jueves, 12 de abril de 2012

¿Qué es eso que llaman historia, con qué se come hoy y con qué se ha comido antes?


Sobre el Desarrollo del uso del Patrimonio Histórico en la Investigación Histórica

Dilthey describe el tiempo como una abstracción, un concepto inventado por los humanos para distinguir lo que ya no es de lo que es y de lo que algún día será. Desde este punto de vista, el presente es lo único seguro entre el eterno olvido del pasado y la completa ignorancia del futuro, pero además, es todo lo que existe. El presente que nos expone Dilthey es tan instantáneo que solo podemos tener conciencia de que existió a través de los recuerdos sobre él que han sobrevivido en nuestra memoria. Por eso, todo conocimiento que podemos hacer de lo que en algún momento fue presente tendrá que ser por medio de los restos que de él continúan existiendo al momento de tomar conciencia de que pasó.

            ¿Qué sucede cuando se desea conocer un pasado que se prolonga más allá de las vidas humanas? ¿Cómo es posible tener acceso a él? Evidentemente solo a través de los restos físicos que éste dejó y por medio de las leyendas y tradiciones que acuñó y aún sobreviven en la sociedad a estudiar. Pero las tradiciones y leyendas son subjetivas y mutan a gran velocidad, lo que hace necesario el estudio del patrimonio histórico (monedas, obras de arte, construcciones, documentos, utensilios, etc.) cuya existencia física lo hace más perdurable y objetivo, para poder desarrollar una historia verás.

                    Consultar las cosas que formaron parte del pasado para conocerlo. Esa parece una idea sensata, pero no siempre se ha pensado igual hacerca de las cosas que formaron el pasado y la manera en que las entendemos. Dedicaré esta entrada a explicar como a evolucionado el concepto de patrimonio histórico en la mente de los historiadores occidentales desde la época de los antiguos griegos hasta la actualidad.
       
Breve historia.

Cuando estudiamos la historia de la disciplina histórica, descubrimos que esta no es la idea estable y bien definida que algunos quisiéramos que fuese. En efecto, la historiografía nos enseña que la concepción que los distintos pueblos han tenido de la historia ha sido tan variada como las mismas culturas que forman parte de ellos. Para los primeros historiadores del mundo occidental, cómo Heródoto y Tucídides, el conocimiento histórico solo era accesible a través de la memoria de los vivos. En su época, el método histórico consistía en entrevistar a la mayor cantidad de personas que hubieran sido testigos del acontecimiento de interés para luego criticarlas a través de la técnica jurídica. La naturaleza de las fuentes en esta época era enteramente mental, solo se podía conocer del pasado lo que se recordaba en nuestras memorias.

            Eventualmente, este método se enfrentaba a tres grandes limitantes: 1) en primer lugar, impedía hacer historia sobre tiempos lejanos de los que no quedaran testigos vivos; 2) también se vio imposibilitado de hacer historias sobre grandes regiones; 3) finalmente, la gama de temas sobre los cuales un historiador podía hacer investigador era reducida, puesto que se limitaba a aquellas cosas que los testigos recordaban. Estas dificultades impulsaron a posteriores generaciones de historiadores a desarrollar un nuevo método. Por este motivo se creo el sistema que Collinwood denomina “tijeras y engrudo” que se usó desde la época helenística hasta el final de la Edad Media.

            La nueva técnica consistía en copiar en el trabajo de uno aquellos pasajes de los documentos de antiguos historiadores que uno considerara importantes. Pero este método, aunque resolvía en parte las limitaciones de la primera técnica, se enfrentaba a una nueva problemática: las autoridades. En efecto, si consideramos que el simple hecho del paso del tiempo conlleva lo que yo llamo una “selección natural” de todas cosas que han de sobrevivir al presente, entre las que encontramos tanto a las memorias como a los objetos físicos, y que el posterior trabajo de cualquier historiador sobre las mismas implica una reselección de estos acontecimientos, entonces trabajar enteramente y confiar ciegamente en estos trabajos de antiguos historiadores y cronistas –a los que llamamos fuentes de segundo grado- es ya una tarea poco científica que necesariamente tiene que ser complementada con nuevas fuentes de primer grado.

