más nítidamente los conceptos de "cultura" y "civilización". Para Weber la civilización era el medio objetivo a
través del cual se debería estudiar a la sociedad, entendiéndose
esta como el conjunto de prácticas y técnicas artísticas -incluyendo el conocimiento-, que de ella formaban parte. Por otro lado
la cultura tendría que ser el componente subjetivo de la sociedad: las
ideas y los valores que la caracterizan. Está idea fue apoyada por
Robert MacIver quién definió la civilización como el conjunto de
instrumentos de una sociedad y a la cultura como un fin al que se
aspira llegar. En ambos pensadores podemos notar ya un esfuerzo serio por hacer una
distinción entre los dos conceptos, buscando con ello definir que
partes de la sociedad podrían ser investigadas objetivamente a
través de vestigios materiales, y como tales, serían objeto de la ciencia (la civilización); y cuales tendrían
que ser investigadas a través de la razón y del pensamiento, en cuyo caso serían objeto de la filosofía (la cultura).
Tanto
Weber como MacIver, al encontrar en la civilización un componente de
la sociedad susceptible a ser estudiado objetivamente abrieron la
brecha para que nuevos investigadores intentaran comparar los niveles
de civilización de distintas culturas y generarán una teoría de la
evolución social. Tarea que fue llevada a acabo por estudiosos como Edward Tylor y Oswal
Spengler. Tylor entendía la cultura como un “todo complejo” y proponía que el cambio de las sociedades a través del tiempo
estaba regido por leyes históricas que podían ser descubiertas y
entendidas. Por otro lado, la teoría de Spengler sobre la evolución social era
más bien pesimista. Él sí hace una distinción clara entre cultura
y civilización, ve a la civilización como el fin de la historia,
pero no como un fin deseable sino más bien despreciable. La
civilización representaba para él la supresión total de la
libertad humana, y tenía que ser evitada a toda costa. La cultura, por el contrario, era la historia en su totalidad y cada una de sus partes. Encuentro en el desprecio de Spengler hacia la civilización una
influencia de las ideas de Arnold. Tanto Spengler como Tylor
contribuyeron a fundar una teoría de la evolución social que
influiría en varios pensadores posteriores y que continua existiendo
hasta nuestros días. No obstante, Tylor, al entender la cultura como
un todo, cae en el problema de la sobregeneralización del concepto,
cuya inutilidad ya he mencionado antes; y Spengler, por su parte, al
descartar rotundamente a la civilización como fuente de progreso, quitó de su teoría una herramienta de suma importancia para el
estudio social. En resumen, puedo decir que ambas teorías hacían
agua, lo que motivó a que futuros pensadores las criticaran
fuertemente.
El
principal opositor a la teoría de la evolución social fue Franz
Boas. Para Boas, tanto Spengler como Tylor, al intentar comprender
estructuras sociales que se encuentran más allá de la observación
directa, entran en el terreno de la metafísica, por lo tanto su
trabajo no se fundaba en evidencia empírica y debía ser desechado.
Según su definición, cultura era el conjunto de las
manifestaciones sociales, las reacciones de los individuos y los
productos de sus actividades. Para él la comprensión de la sociedad
era alcanzable solo a través del estudio del individuo, que es el
único componente de la sociedad con el cual podemos tener un
contacto físico. Al partir de los componentes más particulares de
la sociedad, el método de estudio tendría que ser necesariamente
inductivo. La historia tampoco era necesaria en el modelo de Boas,
pues según él, la sociedad es el producto de una circunstancia
social y si logramos conocer cabalmente el momento actual de la
sociedad, la entenderíamos por completo, haciéndose así obsoleta
la historia. Personalmente me párese que Boas tiene razón en este punto, si
lográsemos conocer completamente el momento actual de la sociedad ya
no necesitaríamos estudiar su pasado, pero debido a que la sociedad
está en constante cambio, posee un carácter efímero e
intervienen demasiados factores que hay que tomar en cuenta en este cambio,
conocerla cabalmente en el momento “actual” es una tarea muy
improbable (por no decir imposible) y por lo tanto el estudio
histórico seguirá resultando de mucha utilidad durante al menos
mucho, mucho, tiempo más. Con Boas se fundó una corriente dentro de
las ciencias sociales que buscaba alejarse de lo general para
entender lo particular, mientras que otro grupo de científicos
buscaban exactamente lo contrario.
