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jueves, 8 de marzo de 2012

Un baile entre la historia y la arqueología


Hubo tiempos en que se creía que una persona instruida podía poseer todo el conocimiento de su época, épocas en que la cantidad de conocimientos reunidos por las diferentes ciencias no era tan abrumadora como ahora. Por dar un ejemplo, el mismo Charles Darwin, conocido por su Teoría de la Evolución Natural por Selección Natural, hizo también investigaciones sobre geología. No obstante, él vivió durante la segunda mitad del siglo XIX, aquella fue una época de transición, cuando la especialización de conocimientos estaba encaminándose a hacia su ubicación actual. Entonces, las ciencias se empezaron a ramificar en múltiples nodos de investigación; la idea de que una persona pudiera saber todo el conocimiento de su época estaba casi por completo extinta y surgió la moderna concepción de que una persona tiene que dedicarse exclusivamente a un grupo selecto de temas, o a uno solo, para poder investigarlos y conocerlos.

            Ciertamente, esta nueva noción resulta útil pues permite a los especialistas ahondar más profundamente en las materias, pero también acarrea un grave problema: la realidad no está ramificada ni separada. Cómo dicta la famosa frase “Un experto es alguien que sabe cada vez más sobre cada vez menos, hasta que termina por saberlo todo acerca de nada”. Por estas razones, dividir la realidad para estudiarla no nos llevará de ningún modo a entenderla; si aspiramos a ello -y en mis sueños más utópicos yo lo hago- entonces debemos encontrar la forma de embonar las piezas individualizadas que hallemos, para así poder echar un vistazo a la imagen general que estas forman.

            Por estas razones, toda disciplina científica debe trabajar conjuntamente con las demás para avanzar en el entendimiento de la naturaleza y de la sociedad. Por ejemplo, la química necesita de la física, y la biología de la química. La sociología de la antropología y la psicología se auxilia de estas dos. La medicina  se sirve de la biología y también es necesaria para desarrollar la psicología. Obviamente las relaciones reales son mucho más complejas, pero considero que se entiende lo que estoy tratando de decir. En el caso específico de la Arqueología y la Historia, estas relaciones estrechas, por supuesto, también existen.

            Por ejemplo, la investigación arqueológica en determinada hacienda* puede ser de gran utilidad para un historiador que investigue cómo vivían los trabajadores de las haciendas henequeneras de los siglos pasado y antepasado. En primer lugar, porque resulta sumamente difícil encontrar documentos que describan como vivía la gente “común” de cualquier época y, además, los pocos que se encuentran por lo general resultan tener descripciones vagas. Sin embargo, si comparamos esta poca información escrita con los restos físicos que encontramos en los lugares habitacionales de aquellas personas, entonces podemos hacernos una mejor idea de cuantas personas vivían en cada casa, en qué lugares realizaban las distintas actividades, que medicamentos o alimentos consumían, etc.

El estudio arqueológico de esta hacienda específica (Hacienda San Pedro, en Cholul) parece indicar que existían diferencias sociales dentro de la misma clase trabajadora de la hacienda, ésta no se trataba de un ente homogéneo. Esta conclusión sería muy difícil respaldar si nuestro estudio solo tomara en cuenta las fuentes más comunes de la historia (osease los papelitos con letras escritas), ya que estas últimas generalmente son obra de las personas acomodadas de la sociedad y muy probablemente solo mencionen a los trabajadores como un conjunto homogéneo, sin profundizar en sus heterogeneidades. Pues, después de todo, somos muy dados a englobar en grupos homogéneos a aquellas personas que pertenecen a colectividades ajenas a las nuestras. En mi caso, por ejemplo, aunque no dudo que haya muchos grupos distintos dentro de aquellas personas que practican el Islam, ignoro completamente cuales sean estos.

En segundo lugar, la Arqueologia también se puede servir de la historia, al auxiliarse en ella para encontrar información que le permita interpretar de una manera más certera los restos que encuentra. Por ejemplo, en la página cuatro del trabajo en cuestión, los investigadores describen como se han auxiliado en los trabajos de Quezada para conocer mejor la forma en que las haciendas de aquella época estaban organizadas.

Considero importante mencionar que no en todos los casos es posible hacer estudios de este tipo. Por ejemplo, si investigamos los restos de las primeras aldeas mayas del preclásico temprano, resultará muy complicado –si no es imposible-  encontrar fuentes históricas pues, si es que alguna vez las hubo, estas ya deben de haberse desintegrado y formar parte de las tierras que fertilizan nuestras selvas. En un caso contrario, si intentamos investigar la forma en que la legendaria ciudad de Troya estaba organizada, no podremos realizar actividades arqueológicas en ella, puesto que ni siquiera sabremos dónde estuvo, si es que alguna vez existió
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Reconozco que este último ejemplo tiene muchas deficiencias, pero encuentro muy difícil hallar casos en los que se pueda recurrir a la Historia y no a la Arqueología; esto se debe al carácter de las fuentes que ambas investigan. Según mi consideración, las fuentes de la Arqueología son, por lo general, más confiables y duraderas que las históricas, pero su interpretación resulta mucho más complicada que estas últimas. Daré un ejemplo: si nos encontramos los restos de una pirámide en la mitad de un desierto podemos estar seguros de que alguna vez alguien la construyo, y bastante convencidos de que las personas que la construyeron buscaban de ella algo más que ser un simple señuelo para confundir a los investigadores, pues la construcción de una obra de ingeniería de tal magnitud requiere la inversión de tanto dinero y mano de obra que sería poco probable (aunque sí posible) que alguien la hubiera construido con el fin de confundir a los arqueólogos modernos. Sin embargo, responder a las preguntas ¿Quién la construyo? ¿Para qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? Ya no resultará una tarea sencilla.