            Ya en el renacimiento, Descartes planteó que no era admisible confiar en las autoridades. Aseguro que los escritores de historias frecuentemente mentían, y cuando no, por lo menos omitían las escenas inconvenientes del pasado. Bajo esta observación negó la posibilidad del conocimiento histórico.

“Al que estudia con demasiada curiosidad lo que se hacía en los siglos pretéritos, ocúrrele de ordinario que permanece ignorante de lo que se practica en el presente. Además, las fábulas son causa de que imaginemos como posibles acontecimientos que no lo son; y aun las más fieles historias, supuesto que no cambien ni aumenten el valor de las cosas, para hacerlas más dignas de ser leídas, omiten por lo menos, casi siempre, las circunstancias más bajas y menos ilustres, por lo cual sucede que lo restante no aparece tal como es y que los que ajustan sus costumbres a los ejemplos que sacan de las historias, se exponen a caer en las extravagancias de los paladines de nuestras novelas y a concebir designios, a que no alcanzan sus fuerzas”. Descartes.

            Pero las aseveraciones de Descartes no desalentaron a los historiadores, quienes tomaron estas críticas como un reto que su disciplina debía superar para ser participe en la empresa del conocimiento. Por lo tanto se desarrollo un método histórico basado en la desconfianza de la autoridad, en la confrontación de las exposiciones de distintos autores y, -más importante para el tema en cuestión- al reducirse la confianza en las autoridades, se hacía pertinente encontrar fuentes históricas de primer grado, que sufrieran pocas alteraciones con el pasar del tiempo. De esta historiografía nació la idea de que el uso de vestigios físicos del pasado podía ser útil a la historia. Pero de poca utilidad resulta la iniciativa de estudiarlos si antes no se conservan y cuidan estos objetos para que futuras generaciones de historiadores tengan la oportunidad de usarlos como fuente para la crítica al trabajo de sus antecesores. No obstante, los restos físicos del pasado tuvieron que esperar otros doscientos años para que su conservación figurara como uno de los principales intereses sociales.

            La sociedad intelectual del siglo XVIII estaba decidida a cortar los lazos con el cristianismo que había regido el pensamiento europeo desde antes de la caida Roma. Estos autores querían demostrar que el presente ajeno al cristianismo era mejor que el pasado, lo que llevo a algunos de ellos, como Voltaire y Vico, a asegurar que la historia no solo estaba regida por el cambio, sino que progresaba. Sin embargo, como se había eliminado la idea de un Dios creador que dirigiera este progreso, se hacía necesario encontrar encontrar pruebas empíricas que lo demostraran. Inmiscuido en estas circunstancias nació la idea de la de que el patrimonio histórico debía de conservarse y su importancia para la investigación histórica se elevó a niveles sin precedentes.

“De esta manera el hombre del siglo XVII, que en la epistemología de Foucault se sitúa en el umbral de la época moderna, está preparado para impulsar campos especializados de indagación histórica, como los correspondientes a la arqueología y la prehistoria y a disciplinas afines como la etnología y la museología”. Ballart.

            Cómo bien explicó Ballart, fue éste el siglo que vio gestarse a la arqueología y al estudio de los tiempos prehistórico. Efectivamente, fue en está época cuando se realizaron las primeras excavaciones en Pompeya y en su cercana Herculano. Ambos son ejemplos de como la historiografía de aquel siglo encuentró, con mayor fuerza que en el siglo XVII, “el valor documental de los vestigios del pasado”.

