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miércoles, 17 de febrero de 2016

Sobre los 10 (no)mandamientos para los humanistas del siglo XXI



¿Puede la moral ser producto de un proceso democrático? Eso piensan Lex Bayer y John Figdor quienes iniciaron en el 2014 un sitio web que invita a todas las personas a compartir un “mandamiento” con el resto del internet. Fruto de esta actividad fue una lista de 10 mandamientos para los ateos del siglo XXI. Un título que deja muchas cosas a considerar. Para empezar, el nombre “mandamiento” es poco exacto, puesto que la lista no trata de imponer órdenes y leyes morales a nadie, de hecho sería mucho más exacto quitar la palabra “mandamiento” del título y sustituirla por “consejo”. Pero obviamente este sería un título mucho menos taquillero y se perdería de paso la obvia referencia a los 10 mandamientos de la tradición judeocristiana. Incidentalmente, esta es también la razón por la que los autores seleccionaron solamente diez mandamientos de entre todas las sugerencias (en vez de, digamos, 11, 42 o 1764). Sí, yo entiendo a todos los amantes del diez, es un número muy bonito formado por la suma de los cuatro primeros números enteros positivos, pero no hay nada en él que compela a la moral a ajustarse a sus designios cuantitativos. Tampoco me parece correcta la inclusión de la palabra “ateo” en el título puesto que el ateísmo es simplemente una aseveración sobre el estado natural del mundo y, como tal, es moralmente neutral. Por sí misma, la visión atea del mundo no incentiva ni castiga ningún comportamiento. A mi parecer un término más adecuado pudo haber sido “humanismo laico”. En fin, podría seguir despotricando contra el título del artículo, pero ese no es el objetivo de esta entrada. De cualquier manera, la lista no debe tomarse como un estricto código de ética sino más bien como una invitación a reflexionar sobre las razones que guían nuestro actuar en el mundo.


     Empecemos por discutir la postura ética que existe detrás de una lista de normas morales. La idea que sostiene que la moral puede sujetarse a leyes de aplicabilidad universal y que las acciones de los seres pensantes son intrínsecamente buenas o malas se suele llamar deontología. La postura contraria, que sostiene que las acciones morales no deben juzgarse de acuerdo con leyes universales sino con respecto a sus consecuencias, recibe el nombre de consecuencialismo. A causa de ello, un consecuencialista evitará crear normas morales y juzgará sus acciones en el mundo según éstas colaboren o no a lograr un fin supremo (como, digamos, aumentar la felicidad o disminuir el sufrimiento). Ambas posturas, llevadas al extremo, conducen a encrucijadas éticas de difícil solución.

     Por un lado, la moral deontológica -con su afán de establecer leyes morales que puedan aplicarse a cualquier situación particular- se enfrenta tanto a la diversidad de la vida social como a nuestra interacción con los demás seres sensibles de la naturaleza; complejidad que engendra comúnmente circunstancias no previstas por ninguna norma. Ni siquiera la constitución más larga, con el reglamento más largo y extenso, puede aplicarse universalmente. Siempre habrán situaciones que no están contempladas en ninguna ley y es por eso que la interpretación del derecho es importante. El intento de encuadrar toda la actividad moral humana en un conjunto de diez normas es claramente un ejemplo de esta moral deontológica.

     El consecuencialismo, por otro lado, también tiene sus límites. Por ejemplo, imaginemos que alguien ha ideado un plan magnífico he infalible que eliminará la guerra del mundo, pero para llevarlo a acabo es necesario terminar con dos tercios de la población mundial. Un consecuencialista se verá tentado a considerar la opción de matar a varios miles de millones de personas con el fin de lograr una sociedad pacífica futura. Un deontologista, por el contrario, posiblemente considerará que el valor de una vida humana cualquiera es suficiente como para obligarnos a abstenernos de buscar la paz por aquel medio y, aunque deteste la guerra, reprobará el medio para su eliminación (eso sin mencionar que en la vida real difícilmente existen planes magníficos he infalibles).

     Aclarado lo anterior -y a sabiendas de que cualquier intento de enlistar reglas morales tenderá hacia el lado deontológico del espectro ético- reflexionemos un poco sobre el contenido de la lista. Llama la atención que sus tres primeros consejos expresen una actitud de inquisición, investigación y asombro ante el mundo. Prácticamente es el reconocimiento del método científico como la manera correcta de estudiar la naturaleza. Lo cual se admite explícitamente en el tercer punto. Lo más valioso de esta primera tercia me parece que radica en su rechazo a todos los tipos de dogmas, en cierta manera su mera existencia implica también su condición como consejos morales en vez de mandamientos. Esta cualidad los hace contrastar drásticamente con los tres primeros mandamientos de la tradición judeocristiana, de tendencia mucho más afín al dogmatismo.