Ahora veámoslo desde otro punto de vista, tenemos un documento que nos describe que alguna vez hubo una magnifica ciudad en el desierto, reconocida desde la distancia por una impresionante pirámide que servía como centro de adoración a un dios dado y la cual era habitada por el líder religioso más importante de cierta civilización. El documento es muy completo y nos describe a detalle la organización de la ciudad y las costumbres de su civilización. Sin embargo, cualquier persona que sepa escribir puede hacer un documento de tales características, y aun cuando pudiéramos demostrar que data de una época antigua, esto no es garantía de que alguna vez existió tal ciudad con tal pirámide. El documento podría ser una farsa o contar una leyenda, sin embargo, hasta las farsas y las leyendas pueden resultar de interés para el historiador o el arqueólogo. Si alguien miente, es porque tiene razones para hacerlo.

El caso idóneo en este "güajiro" suceso sería tener el documento y encontrar la pirámide, y aunque aún en estas circunstancias todavía quedarían muchos interrogantes por resolver, al menos tendríamos más recursos para intentar saciar nuestras dudas de respuestas. Además, mientras más conocimientos de distintas disciplinas científicas -como la numismática, la astronomía, la filología, la arqueometría, incluso la física, la economía, la geografía, y todas las demás disciplinas científicas que nos vengan a la mente- podamos utilizar en nuestro estudio, más seguros podremos estar de nuestros resultados. Y a final de cuentas, lo que busca el método científico no es encontrar la verdad absoluta, sino conseguir la mayor certeza posible de que lo que pensamos se parece a ella.

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*El trabajo que comento aquí es: Héctor Hernández Álvarez, Lilia Fernández Souza, Cristian Hernández González, Catalina Bolio Zapata, Arqueología histórica en la Hacienda San Pedro, Facultad de Ciencias Antropológicas, Universidad Autónoma de Yucatán.                              









domingo, 15 de enero de 2012

Sobre el sincretismo entre la religión Maya y la Católica.


En 1992 se recordaron quinientos años de un acontecimiento que trascendió en la historia de la humanidad, se trata de la llegada de los europeos españoles al continente americano. El aniversario suscitó mucha polémica ¿Debía festejarse? o ¿Debía ser un día de luto? Un grupo aseguraba que los europeos habían descubierto América, mientras otros acertaban que el continente había sido descubierto por los humanos varias decenas de miles de años antes. La polémica aún continúa hasta nuestros días, y muy probablemente nunca termine. Pero al final todos parecemos estar de acuerdo en que en esa fecha, quinientos años atrás, se había suscitado el encuentro de dos mundos, dos mundos que nunca volverían a ser lo que eran antes.

       Cuando uno estudia la historia de la humanidad es recurrente observar que cuando dos culturas distintas chocan surgen conflictos entre ellas, y esto no es de extrañar pues incluso dentro de las mismas culturas surgen disputas. Las razones detrás de estas disputas pueden ser de muy distinta índole; a veces son ocasionadas por el choque entre las distintas normas sociales de los grupos involucrados y en otras ocasiones debido a los intereses expansionistas y la búsqueda de riquezas por una, varias o todas las partes involucradas. En el caso de América, y más específicamente del área maya, el encuentro con los españoles resultó en una conquista que trató de imponer por la fuerza el control político y económico y una cultura fundamentalmente distinta de la que predominaba en los habitantes de este territorio, esto provocó un choque cultural que tuvo especial trascendencia en el campo de la cosmovisión religiosa.

       Dedicaré mis esfuerzos en esta entrada a tratar de explicar de forma breve y sencilla el sincretismo religioso entre las creencias mayas prehispánicas y las cristianas católicas, que empezó durante la conquista y continúa hasta nuestros días.

La Cosmovisión Maya Prehispánica

Antes de poder hablar sobre el sincretismo religioso me parece pertinente conocer la forma en que los antiguos mayas pensaban, y creo que la mejor manera de entender el pensamiento de un pueblo es a través de su cosmovisión y su religión, pues es a través de estas que los humanos explicamos los acontecimientos que observamos en la naturaleza y la forma en que reaccionamos a ellos. Por esta razón dedicaré este pequeño apartado de mi entrada a describir las bases ideológicas de la cosmovisión maya.

