martes, 20 de diciembre de 2011

En busca de una moral sin Dios.



El pensamiento ateo ha estado presente en la filosofía occidental ya desde los tiempos de los griegos. Epicuro, padre del epicureísmo, por ejemplo, es famoso por haber dudado de la existencia de los dioses o de dios. Se basaba en la premisa de que ningún dios digno de alabación pudo haber creado el mal,y cómo el mal existe, entonces, si hay dioses estos no deben de preocuparse por el bien humano, y en dado caso, no debemos de darles el honor de llamarlos dioses. 


      Sin embargo, los filósofos griegos pensaban distinto a nosotros. Las relaciones que ellos trazaban entre divinidad y moral eran fundamentalmente diferentes a las nuestras. En efecto, desde el punto de vista cristiano, la moral es algo absolutamente predeterminado por un dios creador que juzga todos nuestros actos. Para los griegos esto era muy diferente, sus dioses, en general, no se mostraban tan preocupados por juzgar los actos de los hombres, y en caso de que así fuese, generalmente podría encontrarse dentro de su panteón a un dios que apoyara nuestro actuar. Así no era raro que un filósofo griego, como en el caso de Epicuro, propusiera sistemas morales laicos. 

      Lo más probable es que nunca estemos seguros de las causas que sumergieron al periodo clásico en los abismos de la edad medieval, pero lo que sí es un hecho es que, durante aproximadamente mil años, en Europa la luz de la crítica se apagó, o cuando menos fue atacada vehementemente. Así, esos mil años europeos parecen haber sido tremendamente pobres en lo que a actividad filosófica crítica y natural se refiere. La que se desarrolló oficialmente tuvo como problema al dios cristiano y al cristianismo. 

      Poco a poco, la luz de la crítica y el cuestionamiento volvió a aparecer en el lejano horizonte de aquella época. Pensadores como Okham pusieron en duda la existencia de un dios omnipotente, pues afirmaba que las leyes de la lógica pierden sentido cuando existe alguien que las puede romper; por lo tanto, lógica y omnipotencia no pueden coexistir en un universo. Y una vez resembrada la semilla de la duda esta echó raíces, y unas muy profundas. 

      Así, empezaron a hacerse presentes las críticas moderadas a la idea de dios, hasta que eventualmente volvieron a aparecer filósofos que la negaban, como el famoso Voltaire. Pero estos filósofos nunca cuestionaron la idea de la existencia de valores morales absolutos, basados, en cierta medida, en la idea de que la vida humana tiene un propósito. En que la esencia precede a la existencia. Sartre expresa mucho mejor esta idea: 

En el siglo XVIII, en el ateísmo de los filósofos, la noción de dios es suprimida, pero no pasa lo mismo con la idea de que la esencia precede a la existencia. Esta idea la encontramos un poco en todas partes: la encontramos en Diderot, en Voltaire y aun en Kant. El hombre es poseedor de una naturaleza humana; esta naturaleza humana, que es el concepto humano, se encuentra en todos los hombres, lo que significa que cada hombre es un ejemplo particular de un concepto universal; en Kant resulta de esta universalidad que tanto el hombre de los bosques, el hombre de la naturaleza, como el burgués, están sujetos a la misma definición y poseen las mismas cualidades básicas. Así, pues, aquí también la esencia del hombre precede a esa existencia histórica que encontramos en la naturaleza.
Si dios no existe, entonces los valores morales que él representa tampoco existen. Tal vez el primer filósofo moderno en entender el problema que significaba para la moral el cortarle la cabeza a dios haya sido Nietzsche cuando exclamó que “Dios ha Muerto”.  Por eso es pertinente entender la angustia que carcomía el interior de este filósofo al admitir la no existencia de dios. 


También nosotros, los que hoy estamos en camino de conocer, nosotros ateos y antimetafísicos encendemos nuestro fuego en la lumbre que ha encendido la fe de milenios, esa fe cristiana, […] que la verdad es divina. Pero ¿Qué ocurre cuando esto precisamente se hace cada vez más increíble, cuando ya no se presenta nada divino, de no ser el error, la ceguera, la mentira... cuando el mismo Dios se nos presenta como la mayor mentira? Nietzsche. Gaya Ciencia.
 Se desfonda el mundo. La muerte de Dios. 