1. Ten la mente abierta y estate siempre dispuesto a ajustar tus creencias a la evidencia.

2. Busca comprender lo que es más probable que sea cierto, y no lo que deseas que sea cierto.

3. El método científico es la manera más confiable que tenemos para conocer el mundo natural.

     El siguiente consejo de la lista se refiere a la relación de cada persona con su cuerpo y obviamente es una defensa de la libertad sexual y una condena a todos los tipos de maltrato físico. Posiblemente alguien pueda amparar en él una defensa del derecho al aborto, pero no estoy seguro si esta es una consecuencia que emane necesariamente de él. Por otro lado, el respeto al cuerpo humano es también una expresión de valores naturalistas. Pues para las personas que creemos que la conciencia es un producto de la materia, y no algo ajeno a ella, la existencia del cuerpo físico es una condición para que exista la mente. El cuerpo es para nosotros parte íntegra de nuestra propia identidad.

4. Cada persona tiene el derecho a elegir que hacer con su cuerpo.

Sobre el quinto no tengo mucho que decir. Me parece algo redundante, pero supongo que no sobra dadas las condiciones sociales actuales. Ojalá que en un futuro no muy lejano ya no sea necesario tener que estar recordándolo.

5. Ningún dios es necesario para ser una buena persona o para vivir una vida llena de significado.

El sexto consejo de la lista me parece el más curioso de todos. Guarda en su interior la contradicción de ser a la vez una norma moral, y por lo tanto de orden deontológico, y un principio consecuencialista. Es consecuencialista en cuanto nos obliga a pensar no tanto en las acciones en sí, sino en sus consecuencias como criterio para evaluar la pertinencia o no de una acción. La vieja disputa entre deontologismo y consecuencialismo puede resumirse en la famosa pregunta ¿Acaso el fin justifica los medios? Por supuesto, yo creo que no puede existir una respuesta sencilla a tal interrogante. Hay fines que justifican ciertos medios, pero también existen medios injustificables. Definir el momento exacto en que debe uno de apartarse del deontologismo y abrazar el consecuencialismo, o viceversa, es algo muy difícil de determinar. Una razón más por la que vivir es tan complicado.

6. Reflexiona sobre las posibles consecuencias de todos tus actos y reconoce que debes tomar responsabilidad de ellas.

A propósito, el octavo no-mandamiento en la lista es casi una epílogo al sexto, y nos recuerda que nuestra responsabilidad no tiene por qué circunscribirse necesariamente a la existencia presente, sino que bien puede tomar en cuenta los futuros estados posibles del mundo. Es decir, es una invitación a considerar a las futuras generaciones en nuestra toma de decisiones, y es un consejo especialmente valioso sobre todo en lo relativo a los temas ecológicos. Esto es así porque nos recuerda que debemos preservar nuestros recursos y riquezas naturales, no solamente por el bien de nuestra salud, nuestra economía y nuestro sentido del gusto, sino por el bien de aquellos que nos sucederán como habitantes de este planeta y que deseamos tengan la oportunidad de aprovechar sus belleza y sus recursos de la manera en que nuestra generación lo puede hacer.

8. Tenemos la responsabilidad de considerar a los demás, incluso a las generaciones venideras.

Retomando el orden previo, el consejo número siete es una formulación contemporánea de la Regla de Oro de la ética. A muchos les recordarán las palabras del Jesús bíblico, y esto no es casualidad pues el Jesús que aparece en la Biblia formula una versión de esta regla. Sin embargo, es importante tomar en cuenta que la Regla de Oro de la ética no es una patente exclusiva del cristianismo, distintas versiones de ella pueden encontrarse en varias culturas alrededor del mundo. Esta condición de cuasi-universalidad es lo que le ha ganado el renombre de Regla de Oro.

7. Trata a los demás como te gustaría que ellos te trataran a ti mismo, y de manera que tú razonablemente creas que quieren ser tratados. Toma en consideración su perspectiva.