       Es importante recordar que cuando hablamos sobre religión y cosmovisión maya prehispánica nuestras principales fuentes de información no son los registros arqueológicos, sino los escritos históricos redactados durante los primeros años de la colonia (ya sea por los conquistadores o por indígenas que deseaban perpetuar sus tradiciones), y los estudios antropológicos en las comunidades indígenas actuales, así como el legado histórico de los antiguos mayas que se han preservado hasta nuestros días a través de su escritura jeroglífica. Debido a que las dos primeras fuentes que mencioné anteriormente han sufrido la influencia de ideas occidentales, extirparles la información que provenga de momentos prehispánicos es una labor ardua y compleja, que requiere la comparación de múltiples fuentes, como con los registros jeroglíficos. Actividad que Mendelson compara con armar un rompecabezas incompleto a partir de piezas dispersas y sueltas: “Cada comunidad parece tener una colección de piezas de un rompecabezas, pero en ningún caso la colección está completa”. En ocasiones los arqueólogos y antropólogos también recurren a la comparación del contenido de dichas fuentes con la información preservada en los registros arqueológicos para saber si una idea ha sufrido influencia de corrientes posteriores al contacto europeo. Siguiendo estas técnicas; hemos logrado obtener una imagen bastante clara de lo que alguna vez fue la cosmovisión maya, especialmente la del clásico.
 
      Para los mayas antiguos el mundo estaba compuesto de trece capas. Los humanos habitamos la capa intermedia mientras que las capas superior e inferior permanecen intangibles e invisibles para nosotros. Arriba se encuentra el cielo, dividido en trece capas cada una con su dios correspondiente, hacia abajo de la capa tangible se encuentra el inframundo dividido en nueve capas cada una con un dios propio. Es importante destacar el hecho de que estas capas no parecen haber estado separadas, sino que formaban parte de un continuo. Además, estos tres niveles se encontraban en constante comunicación gracias a una gran ceiba central, el árbol sagrado de los mayas, cuyas ramas se extendían hasta la capa más alta y sus raíces se enterraban hasta lo más profundo del inframundo. La ceiba era considerada sagrada porque sus raíces se levantan del suelo formando una cruz, cuyos picos los mayas identificaban con las cuatro direcciones del cosmos.

        El mundo tangible tenía la forma de un cuadrado y estaba dividido en cinco direcciones (Norte, Sur, Este, Oeste y Centro), cada una de estas direcciones era asociada con un color y un animal. Pero a pesar de que el mundo tangible era cuadrado el universo no era cúbico, sino más bien una especie de romboedro, como explica De La Garza, pues el nivel celeste era concebido como “una pirámide escalonada de trece niveles, y correlativamente, el inframundo también se habría concebido como una pirámide, pero de nueve cuerpos e invertida”. Por estas razones la cruz era un símbolo sagrado para los mayas, pues representaba no solo a la ceiba central, sino a los cuatro lados del universo que confluían en un eje central.

       Estamos bastante seguros ahora que los mayas antiguos creían en una vida después de la muerte, que supone la existencia de una fuerza espiritual que poseemos todos los seres humanos, llamada way. La way está relacionada en cierta medida con el concepto de nagual, un espíritu acompañante en el que creen varios grupos mayas actuales. El nagual parece tener forma animal y se supone que se une a una persona en el momento de su nacimiento, decidiendo en ese instante cuál será su destino.

      Estudios recientes del Clásico han identificado un lugar llamado Flower Montain (Montaña Flor) en donde los espíritus de los fallecidos convivían unos con otros y compartían una abundancia de comidas y bebidas junto con los Dioses. Sin embargo, los muertos tenían que pasar una serie de pruebas para llegar a Flower Montain a menos de que se tratara de los espíritus de los fallecidos en el campo de batalla, los suicidas, las mujeres que morían en parto, los gobernantes y los sacerdotes, porque todos ellos accedían de manera directa a ese lugar. También se cree que los reyes revivían para volverse dioses y que los difuntos, de alguna forma, continuaban siendo parte de la sociedad de los vivos y conviviendo con sus parientes, de ahí que sea una práctica común aún hoy en día la adoración de los ancestros por parte de los mayas actuales.

       Ninguna breve descripción de la cosmovisión y religión maya estaría completa sin una pequeña introducción a su panteón. Una característica de los dioses mayas es que no eran deidades completamente autónomas, sino que eran distintas manifestaciones de un solo ser supremo, de tal forma que se podían unir y separar a voluntad. Contel lo pone de esta manera: “A veces cuando [los dioses de la lluvia] se reúnen con los remolinos de viento, se convierten en huracanes, confundiéndose o fusionándose así con otros dioses”. Debido al poco espacio disponible para escribir esta entrada solo describiré brevemente a los tres dioses que considero más importantes para tratar el tema en cuestión, aunque existen muchos otros que para los mayas antiguos fueron muy importantes, e incluso a veces más que los aquí presentes.