Radcliffe-Brown
resaltó la importancia del estudio de las estructuras sociales. Para
él la cultura es (en palabras de Kahn) “lo que queda una vez que
se sustrae la estructura social”.Por
otro lado, Sorokin afirmaba que la civilizaciones no existen, diciendo que el
concepto nació de la falta de distinción entre los varios tipos de
sistemas culturales y un grupo organizado. “Lo que ellos llaman
civilización es algunas veces uno de esos fenómenos y a veces el
otro”. Considero que ambos autores hicieron una gran aportación el debate
al haber resaltado la importancia del estudio de los sistemas y las
estructuras sociales. De especial interés me resulta la separación
que Radcliffe-Brown hace entre cultura y las estructuras de una
sociedad.
Alfred
Kroeber fue un seguidor de Boas pero al mismo tiempo fue uno de sus
más grandes críticos. Hace una distinción entre comportamiento y
costumbres, uno propio del individuo y las otras de la cultura. También les otorgó a las estructuras sociales “orgánicas” un papel
trascendente en su teoría. Con él la historia recobra valor, aunque
no trascendente, pues niega la existencia de leyes sociales al
considerar que la cultura no es el resultado de la acumulación de
partes casuales. Para él cultura es “la mayor parte de las
reacciones motoras, los hábitos, las técnicas, ideas y valores
aprendidos y transmitidos y la conducta que provocan”. Su teoría intenta, desde mi punto de vista, construir un puente
entre las ideas de Boas, centradas en lo particular y en la inducción, y las de los estructuralistas, quienes daban mayor importancia a la
estructura social en general y a la deducción. De esta manera abriría el camino,
probablemente sin quererlo, para las nuevas generaciones de
evolucionistas sociales.
Dos
de aquellos evolucionistas fueron Arnold Tonybee y Leslie White. El
primero consideró que la civilización y la sociedad eran la misma
cosa, pero en distintos niveles de complejidad, donde la civilización es una cultura "avanzada". Él halló dos
indicadores de civilización en las sociedades: 1)las instituciones
que poseen y 2) la división de trabajo. estos dos indicadores han
sido criticados por ambiguos y por ser encontrados en la mayoría de
los grupos sociales. Por su parte White distinguió tres distintos niveles que integran la
cultura: el ideológico, el tecnológico y el abstracto. Estos tres
niveles se complementan e interactúan entre ellos para dar lugar a
la compleja red que constituyen el tejido social. La distinción de niveles que usa White en su concepto de cultura me
parece muy acertada y útil para la investigación social.
Finalmente,
llegamos a los lingüistas Ward Goodenough y Claude Lévi-Stratuss,
cuyas formas de abordar la cultura difieren prácticamente en todos
los aspectos, hasta podríamos considerarlos opuestos, pero guardan
en común su punto de partida: la lingüística. Mientras por un lado
Goodenough argumenta que el estudio de la cultura debe de estar
basado en la construcción de modelos empíricos nacidos del estudio
de la etnografía a través de la lingüística; para Lévi-Stratuss
la información sobre la cultura no puede ser obtenida de manera
directa, sino a través del pensamiento y, por tal motivo, se opone al
empirismo. Sin embargo reconoce la importancia del estudio
lingüístico. Me parece interesante destacar que a pesar de haber partido de tan alejados puntos, sus definiciones finales sobre la cultura son, hasta cierto punto, parecidas. Para ambos la cultura estaba separada
del mundo físico y nacía en la mente de los individuos de una
sociedad. Difieren en que para el primero la cultura es aquello que dirige el
funcionamiento y el pensamiento de las personas; y para el segundo, esta es parte inherente del ser humano, diferente de su
naturaleza biológica, pero yuxtapuesta a ella.
En
este último párrafo podemos observar marcadamente un fenómeno que
se ha presentado una y otra vez a lo largo de la historia de los
conceptos de civilización y cultura: una cierta polaridad. Como he
tratado de plasmar a lo largo de todo este ensayo, la evolución de
los conceptos en cuestión a través del tiempo no ha seguido en
ningún momento una línea recta bien definida y progresiva, sino más
bien varios e intrincados caminos que nos recuerdan a las ramas de un
árbol que se extienden cada una por su propio camino, creciendo de
vez en cuando alguna pequeña conexión entre ellas que permite el
flujo de información entre dos tallos separados.