La Regla de Oro me parece una de las mayores directrices de la vida moral. Aunque claro, llevarla a la práctica irreflexivamente puede ocasionar imposiciones injustas y sufrimiento. Un ejemplo mundano pero sencillo y claro ayudará a entender esta disyuntiva. Imaginemos que mi helado favorito es el de limón, siguiendo la Regla de Oro podría verme tentado a darles a todas las personas helado de limón aun cuando a ellas no les guste. Por supuesto, un segundo nivel de reflexión me llevará a darme cuenta de que lo que en realidad me gusta es saborear un helado que me cause placer, por lo cual me parecerá mejor preguntarle a cada persona por su tipo de helado favorito antes de imponerles un helado de limón. Claro está, un nuevo nivel de análisis superior me llevará a considerar que lo que en realidad me gusta no es tanto el helado, sino ingerir cosas que me parezcan sabrosas… y niveles de abstracción subsecuentes me llevarán a admitir que lo que en verdad quiero es sentir placer o evitar un estado incómodo como la sed o el hambre. La situación es compleja y nos demuestra lo complicado (y en muchos sentidos vano) que puede ser reducir la ética a un conjunto de reglas.

Llegando al final de la lista, el noveno consejo ha causado críticas pues asegura que no existe una manera correcta de vivir, lo que muchos han considerado como una aceptación del relativismo moral. Esta crítica se basa en un completo malentendido. Cuando algunas personas decimos que no hay una manera correcta de vivir la vida, o de organizar una sociedad, o de jugar un partido de futbol, lo que en realidad queremos decir es que hay muchas maneras de vivir una vida feliz y en armonía con los demás seres vivos, que existen varias maneras de organizar sociedades funcionales y que existen muchas formas en las que un partido de futbol puede ser entretenido.

Ciertamente esto no quiere decir que todo vale. Se pueden discutir que hay manera incorrectas de vivir, o de organizar una sociedad, y sin duda han habido y habrán partidos de futbol malísimos. Pero si nos preguntas ¿cómo debo de vivir? La respuesta es: construye tu vida tú mismo y no olvides considerar a los demás. Por ejemplo, si alguien nos pregunta cómo debe de desarrollar y practicar su sexualidad, le responderemos que hay miles de maneras de hacerlo: existen relaciones monógamas, polígamas, homosexuales, heterosexuales, con uno mismo; se puede elegir el celibato, usar máquinas, tener fetiches, practicar x o y posiciones, Etc. Etc. Etc. Sin embargo, pese a aceptar que no existe una manera correcta de experimentar la sexualidad, recriminamos y castigamos el forzar a alguien a tener sexo o el practicar relaciones sexuales con menores de edad. ¿Quieren llamar a esta postura relativista? Ciertamente es una moral más abierta que otras, pero no por eso deja de ser prescriptiva hasta cierto punto.

9. No existe una manera correcta de vivir.

Me parece que el verdadero valor de estos mal llamados mandamientos no está tanto en que puedan o no servir como una verdadera guía para los humanistas, sino en que pueden incentivarnos a reflexionar sobre la moral y las razones por las cuales actuamos como actuamos. Ciertamente uno de los aspectos que más valoro del proyecto es la negativa a presentar estos consejos de manera dogmática, ellos son producto de la reflexión racional y el debate. No son hechos dados y pueden ser modificados. De hecho la página que inició el proyecto sigue abierta y uno puede ir y publicar un consejo moral para que los demás lo vean[1]. A fin de cuentas, el dogma, ya sea por razones religiosas, políticas o ideológicas es pernicioso a largo plazo, el actuar irreflexivamente nos puede conducir por caminos indeseados, y la reflexión crítica y la discusión abierta de las ideas es la mejor manera de enfrentarnos a él.

10. Trata de hacer que el mundo sea un mejor lugar tras tu partida que cuando llegaste.



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[1] Atheist mind, humanist head.

viernes, 6 de noviembre de 2015

¿Por qué creen que los ateos son malos? Un tipo particular de discriminación religiosa



¿Sabías qué existe la discriminación en contra de los no religiosos? Sí, lo sé; es un dato que tal vez desconcierte a muchos porque no estamos acostumbrados a hablar sobre el tema. Pero por increíble que pueda parecer, el 49% de los estadounidenses desaprobaría el matrimonio de alguno de sus hijos con una persona que no cree en ningún dios (en contraste con el 11% que desaprobaría el matrimonio de sus descendientes directos si fuese con alguien de otra “raza”)[1] y el 40% de los gringos no votaría por una persona atea aun cuando estuviera perfectamente capacitada para ejercer el cargo, mientras que el 38% no votaría por un musulmán[2]. Ahora bien, me hace feliz ver que la desaprobación del matrimonio de personas con pieles de distintos colores ha disminuido y ojalá la discriminación en contra de los musulmanes continúe a la baja; pero es preocupante percatarse de los prejuicios negativos en contra de las personas que negamos la existencia de algún dios o ser sobrenatural. 