1) Itzimná: En los primeros días era una sustancia que impregnaba todo el cosmos maya. Fue el creador del universo, curador de las enfermedades, inventor de la escritura, el primer sacerdote, nombrador de los territorios yucatecos y rey de los dioses. También fue el patrón del día Ajaw, el más importante del calendario maya.

2) Chaak: Era asociado con la creación y con la vida, la producción agrícola, el rayo y el trueno. Se le relacionaba con todos los lados del universo y con el centro, cada manifestación es del color correspondiente a la dirección cardinal.


3) Ix Chel: Era una diosa multifacética. Se le relacionaba con las actividades consideradas femeninas por su cultura, como el parto y el embarazo, así como con la medicina, los textiles, las aguas, la pintura, el arco iris, la fertilidad de la tierra y la noche. Según parecen indicar ciertas vasijas, fue esposa de Itzimná.

¿Qué es el sincretismo y por qué sucedió?

Barett define dos formas en las cuales las culturas integran ideas extrañas a ellas: el sincretismo y la imitación. Mientras que la aceptación por imitación consiste en intentos deliberados por copiar la forma ajena, la aceptación por sincretismo consiste en la integración de ideas foráneas y su adaptación en términos de las ideas nativas. De esta forma, queda claro que el sincretismo no es un acto de copiado y pegado, sino una manera de tomar ideas nuevas y adaptarlas a la forma de pensamiento propia. En este proceso se involucran ideas y sentimientos de los partícipes, y por eso no es de extrañar que en su estudio también sea este el caso.

       En efecto, distintos investigadores han observado el tema desde diferentes puntos de vista. Primero se encuentran aquellos que al observar la omnipresencia de características cristianas en el área, hablan de un abrumador triunfo de esta religión sobre la local. Por otro lado los investigadores románticos, sobrecogidos por la cantidad de evidencia de sobrevivencia religiosa prehispánica, hablan de la religión mesoamericana en general como predominantemente indígena. Finalmente, están los que piensan que si bien es cierto que la verdad, cualquiera que esta sea, no puede ser polarizada en términos de un total “triunfo” de una religión sobre la otra, es evidente que sí existió un intercambio de ideas entre ambas cosmovisiones. Esto no debe de parecernos extraño debido al carácter intrínseco de flexibilidad en ambas religiones.
Los sacerdotes indígenas del periodo militarista tenían ya una gran experiencia en relacionar nuevos dioses con el viejo panteón. Ambas iglesias tenían una tradición de flexibilidad: la unidad esotérica y la diversidad exotérica podían coexistir en el mismo sistema. 'Siempre y cuando los sacerdotes mantuvieran sus liderazgo como los mediadores definitivos entre dioses y hombres y los interpretes definitivos de esta relación, los hombres podían adaptar los diversos patrones religiosos que mejor se acomodaran a sus preocupaciones locales'. Mendelson.

      La conquista espiritual de la península se distingue de otras por la larga duración del periodo de conquista español, que duró aproximadamente veinte años, en el caso de Yucatán. Esto se debió a que, para 1527, la mayoría de las ciudades mayas estaban en declive o ya habían sido abandonadas. Por lo cual no existía una religión centralizada comparable a aquella del Imperio Azteca. 
 
        Hay que considerar también el factor comunicación. A diferencia de otros lugares del imperio español, aquí más de la mitad de los frailes nunca aprendieron a hablar maya, por lo cual la mayor parte de la evangelización fue llevada a cabo por indígenas convertidos que habían sido poco preparados en la doctrina. Esto propició la sobrevivencia del sistema de valores maya, que contrasta con el cristiano. De hecho incluso hasta fechas tan tardías como finales de la colonia, algunos mayas tenían fe en que sus dioses los ayudarían a deshacerse de los invasores.
 
Diferencias y similitudes entre las religiones  maya prehispánica y la católica.

   El sincretismo se vio favorecido también por el sorprendente parecido en varias de las creencias, rituales y símbolos entre ambas religiones. En las dos hay formas de bautismo, confesión, comunión, ayuno y penitencia, peregrinajes, vírgenes que son grandes madres, escenas de pasión, dramáticas representaciones de sacrificio, el consumo de incienso, licores sagrados, la autoflagelación, y la asociación de deidades con los días del calendario. Por otro lado, cabe resaltar que no todo fue semejanza y parecido entre ambas religiones, de hecho ambas cosmovisiones difieren entre ellas en numerosos aspectos que son imprescindible tener en cuenta si se desea obtener una idea más o menos clara de la forma en que los dos sistemas de creencias se mezclaron entre si.

       La primera diferencia que se distingue cuando se comparan la antigua religión maya y la católica, es el sacrificio de humanos. Durante el periodo de evangelización, los mayas parecen haber interpretado la crucifixión como un nuevo tipo de sacrificio humano. De hecho existen numerosos relatos de crucifixiones humanas durante los primeros años de la colonia. Podemos mencionar además que los mayas, y en general las culturas mesoamericanas, no parecen haber desarrollado el concepto de religión que nosotros usamos hoy en día para distinguir un sistema de creencias de otro, más bien parece que veían las semejanzas y diferencias de las religiones mesoamericanas como diferentes interpretaciones del mismo fenómeno.