Mis
conclusiones sobre la civilización y la cultura.
Espero
haber podido dejar en claro que los conceptos de cultura y
civilización son constructos flexibles que pueden arrojar distintos
significados dependiendo de la manera en que los abordemos. Es muy
importante también tener siempre presente que el significado que un
investigador da a estos conceptos al momento de realizar su trabajo
afectará significativamente el resultado de sus conclusiones, así
como las interpretaciones de los lectores dependerán de sus propias
definiciones. ¿De qué uso nos podría ser que un matemático tomara
dos números dos y nos presentara un cuatro como resultado sin
decirnos como lo obtuvo? No habría forma de saber si los sumó, los
multiplicó o los potenció, y su afirmación carecería de valor si
se tratará del primer paso en la demostración de un teorema. Por
eso creo que es de vital importancia que los autores, al usar estos
conceptos, dejen en claro la definición en la cual se estarán
basando.
Debido
a que no existe una definición netamente acertada de cultura, cada
quien tiene que desarrollar sus propias ideas al respecto,
basándolas, por supuesto, en las definiciones que ya otros autores
han trabajado antes de su tiempo. Resulta evidente que agarrar
casi cuatrocientos años de reflexiones sobre el tema, ignorarlas y
tirarlas a la basura es una idea mensa, por no decir suicida. Por eso
es importante entender, aunque sea muy vagamente como en mi caso, la
evolución de ambos conceptos a lo largo del tiempo antes de realizar
nuestras propias sumersiones en el las turbias aguas de los mares de
la cultura y la civilización.
¿Qué
es para mí cultura? Yo mismo he respondido a esa pregunta de
distintas manera a lo largo de mi corta vida. Hoy en día, en este
momento y en este lugar, para mí la cultura es el conjunto de ideas
y la cosmovisión de una sociedad, la forma en que las transmite a
las siguientes generaciones y las interpretaciones que sus individuos
hacen de ella. Es lo que queda de una sociedad una vez que extraemos
toda la estructura social, como dijo Radcliffe-Brown, y el nivel
ideológico de la sociedad que distingue White. Es, en pocas palabras, un
elemento inmaterial de la sociedad.
¿Y
la civilización? Desde mi punto de vista es el conjunto de
estructuras sociales y los productos de una sociedad, emana de la
cultura y es su representación física, aun así, es capaz de
influir en ella. Es las estructuras que quita Radcliffe-Brown de la
sociedad en su definición de cultura, y el nivel tecnológico de la sociedad que distingue White en la suya.
Quiero
resaltar el hecho de que es imposible trazar una raya clara que
separe la civilización de la cultura, puesto que una siempre está
influyendo a la otra. Por ejemplo, una religión, con su manera
particular de ver el mundo, es cultura; mientras que su iglesia, con
sus instituciones y sus objetos materiales, sería civilización. Sin
embargo, esta relación entre religión e iglesia es bilateral y las
divisiones entre ellas son difusas: lo que la iglesia y sus jerarcas
decidan puede alterar el futuro de la religión, mientras que la
religión por su parte también influye claramente en el futuro de la
iglesia. De esta manera, no puede haber cultura sin civilización ni
civilización sin cultura, son dos caras de la misma moneda.
Entonces, cultura y civilización son herramientas útiles para la
clasificación y el estudio social, en este sentido son como estuches
y su tamaño y su forma variarán dependiendo del tiempo y el lugar
de la fabrica en que las hayan manufacturado.
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*Los otros tres mencionados por Sigmund Freud:
Copérnico al decir que no somos el centro del universo, Darwin al
decir que no somos la creación favorita de un Dios y él mismo al
decir que ni siquiera somos tan inteligentes como pensábamos.
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Lecturas Sugeridas:
-Bierstedt,
Robert, “Indices
of Civilization” en American
Journal od Sociology,
volúmen 75 número 5, Marzo 1966, pp.483-490.
-Eagleton,
Terry La
idea de cultura: una mirada política sobre los conflictos sociales,
Barcelona, Pearson, 2001, pp.11-53.
-Kahn, J.S. El
Concepto de Cultura: Textos Fundamentales, España, Anagrama, 1975,
pp.9-27.
-Krotz,
Esteban, “Cinco Ideas Falsas Sobre la Cultura” en Revista
de la Universidad Autónoma de Yucatán,
número 191, 1994, pp.31-36.
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