            Decidí escribir esta entrada porque el combate a todo tipo de discriminación debe empezar por señalar su existencia. El fenómeno no es nuevo, tiene raíces muy profundas en la historia del mundo (no olvidemos que una de las razones por las que la justicia ateniense condenó a la muerte a Sócrates fue la acusación –falsa- de que el filósofo negaba la existencia de los dioses) y en los últimos años ha habido una toma de conciencia al respecto, lo suficientemente amplia como para que hoy exista una entrada específica sobre ello en la Wikipedia[3]; pero aún falta mucho por hacer. Mi objetivo pues es explicar a todas las personas interesadas, en especial si son religiosas, en qué cosas creen los no religiosos, no deseo entonces aquí convencer a nadie sobre ningún tema de materia religiosa; solo aclarar que la discriminación contra nosotros, los no religiosos, es un hecho que hay que combatir. 

Fuente: International Humanist Ethical Union  http://freethoughtreport.com/download-the-report/
            Generalmente se usa la palabra “ateo” para referirse a las personas que no creen en ningún dios. La palabra en sí es antigua y en realidad se usó durante mucho tiempo como un insulto para referirse a las personas que no compartían la religión del que insultaba. Así, por ejemplo, encontramos en el siglo XVI a obispos católicos llamando ateos a personajes claramente religiosos como Lutero o Calvino. No obstante a partir de la Reforma protestante el significado de la palabra “ateo” empezó a mutar estrepitosamente. 


            En el siglo XVII se dio el primer gran auge de movimientos seculares heterodoxos en Europa, aunque por supuesto sus voceros sufrieron distintos grados de persecución. Por ejemplo, al filósofo Baruch Espinoza (1632-1677), que nació en el seno de una familia judía, lo intentó sobornar su comunidad para que ocultase sus dudas religiosas; cuando él se negó a mentir, lo intentaron asesinar; cuando falló el intento por asesinarle, Spinoza decidió huir de su ciudad natal y dedicarse a reparar lentes y escribir libros de filosofía. Spinoza no fue lo que llamaríamos hoy en día un ateo, pero sostenía que Dios no era otra cosa sino La Naturaleza. Tal dios no era un ser al que valiera la pena rezarle, pero él entendía que todo en la existencia, incluida nuestra propia vida, era parte integral del todo natural y concluía que el todo y la naturaleza eran una misma cosa. Durante más de doscientos años muchos cristianos usaron los vocablos “spinozista” y “ateo” como sinónimos. 


            La heterodoxia fue ganando adeptos con el tiempo y en el siglo XVIII surgió un grupo de pensadores que, inspirados en los éxitos recientes de la física newtoniana, creían que el universo funcionaba como si se tratase de una enorme máquina. Una máquina, creían estas personas, necesitaba un creador. Pero ese creador debería de ser lo suficientemente sabio e inteligente como para poder construir un mecanismo que nunca necesitara afinación, ni reparación, ni ningún otro tipo de intervención. Estas personas se reconocieron a sí mismas como “deístas” porque creían que existía un ser superior que había planeado y creado el universo, pero consideraban que tal ser no intervenía nunca en los asuntos del mundo. El dios de los deístas se convirtió pues en un ser a quien no tenía sentido rezar, ni adorar y solamente se le podría conocer estudiando las ciencias. Para ellos, ni la Biblia, ni los sacerdotes tenían nada que decir sobre aquel mecánico universal. A este grupo de personas pertenecieron los enciclopedistas franceses dentro de los cuales destacó por su popularidad Voltaire. Los deístas pues no niegan la existencia de un ser sobrenatural, pero tampoco ven mucho caso en la existencia de religiones. 


            Hoy en día se reconoce como ateos a las personas que ven muy poco probable, o que niegan por completo, la existencia de algún dios, diosa o conjunto de creaturas sobrenaturales. Esta manera de pensar cobró auge en los grupos escépticos y positivistas del siglo XIX. De hecho, fue a principios de tal siglo cuando Napoleón Bonaparte preguntó al físico Pierre-Simon Laplace por qué no había incluido al dios cristiano en su sistema del mundo. Laplace le contestó muy claramente “porque no he necesitado de tal hipótesis”. Una anécdota que ha quedado grabada en los registros de la historia. 