      Otras diferencias, que mencionaré rápido por falta de espacio, son la creencia de los mayas en nahuales y otros espíritus, que definían desde el momento de nacimiento la suerte y el destino del individuo, a diferencia de la religión cristiana que supone que uno hace su propio destino; la visión de un tiempo cíclico con distintas creaciones y finales, a diferencia de la creencia cristiana de un tiempo lineal con una sola creación y un solo final; y las distintas percepciones de la vida después de la muerte en ambas creencias.

      En el limbo entre las diferencias y las similitudes me atrevo a colocar la dualidad entre politeísmo/monoteísmo. Por un lado, tenemos a la religión prehispánica maya, que es considerada por muchos politeísta debido a que tiene múltiples deidades, pero a la vista de los nuevos descubrimientos, que parecen señalar que los dioses se podían “fusionar” entre ellos para formar un solo ser supremo, ha llegada a ser catalogada por algunos, como Sharer, una religión monoteísta. En la otra esquina tenemos al catolicismo, que se jacta de ser una religión monoteísta a pesar de tener tres dioses principales, que sin embargo, forman parte del mismo ser. Desde mi punto de vista, ambas religiones pueden ser consideradas al mismo tiempo politeístas y monoteístas, y este factor, imagino, pudo haber facilitado la aceptación del cristianismo por parte de los mayas.

      Este conjunto de semejanzas y diferencias en ambos componentes de la religión maya actual, ha dado como resultado una religión dualista en varios aspectos. Por ejemplo, los macehuales llevan a cabo dos complejos ceremoniales coexistentes en sus comunidades. Por un lado se encuentran los ritos de tipo cristianos, realizados por el tatich, y que forman las bases de las relaciones sociales; mientras que los ritos de tipo “milperos”, relacionados estrechamente con los dioses prehispánicos de la lluvia, responden a los aspectos de la economía agrícola y a la relación del hombre con la naturaleza. En X-Cacal ambos tipos de ritos son realizados simultáneamente en distintos altares de la misma iglesia y son seguidos por la misma congregación sin que haya conflicto entre ambos. No se sabe si los mayas reconocen distinción entre ambos cultos; yo opino que no necesariamente, pues ambas religiones muestran tendencias flexibles y una aceptación al dualismo, como en el caso del factor monoteísmo/politeísmo.
Considerando estos factores, no extraña que ambas religiones se hayan fusionado en la religión que practican muchos de los mayas actuales. Sobre todo en Quintana Roo.
 
La religión maya contemporánea.
 
Al observar la forma en que se llevó a cabo la evangelización de los mayas, no es de extrañar que sus productos hayan sido una confusión de deidades y una dualidad de ritos, cosmovisión, y valores morales. Madsen clasifica tres aspectos característicos de la religión maya contemporánea, la adoración de la cruces, la persistencia de dioses prehispánicos y ritos, y la poca importancia a la adoración de la Virgen de Guadalupe.

      Las cruces juegan un papel central en la actual religión maya, y cabe esperarse este resultado si se piensa en el importante significado que estas tenían para los mayas ya desde la época prehispánica. Se dentificaba a la cruz con los cuatro puntos cardinales y se le reverenciaba como si se tratara del Dios de la Lluvia. Actutudes que persisten hasta nuestros días.
Esta actitud se debe a que hay una identificación de este símbolo católico con la forma de su símil prehispánico, siendo desde la colonia, el centro de un culto sincrético y mesiánico. (…) Esto explicaría porque la cruz continuó manteniendo su propia potencialidad individual mientras que se le relacionaba con la de Jesucristo, impuesta ferozmente, y de la cual era parte integral y su propio vehículo. Yuri Balam.
      El rito a la cruz parlante inició en el pueblo de Chan Santa Cruz (hoy Felipe Carrillo Puerto) en 1850 durante la Guerra de Castas. El origen parlante de las cruces mayas puede ser relacionado con ídolos parlantes de la época prehispánica, que cumplían el papel de oráculos. Cuando el ejército mexicano entró en la ciudad y acabó con la cruz y su ventrílocuo, tres nuevas cruces aparecieron en el estado, que son consideradas por los mayas de hoy como las hijas de la cruz original. Uno de los primeros sacerdotes de la cruz, Juan de la Cruz, se proclamó hijo de dios, y hoy en día en Quintana Roo su nombre y el de Jesucristo son sinónimos. El culto a las cruces parlantes se ha expandido a los mayas de Chiapas y el Norte de Guatemala.

       La mayor parte del culto a los dioses prehispánicos ha desaparecido o se ha camuflado de alguna manera, sobre todo el que se hacía hacia aquellos dioses que eran temidos, pero no amados. Sin embargo, el culto a los dioses relacionados con el ciclo agrícola, la salud y el clima aún sobrevive hasta nuestros días, y se puede entrar en contacto con ellos, ya sea directamente o a través de sus santos substitutos (aquellos que suplantan la identidad de una deidad prehispánica), para rituales que involucran a toda la comunidad o a individuos.