 

Si queremos entender el problema de Nietzsche con la moral, primero debemos de entender cuáles fueron las razones que lo llevaron a negar la idea de Dios. El papá de Nietzche era un padre protestante y su familia era muy religiosa, lo que de alguna forma reprimió desde pequeño sus deseos al inculcársele una doctrina moral en la que uno necesita sufrir y sacrificarse continuamente, en la que la que la felicidad está estrechamente relacionada con el pecado. Esta moral sataniza además el cuerpo, la razón y la individualidad, cosas que Nietzsche apreciaba. Así, era de esperarse que al crecer, y empaparse con las ideas de Voltaire y otros grandes pensadores, él terminaría por hacer a un lado la idea de dios. Sin embargo, antes de negar por completo a Dios Nietzsche buscó una nueva fe en el budismo; fe que finalmente rechazó también por encontrar en ella el mismo problema que en el cristianismo: la divinización de una moral absoluta.

      De esta manera, convencido de que la idea de Dios era un obstáculo para alcanzar la felicidad y disfrutar la vida, Nietszche renunció por completo a ella. Para él, disfrutar la vida era algo necesario. La felicidad la encontró en la búsqueda sin fin de conocimiento. 

¡No! ¡La vida no me ha decepcionado! Año tras año la encuentro más verdadera, más deseable y misteriosa. Desde el día en que el gran libertador vino sobre mí: el pensamiento de que la vida puede ser un experimento del que se está en camino de conocer. [...] La vida es un medio para el conocimiento [...], con este principio en el corazón puede uno vivir no sólo valientemente, sino hasta alegremente y reír con alegría. Nietzsche. Gaya Ciencia.

      Sin embargo, Nietzsche se dio cuenta de un problema muy serio, que al eliminar a dios se eliminaba el sustento de toda moral absoluta, y de hecho criticó fuertemente a los ateos que creían en este tipo de moral. En este sentido, el problema de Nietzsche nunca fue con dios, sino con la moral absoluta que las ideas de dios traen con sigo. Por eso no debe de sorprendernos que critique también a los socialistas y políticos que defienden una moral de estas características.

Los políticos, los socialistas, los predicadores de penitencia con cristianismo o sin él, los que no se permiten alcanzar éxitos medianos, todos estos hablan de deberes y, por cierto, de deberes siempre con carácter de incondicionados. […] En donde el interés enseña el sometimiento, mientras la fama y el honor parece que lo prohíbe. Nietzsche. Gaya Ciencia. 
Fue en este punto donde Nietzsche se dio cuenta de la procedencia inevitable del nihilismo, pues si la naturaleza no tiene un valor real, los humanos no tenemos un sustento sólido sobre el cual valorar. Pero la idea del nihilismo nunca le agradó: “Lo último sería el nihilismo, pero ¿No sería también el nihilismo lo primero?” En efecto, para él el nihilismo no podía ser diferenciado del absolutismo, pues en ambos casos se encontraba una verdad que impedía la apreciación de la vida. Si nada es digno de valorar, entonces la vida no puede ser disfrutada, y en ese caso ¿Por qué no mejor nos suicidamos? Así, convencido de que era posible encontrar una nueva forma de valorar, invita a los filósofos a encontrar esta nueva moral, no solo atea, sino flexible, que permita disfrutar la vida, y que no sea razón para la evasión o el sometimiento “¡A los barcos, filósofos!” exclamó en más de una ocasión.

Efectivamente nosotros, filósofos y espíritus libres, ante la noticia de que el viejo Dios ha muerto, nos sentimos como iluminados por una nueva aura; nuestro corazón se inunda entonces de gratitud, de admiración, de presentimiento y de esperanza. Finalmente, se nos aparece el horizonte otra vez libre, por el hecho mismo de que no está claro y por fin es lícito a nuestros barcos zarpar de nuevo, rumbo hacia cualquier peligro; de nuevo está permitida toda aventura arriesgada de quien está en camino de conocer; la mar, nuestra mar se nos presenta otra vez abierta, tal vez no hubo nunca, aún, una mar tan abierta. Nietzche. Gaya Ciencia. 
A lo largo de los siglos XX y XXI varios filósofos han atendido la invitación de Nietzsche y han abierto las velas en busca de crear una nueva moral que se preocupe por elevar nuestra vida, permitiéndonos disfrutarla y, al mismo tiempo, convivir en sociedad armoniosamente. Trataré aquí la respuesta que Sartre dio a ese acertijo. Debo aclarar en este punto que no considero que Nietzsche y Sartre hayan sido los únicos protagonistas en este proceso, pues ellos formaron parte de un complejo social que dirigió su forma de pensar. Pero, por otro lado, sí considero que es posible trazar una línea más o menos recta entre los dos procesos de los cuales ellos formaron parte. Los tomo aquí como personajes representativos de una corriente de ideas. De cualquier manera, Sartre trató de resolver el problema de la moral atea, y decidí hablar de él puesto que hoy comparto gran parte de su respuesta, así pues proseguiré a describirla. 