            El vocablo “ateo” pues ha estado históricamente cargado de un sentido negativo. Por eso no sorprende que hoy en día muchas personas que no creen en ningún dios o dioses prefieran autodenominarse agnósticas, humanistas seculares o librepensadoras. Sea como sea que decidamos llamarles, todas estas personas son gente no religiosa; pero es necesario saber que no todos los no religiosos son ateos. En efecto, muchos no religiosos pueden ser deístas, místicos o practicantes de las creencias del New Age, quienes en muchos sentidos son los modernos panteístas. 


Lo que distingue a los agnósticos, humanistas, seculares o librepensadores (en adelante sólo ateos) de aquellas otras personas no religiosas es que nosotros no sólo negamos la existencia de cualquier tipo de dioses o diosas sino que también negamos que exista cualquier otro tipo de seres no-materiales y energías místicas. De cualquier manera, compartimos su falta de religión. Una encuesta del 2014 reveló que el 13% de la población mundial se considera a sí misma atea y el 23% no religiosa pero mística. Lo que quiere decir que los no religiosos representamos un 36% de la población mundial, aproximadamente, y nuestros números van en aumento[4]


            Ahora bien, muchos religiosos piensan que los ateos negamos solamente al dios que ellos personalmente adoran. Esta es por lo demás una visión errada, puesto que los ateos no negamos solamente la existencia del dios cristiano, sino también la del dios musulmán, la de los dioses griegos, la de los dioses mayas, la de los dioses purépechas, la de los dioses egipcios, etc. De hecho en este sentido no hay mucha diferencia entre un ateo y un cristiano, ambos niegan la existencia de la gran mayoría de los dioses en que han creído las sociedades humanas, el ateo solamente está un paso más allá. Los ateos suponen que los religiosos creen en ciertos dioses y no en otros porque es lo que han aprendido en la cultura donde crecieron. 


            La situación es un tanto distinta cuando se discute sobre la existencia del dios mecánico y no personal de los deístas como Voltaire ¿Podemos negar con absoluta seguridad que no existió un mecánico que diseñó el universo? El deísta suele argumentar que una cosa tan complicada como un universo no pudo haber salido de la nada y que tampoco pudo haber existido eternamente, por lo que es necesario que alguien lo diseñe. El ateo entiende la preocupación del deísta, pero le explica que al invocar a un ser complejo para explicar la existencia de un ente complejo como el universo no ha respondido verdaderamente la pregunta, puesto que ahora tendrá que explicar de dónde rayos salió el mecánico en primer lugar. Si salió de la nada ¿Entonces por qué no podemos decir que el universo salió de la nada? Si siempre ha existido ¿Entonces porque no podemos decir que el universo siempre ha existido, yendo y viniendo en distintos ciclos cósmicos? Así podemos clasificar a los deístas y ateos en una tabla según la seguridad de sus convicciones[5]; yo personalmente caigo entre la categoría 4 y 5. 

La enorme mayoría de los ateos estamos a favor de la libertad religiosa, por lo que no estamos en contra de que las demás personas practiquen las religiones que quieran. Pero nos interesa luchar por mantener un estado laico pues no deseamos que los grupos religiosos impongan al resto de la sociedad sus ideas sobre cómo debe de ser la familia, por ejemplo, o que eviten la enseñanza en las escuelas seculares de hechos científicos bien demostradas como la evolución. En este sentido creemos que la discusión de las ideas religiosas por medio del diálogo es un elemento importante de cualquier democracia moderna.





Aunque las estadísticas que se presentan al principio de este capítulo versan sobre Estados Unidos[6], no quiero dar a entender que en México a los ateos nos va de maravilla. Es cierto que la constitución de nuestro país reconoce la libertad religiosa y que ha firmado numerosos tratados que lo comprometen a respetar y a hacer respetar los Derechos Humanos. Esto es un alivio puesto que el artículo 18 de tal declaración establece la libertad religiosa y de pensamiento, y el comentario a tal artículo sostiene que “protege las creencias teístas, no teístas y ateas, así como el derecho a no profesar ninguna religión”. 