      En algunas comunidades mayas de las tierras altas, el dios padre cristiano es identificado como “Nuestro Padre Sol”. Su contraparte femenina es “Nuestra Madre Luna” y Cristo es identificado como Hunapu, uno de los hermanos que aparecen en el Popol Vuh. En Belice San Vicente es el patrón de la lluvia y San José el protector del maíz. De forma similar, en Yucatán el arcángel Gabriel y otros santos cristianos son identificados con los Pauahtuns, protectores de los puntos cardinales, y el arcángel Miguel es identificado con Chaak, la Virgen María es llamada Chinchpan Colebi, identificada con Ixchel, finalmente Halal Dios representa tanto a Itzimná cómo al Dios Padre cristiano. Todo esto nos pinta un panorama de creencias altamente fusionadas y dependientes unas de otras. Pero ¿qué podemos esperar que suceda con estas creencias en el futuro próximo?

Visiones sobre el futuro

Algunos autores creen que la religión maya-católica ha entrado, desde principios del siglo XX, en una etapa en que sus componentes prehispánicos han ido desapareciendo poco a poco debido a la influencia directa de los sacerdotes católicos, el abandono de antiguos ritos y el desinterés de las nuevas generaciones. Concluyendo que estamos presenciando sus últimos momentos. Con estas observaciones coincide Mendelson cuando dice que el mito viviente maya podría convertirse en otro tipo de creencia, del mismo modo en que los occidentales creemos en los cuentos de hadas, estas creencias también pueden descomponerse hasta convertirse en costumbres, cuya práctica solo sea realizada con fines recreativos (del mismo modo en que yo pongo un altar de día de muertos en mi casa sólo porque se ve bonito) o degenerar en un conjunto de prácticas que no sean más que una atracción turística. Además hay que tomar en cuenta la nueva influencia del protestantismo en el área, que se ha mostrado más intolerante con las formas de sincretismo.

       Personalmente, me parece que es de vital importancia, si se desean solucionar los problemas que afligen a nuestra sociedad, que primero entendamos mejor como funciona ésta. Y creo que emprender el estudio de temáticas como esta, que están estrechamente relacionadas con la forma en que nuestro pueblo se entiende a sí mismo y define a sus integrantes, llevará a su posterior entendimiento. Entender las raíces de un problema cualquiera es indispensable en todos los casos para hallar una solución a él.

       Finalmente, es de esperarse que el futuro no haya revelado sus secretos antes de que se vuelva presente, pues nunca ha actuado de este modo. Pero a pesar de que no sabemos lo que vendrá, podemos estar seguros que conocer la forma de pensar de aquellos con quienes compartimos esta tierra es una actividad que no solo satisface nuestra curiosidad, sino que nos permite respetar a las personas con quienes vivimos. Y en la medida en que seamos capaces de respetarnos unos a otros y solidarizarnos con el prójimo, seremos capaces de hacer de este lugar, un hogar más cómodo para vivir. Además, sería ingenuo inferir que las creencias de las personas con las que vivimos no influyen en nuestra manera de pensar, de tal modo que conocer la forma en que nuestros vecinos piensan es una forma más de descubrir quiénes somos nosotros mismos ¿Y qué puede valer más la pena que eso?


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Bibliografía.
        Balam Ramos, Yuri, Tulúm: Mayas y Turismo, Universidad de Quintana Roo, Chetumal, 2010.
      Contel, Jose “Los Dioses de la Lluvia en Mesoamérica” en Arqueología Mexicana, Editorial Raíces, número 96 volumen XVI, Marzo-Abril 2009, pp.20-25.
       De la Garza Camino, Mecedes, “Origen, estructura y temporalidad del cosmos”, en Religión maya, editado por M. de la Garza Camino y M.I. Nágera Coronado, Trotta, Madrid, 2002, pp 53-81. 
          López Austin, Alfredo, “La Religión, la Magia y la Cosmovisión” en Historia Antigua de México, Volúmen IV: Aspectos fundamentales de la tradición cultural mesoamericana, Linda Manzanilla y Leonardo López Luján (Coord.), INAH, UNAM, México, Porrua, 2000, pp.227-272. 
         Madsen, William, “Religious Syncretism”, en The Handbook of Middle Americans V. 6, University of Texas Press, London, 1971, pp. 369-391. 
          Martos López, Luis Alberto, “Elementos mayas en la arquitectura y culto del siglo XVI”, en Antropología Mexicana, Editorial Raíces, Volumen XV n°88, Noviembre-Diciembre de 2007, pp. 51-56. 
         Mendelson, E. Michael, “Ritual and Mythology”, en The Handbook of Middle Americans V. 6, University of Texas Press, London, 1971, pp. 392-415. 
       Pérez Suárez, Tomás “ Dioses mayas”, en Antropología Mexicana, Editorial Raíces, Volumen XV n°88, Noviembre-Diciembre de 2007, pp. 57-65 
         Sharer, Robert y Loa P. Traxler, The Ancient Maya, Univeristy Press, Stanford, Stanford, 2006. 
         Vela, Enrique, “Popol Vuh, El Libro Sagrado de los Mayas”,en Antropología Mexicana, Editorial Raíces, Volumen XV n°88, Noviembre-Diciembre de 2007, pp. 41-50.





miércoles, 9 de noviembre de 2011

Mesoamérica: ¿Una o varias religiones?