La existencia precede a la esencia. 

El enfoque que utiliza Sartre para dirigir su moral es el existencialismo, en específico el existencialismo ateo. Según esta corriente filosófica, la existencia precede a la esencia; lo que quiere decir que si dios no existe, entonces los humanos no nacemos con un cometido en la vida; en otras palabras, primero existimos y después desarrollamos un propósito y la idea de quienes somos. “El hombre no es otra cosa que lo que él se hace” y, en consecuencia, el hombre es responsable de lo que hace de sí mismo. 

      Pero para Sartre la responsabilidad de crear el tipo de persona que quiero ser involucra a la humanidad entera. En efecto, para este autor no hay ninguno de nuestros actos que al crear a la persona que queremos ser, no cree al mismo tiempo una imagen de todas las personas tal como consideramos que deben ser. De esta forma, siempre que actuemos debemos preguntarnos ¿Qué sucedería si todos hicieran lo que yo hago? Y si nuestra respuesta es que no todo el mundo procede así, entonces somos una persona que se está engañando a sí misma, somos alguien que no está bien con su conciencia y queremos encontrar una excusa para justificar nuestra manera de actuar. 

      Claro que sería verdaderamente estúpido creer que vamos a poder lograr las cosas solo porque nos las hemos propuesto, puesto que siempre existirán impedimentos en nuestras circunstancias y estaremos sujetos a las posibilidades que encontremos en nuestro contexto social y biológico. Llegando a este punto conviene hacer una aclaración: No podemos contar con que los posibles van a acontecer como nosotros queremos que sucedan.

A partir del momento en que las posibilidades que considero no están rigurosamente comprometidas por mi acción, debo desinteresarme, porque ningún dios, ningún designio, puede adaptar el mundo y sus posibilidades a mi voluntad. Sartre. El existencialismo es un humanismo
      Si usted lector piensa como yo, entonces en este momento estará pensando que el existencialismo lleva al quietismo, a no hacer nada dado que nada puedo hacer. Al contrario, significa que debemos de obrar con inteligencia. Que es mejor de proceder de manera casi estoica y aprender a distinguir entre las cosas que podemos cambiar y las que no. Enfocando nuestros esfuerzos en cambiar aquellas cosas en nuestro poder, y tal vez así veremos crecer nuestro campo de acción. También Sartre nos incita a aprender a actuar aun cuando no tengamos certeza. Daré un ejemplo simple: Si el vuelo de mi hermano llega a las dos de la tarde al aeropuerto de la ciudad y yo me he comprometido a ir a recogerlo, entonces debo de ir por él, puesto que la posibilidad de ir o no ir al aeropuerto está determinada por mi acción; sin embargo, el hecho de ir al aeropuerto no me garantiza que en el camino no habrá tráfico, ni que el avión de mi hermano no se valla a retrasar o a caer, pero esas posibilidades están fuera de mi marco de acción; por lo tanto mi actuar solo debe restringirse a ir al aeropuerto. Esto hace al existencialismo una filosofía de la práxis o de la acción.  



       Otra de las características que hacen del existencialismo una filosofía de la praxis, es que dice que las personas no somos otra cosa que lo que hacemos. Es decir, que nuestros planes e ideas no son nada si no son llevadas a cabo. Así, el hecho de decir: “Yo podría haber realizado una novela muy bonita” no significa nada, lo que realmente tiene un significado y me define como persona es todo lo que de hecho sí he escrito en mi vida. De esta forma, cada individuo no es más que el conjunto de sus actos, nada más que su vida. Y de esta forma queda claro que el existencialismo es una filosofía de praxis muy alejada del quietismo ¿Pero qué pasa cuando dos personas encuentran que su actuar se enfrenta?

¿Cómo es posible hacer juicios morales si no existe Dios?

Ahora nos encontramos con un nuevo problema, más grave aún que el anterior: Sí cada quien inventa su propia moral, y la moral que quiere para el mundo ¿Qué puede impedir que alguien intente imponerla por la fuerza a los demás? Y además ¿Cómo es posible juzgar moralmente a alguien más? Preguntas ambas que es imprescindible responder, pero para ello hay que remontarnos primero a los tiempos de Descartes. 