Con esto quiero explicar que el problema no está en las leyes, sino en el comportamiento de la mayoría de los mexicanos hacia los no creyentes. Una vez acompañé a mi abuela a una misa católica y el padre dijo que los ateos no eran seres humanos ¿Cómo se supone que deba yo reaccionar a eso? Me quedé callado, hoy creo que por lo menos debí haberme salido de allí. En muchas situaciones sociales es incómodo decirle a la gente que uno no comparte las creencias religiosas de la mayoría y en otras este hecho puede afectar la carrera de uno. Un amigo muy cercano me comentaba que tenía miedo de publicar un artículo del filósofo Peter Singer sobre la moral secular en su Facebook por miedo a que fuera a ocasionarle conflictos con sus jefes. Esto no tendría que ser así, él es una persona muy honesta, recta y trabajadora. Pese a ello nuestra situación no es tan mala como la de otros, al menos los dos somos personas que vivimos en comunidades grandes y relativamente abiertas. 


No puedo ni imaginar el estrés que un no creyente debe de tener al vivir en un pueblo o una comunidad cerrada en donde la iglesia es el centro de la actividad social. Si en Chiapas hay comunidades de protestantes y católicos que se matan por tener creencias religiosas apenas distintas, los escépticos de aquellas poblaciones posiblemente prefieran cerrar la boca o huir. Varios estudios han demostrado que las personas ateas son más felices cuando pueden dejar de ocultar sus verdaderas creencias[7]

 Un ejemplo de discriminación contra una chica atea en Ecuador

Una de las principales causas de esta discriminación es que la mayoría de la gente religiosa simplemente asume que uno tiene que ser una persona mala por el simple y sencillo hecho de que no cree que algún ser sobrenatural creó el universo. Esto es un completo error. Los ateos somos librepensadores y es cierto que no tenemos que creer en algún conjunto de normas morales en específico, pero la mayoría de nosotros creemos en algún tipo de moral laica. No entraré aquí en la descripción de todos los sistemas morales laicos, pero puedo presentarles una serie de personajes ateos y moralmente rectos para que los googleén si tienen interés. Ah, y una cosa más, aseverar que los ateos buenos mienten y en realidad si creen en dios es otra forma de discriminación. No creemos en dios y somos buenos. Pese a quien le pese. 


Regresando a los sistemas morales, rápidamente me vienen a la mente los utilitaristas cuyo precepto máximo es lograr la mayor cantidad de felicidad para la mayor cantidad de personas; uno de los más reconocidos fue el británico John Stuart Mill, pero el utilitarista vivo más famoso es precisamente Peter Singer. También sería difícil sostener que otro filósofo ateo como Karl Marx no tuvo un sistema ético, todo lo contrario el problema de él y de varios de sus seguidores fue que defendieron su moralidad de una manera casi fanática. En el siglo XX nos topamos con grandes promotores de la Paz y ateos como Bertrand Russell o Jean Paul Sartre, filósofos estoicos ateos como Massimo Pigliucci o algunos otros personajes con sistemas morales un poco más eclécticos pero igualmente laicos como los de Richard Dawkins, Carl Sagan, Stephen Jay Gould o mujeres como Julia Galef y Daisy Grewal. Es muy cierto que todas estas personas han propuestos sistemas de creencias basados en principios distintos, pero en muchos sentidos se solapan unos y otros. De cualquier manera, sería imposible negar el hecho de que todos ellos se han preocupado por los demás seres humanos, y se han esforzado por hacer que el mundo que dejen el día que mueran sea un lugar mejor que aquel que los recibió cuando nacieron.  




[2] Six in 10 Americans would say yes to a Muslim president. http://www.gallup.com/opinion/polling-matters/185813/six-americans-say-yes-muslim-president.aspx
[3] Discriminación contra los ateos https://es.wikipedia.org/wiki/Discriminaci%C3%B3n_contra_los_ateos#Am.C3.A9rica_Latina
[4] Freedom Report, 2014. A Global Report on the Rights, Legal Status and Discrimination Against Humanist, Atheist and the Non-religious https://drive.google.com/file/d/0B3gXFZt5sXX1aDJLblBMbjBxd0E/view
[5] La tabla es una modificación de la que fue hecha por primera vez por Richard Dawkins.
[6] In God we Must http://www.slate.com/articles/life/ft/2012/02/atheism_in_america_why_won_t_the_u_s_accept_its_atheists_.html
[7] On the Receiving End: Discrimination toward the Non-Religious in the United States http://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/13537903.2012.642741