Esta pregunta ha sido la razón de grandes discusiones, y diálogos un tanto menos violentos, entre distintos científicos. La razón es que las religiones que encontramos relacionadas con las distintas culturas del área poseen los mismos fundamentos básicos; es casi como si se hubieran construido sobre los mismos pilares.
Un ejemplo muy claro de este curioso fenómeno lo encontramos si comparamos los nombres de los dioses de la lluvia entre algunas de las distintas culturas del área: Quiáhuitl, nombre alternativo del dios Tlaloc de los nahuas, puede ser traducido al español como “lluvia”, el dios de la lluvia en Cholula se llamaba coincidentemente Chiconahui Quiáhuitl, Dzahui (para los mixtecas) y Mu’ye (de los otomís), comparten un significado parecido. Uno de los múltiples significados de Chaac también es lluvia y el dios purépecha Tirípeme Curicaueri significa “agua que se descuelga”. Esto es debido, probablemente, a que las civilizaciones mesoamericanas no se formaron como resultado de procesos aislados unos de otros, sino que compartieron un acervo común, del cual emanaron posteriormente distintas manifestaciones culturales.
(Tres mascarones de Chaac -dios maya de la lluvia- debajo de un mascarón superior de Tlaloc -dios náhuatl del mismo fenómeno-, en la ciudad de Maya Puuc de Uxmal en Yucatán).

Un mundo compartido.

Como explica el Dr. López Austin, no hay hasta el momento razones para pensar que las antiguas religiones de los mesoamericanos fueran distinguidas unas de otras. Es incluso plausible sugerir que la identidad cosmológica jugó un importante papel a la hora de establecer relaciones sociales y económicas entre los distintos pueblos mesoamericanos, pues eran poseedores de una base de entendimiento compartida. Los antiguos mesoamericanos se relacionaban muy estrechamente entre sí, viajando de un lugar a otro por razones políticas y comerciales, y algunos arqueólogos creen que es plausible que pararan en ciertos tramos de su recorrido para realizar oraciones a un dios de otra cultura.
Para entender cómo pensamos, es necesario conocer primero nuestros orígenes. Uno de las características fundamentales de la cosmovisión mesoamericana es la importancia que le daban al tiempo. El tiempo para los mesoamericanos lo era todo, y esto no debe extrañarnos mucho, puesto que se trataba de un grupo de sociedades fuertemente vinculadas a la agricultura. El crecimiento de las plantas está a su vez estrechamente relacionado con las estaciones del año, que los mesoamericanos investigaron profundamente para poder delimitar los periodos de cosecha y de siembra necesarios para poder obtener una mayor cantidad de productos. Incluso se sabe que seleccionaron distintas clases de mazorcas de maíz, cada una de ellas especialmente diseñada para ser sembrada en una época especifica del año. Por estas razones desarrollaron un complejo sistema calendárico y la creencia en dioses supremos relacionados con el tiempo.
            Otro componente básico del mundo de los antiguos mesoamericanos eran dos materias con propiedades distintas que conformaban todas las cosas. La primera de ellas era la materia densa, aquella que nosotros consideramos materia normal. El segundo tipo de materia es más liviana que la anterior y se referían a ella como “poco densa”. Esta materia se encontraba en todos los objetos y seres del planeta y los dotaba de sus características esenciales. Los dioses eran los únicos que estaban enteramente conformados por esta sustancia, y esta materia era susceptible de ser infinitamente dividida de acuerdo con los cortes que se le hicieran al objeto. El objeto recibía esta materia “poco densa” por parte del dios específico, de esta manera el dios dotaba al objeto de sus propiedades. Así, por ejemplo, el dios de la tierra se dividía en incontables partes de sí mismo que distribuía a través del mundo a cada rincón donde hubiera un pedazo de tierra. El dios se encontraba de esta manera en todas partes.
 Esta propiedad de los dioses para dividirse también podía ser usada por ellos en dirección inversa. Por ejemplo, cuando el dios de la lluvia de alguno de estos pueblos se encontraba con su respectivo dios del viento, sus sustancias se juntaban y daban origen a un huracán. Cuando todos los dioses se juntaban en un solo ser se creaba el dios supremo del tiempo. Así, queda de nueva cuenta recalcada la importancia que los mesoamericanos daban al tiempo. Por mi parte, me parece que esta interesante visión del mundo podría ser considerada como dialéctica, pues involucra la constante interacción entre los elementos y el cambio de las circunstancias que conforman el universo. Sin embargo, me parece bastante claro que los mayas no tuvieron presente la filosofía dialéctica a la hora de pensar en su religión, así que este concepto no debe ser utilizado literalmente para describir sus creencias. En fin, estos aspectos nos hablan de una cosmología, es decir, una manera de entender el universo.
  