      En efecto, todas las construcciones de nosotros mismos que podemos hacer son subjetivas, pero están basadas en un sólo hecho objetivo. Un hecho de la mayor importancia, todo el que piensa, existe (y todo el que duda piensa). Al descubrirnos a nosotros como seres pensantes, podemos darnos cuenta que los demás seres humanos son también seres pensantes como nosotros. Nos vemos forzados entonces a reconocerlos como iguales. 

      Así, la persona se da cuenta de que es imprescindible que los demás se reconozcan a si mismos como seres pensantes para que ella misma sea reconocida por los otros como una semejante. Al caer en la cuenta de este hecho sorprendente, nos damos cuenta también de que todo lo que otra persona es capaz de pensar y creer, podría ser creído y pensado por nosotros mismos. No importa la manera en que los demás piensen sobre el mundo, ni lo que piensen que significa su vida, lo importante es que esas definiciones son creaciones humanas que pueden ser comprendidas y compartidas por cualquier otra persona. En este sentido existe lo universal.

      De esta manera, ante la pregunta de si es posible juzgar, se responde que en cierta medida y que no en otra. No es posible juzgar en el sentido en que una vez que alguien ha elegido el tipo de moral que quiere, es imposible forzarle a cambiar de opinión, sólo podemos intentar convencerlo con argumentos racionales y viceversa. Por otro lado, es posible juzgar porque si admitimos que cada persona es libre de inventar su propia moral y que uno se elige frente a los demás, entonces todo el que pretenda imponer su moral sobre otro es una persona incongruente con sigo misma y con los demás. Alguién que no comprende la responsabilidad de sus acciones. Dicho en otras palabras, es un acto malvado todo aquel que intenta interferir en la libertad de los demás para buscar el significado de su existencia.

Si hemos definido la situación del hombre como una elección libre, sin excusas y sin ayuda, todo hombre que se refugia detrás de la excusa de sus pasiones, todo hombre que inventa un determinismo, es un hombre de mala fe [...] Y además puedo formular un juicio moral. Cuando declaro que la libertad a través de cada circunstancia concreta no puede tener otro fin que quererse a sí misma, si el hombre ha reconocido que establece valores en el desamparo no puede querer sino una cosa, la libertad como fundamento de todos los valores. Esto no significa que la quiera en abstracto. Quiere decir simplemente que los actos de los hombres de buena fe, tienen como última significación la búsqueda de la libertad como tal. [...] Y al querer la libertad descubrimos que depende enteramente de la libertad de los otros, y que la libertad de los otros depende de la nuestra. [...] Así, aunque el contenido de la moral sea variable, cierta forma de moral es universal. Sartre. El existencialismo es un humanismo.

Observaciones de salida. 



De esta forma hallamos una solución válida para los dos problemas que nos planteamos con anterioridad, y nos damos cuenta de que hemos podido desarrollar una moral atea coherente que garantiza la posibilidad de disfrutar la vida y se muestra en contra de aquellos que desean imponer su libertad sobre la de los demás; pero más importante, que admite y le da valor a la subjetividad humana, y entiende que de ella hay tantas interpretaciones posibles como humanos. Hay que recordar en este punto que el existencialismo no es un fin, y que ni siquiera intenta serlo; es más bien un principio que intenta fundamentar un tipo de moral subjetiva en el sentido en que es creada por cada persona, pero objetiva en el sentido en que es necesaria para que se den las relaciones humanas, reales y que iluminan nuestra vida con calor y dicha cuando nos ayudan a descubrirnos a nosotros mismos. 
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Lecturas Recomendadas
-Chávez Calderón, Pedro, Historia de las Doctrinas Filosóficas, Pearson, México, 2008.
-Jiménez Moreno, Luis, “Introducción y Apéndice”, El Gay Saber o Gaya Ciencia, de Friedrich Nietzche, edición y traducción de Luis Jiménez Moreno, Colección Austral, Madrid, 2000.
-Nietzche, Friedrich, El Gay Saber o Gaya Ciencia, edición y traducción de Luis Jiménez Moreno, Colección Austral, Madrid, 2000.
-Sagan, Carl,  Cosmos, Una evolución cósmoca de quince mil millones de años que ha transformado la materia en vida y consciencia, Editorial Planeta, Barcelona, 1982.
-Sartre, Jean Paul, El existencialismo es un Humanismo, EMU, México, 2008.