El Universo Para los mesoamericanos


            Para los antiguos pobladores de Mesoamérica, el universo, básicamente, estaba dividido en tres grandes zonas superpuestas unas sobre otras. Abajo se encontraban los inframundos, en el centro el mundo de los seres vivos, y arriba los cielos. Contel lo describe así: “El cuerpo superior, fecundador y dispensador, y el cuerpo inferior, productor y depositario, quedaban separados por postes que impedían su unión”. Estos postes eran cinco enormes árboles o cinco dioses ubicados en cada uno de los cuatro puntos cardinales y en el centro,  en el cual confluían.
            Los dioses bajaban y subían de los distintos estratos del universo a través de estas columnas que jugaban el papel de puentes, y realizaban estos trayectos en distintas épocas del año.
La estructura universal percibida por los mesoamericanos se ve reflejada en muchos de los aspectos de su vida, como son la construcción de sus templos alineados a distintos puntos cardinales e incluso en la forma en que concebían a sus dioses de la lluvia. En efecto, una parte de los dioses de la lluvia mesoamericanos poseían la cualidad de la quadruplicidad y quintuplicidad, puesto que desempeñaban el importante papel de cuidar  la milpa, y por lo tanto su acción, positiva o negativa, debía de ser pluridireccional.
Dos ejemplos claros de este fenómeno son encontrados en Tlaloc y Chaac, a los que Contel describe de la siguiente manera: “bajo su aspecto cuádruple, representan los cuatro pilares que sostienen el mundo”. Uno de los tantos nombres que recibió Tlaloc fue el de Nappatecuhtli, que significa “cuatro veces señor”, era el dios de las cuatro direcciones. Además, se dice que Tlaloc es “compañero de los cuatro vientos” por lo cual se puede concluir que Tlaloc forma un quinto ser, probablemente ubicado en el centro de los cuatro puntos. Por su parte, los pauahtunes eran los dioses de los cuatro vientos y aliados de Chaac, quien es vinculado con el color verde, el color del centro. También el dios zapoteca llamado Cocijo tenía cuatro compañeros cercanos (el viento, la lluvia, las nubes y el granizo) y se han encontrado representaciones de él relacionadas con la ceremonia del Volador, dedicada a los cuatro puntos cardinales. De esta forma queda claro que existían fuertes relaciones entre la percepción que los antiguos mesoamericanos tenían de la estructura del cosmos y la forma en que concebían a sus dioses y realizaban sus rituales.
(La Ceiba era el árbol sagrado de los mayas y unía los tres estratos del universo)

Los mudos que nunca han dejado de cantar.

Las antiguas culturas mesoamericanas poseían una manera particular de ver el mundo, diferente entre ellas en muchos sentidos, pero parecida en muchos otros. A la hora de clasificarlas no hay que olvidar tomar en cuenta estas diferencias y similitudes intrínsecas. Y más importante aún, hay que recordar que las clasificaciones que realizamos los seres humanos son meras invenciones de nuestra imaginación, surgidas de nuestra necesidad por entender el mundo, y por lo tanto no tienen una existencia real. No hay que tratar nuestras clasificaciones y nuestros conceptos como los únicos y verdaderos, si no como herramientas que nos ayudarán a obtener una mejor comprensión del mundo y de nosotros mismos.
          Debemos tener presente siempre en mente algo que ya nos recordó alguna vez Buenfil Batalla. Que Mesoamérica es un concepto vivo, que aún late su corazón en este territorio que habitamos, qué se sigue transformando y evitando la muerte sin importar cuantos cazadores traten de finiquitarla. La cultura y la cosmología de las antiguas civilizaciones mesoamericanas viven aquí, a nuestro alrededor, nos impregnan con su presencia y, tal vez sin que nos hayamos dado cuenta todavía, influyen en nuestras propias ideas y decisiones. Si cierro los ojos y oigo los susurros que transporta el viento, puedo oír los cantos de los que muchos consideran mudos, pero nunca han callado; cantan una canción que tienen mucho que enseñarnos sobre nosotros mismos, y seremos sabios si los escuchamos.

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A los interesados en conocer más:
-Contel, Jose “Los Dioses de la Lluvia en Mesoamérica” en Arqueología Mexicana, número 96 volumen XVI, Marzo-Abril 2009, pp.20-25.
-Delgado de Cantú, Historia de México Volumen I: El Proceso de Gestación de un Pueblo, México, Pearson, 2006.
-López Austin, Alfredo, “La Religión, la Magia y la Cosmovisión” en Linda Manzanilla y Leonardo López Luján (Coord.), Historia Antigua de México, Volúmen IV: Aspectos fundamentales de la tradición cultural mesoamericana,México, INAH, UNAM, Miguel Angel Porrua Grupo Editorial, 2000, pp.227-272.
-Sharer, Robert, La Civilización Maya, México, FCE, 1998.