            El siglo XIX ve desarrollarse esta idea de que los restos físicos del pasado son esenciales para la investigación histórica. La idea se llevó al punto en que surgió la historiografía positivista. Para esta corriente historiográfica el valor de una fuente es proporcional a su antigüedad y su relación con el suceso estudiado. Actitud que la llevó a desarrollar un especial interés por los archivos antiguos y disciplinas como la numismática y la paleografía. Este movimiento buscaba eliminar de la historia todo rasgo de lo que Pierre Nora llama “memoria” (los sentimientos, significados y recuerdos mentales, ya sean individuales o colectivos, como las leyendas) tratando de reducir la historia al estudio de los “hechos” del pasado.

            En el positivismo notamos la culminación de un proceso de transformación del pensamiento histórico, que recorre un largo trecho desde la tesis original de Heródoto que basaba toda investigación histórica en la memoria, hasta su antítesis positivista que busca fundamentar todo conocimiento histórico en restos empíricos del pasado, despreciando su significado y tratándolos como si fuesen meros “hechos” naturales. Correspondería a los filósofos de la historia de finales del siglo XIX y principios del XX, como Dilthey, Croce y Collinwood, tratar de sintetizar ambos argumentos en una nueva manera de dilucidar el pasado.

En la obra de Pierre Nora hayamos influencias del pensamiento de los filósofos mencionados en la última línea del párrafo anterior. Para él la historia esta compuesta por la conjunción de materia y simbolismo. Es decir, el fundamento sobre el cual empieza toda indagación histórica son los objetos materiales del pasado que sobreviven hasta nuestros días, por esta razón el patrimonio histórico posee un gran valor para la disciplina histórica; pero solamente en cuanto sea posible para el historiador extraer de él un significado. Con ello podemos concluir que para la historiografía contemporánea cualquier objeto tiene el potencial de servir a la investigación, trátese de un libro escrito hace 5 años, de un archivo que da información falsa, o de un edificio milenario en el centro de una antigua ciudad, siempre que el inquisidor sea capas de hallar en el un significado que lo ayude a encontrar respuestas a sus preguntas de investigación. Y como es imposible determinar que objeto podría ser algún día fuente de información para algún historiador, es importante como sociedad hacer un esfuerzo por conservar, en la medida de lo rentablemente posible, los objetos que hayan formado parte del pasado o que lo harán en algún momento. Y es así como sería imposible concebir la historiografía moderna si no existiera el patrimonio histórico.

 Conclusiones
La historia de la forma de hacer historia es la historiografía. En ella, los pueblos han expresado sus más profundas preocupaciones sobre el pasado y la manera en que creen poder acceder al conocimiento. Huizinga dijo que “Cada cual rinde cuentas de su pasado con arreglo a las pautas que le señalan su cultura y su concepción del mundo”. Para los antiguos griegos, por ejemplo, era el papel de los contemporáneos conservar en trabajos escritos el pasado reciente para que sus descendientes pudieran conocerlo. Para ellos el conocimiento histórico solo podía ser obtenido entrevistando a aquellos que habían vivido los acontecimientos a tratar, y el método jurídico de su tiempo era la mejor manera de extraer verdades de los testimonios humanos. En la edad media la utilidad de la historia era descubrir los planes de Dios. En esta época la manera que se creía más confiable para obtener conocimiento era a través las autoridades: como la Biblia, el Papa o los Doctores de la Iglesia; por eso no debe de extrañarnos que en aquel periodo las autoridades hayan sido las fuentes de la historia. En los siglos XVIII y XIX las ciencias naturales, y por excelencia la física, eran el modelo a seguir. Para las ciencias de esta época, la labor de investigación y el investigador eran agentes totalmente ajenos, y por eso mismo la historia debería de ser tratada como algo ajeno al investigador y a la cultura a la que este pertenecía, tarea que ahora sabemos imposible. 

                 Ya en la época moderna la ciencia sigue considerándose el método más eficaz para buscar la verdad, pero nuestra concepción del pasado y del papel que le atribuimos al investigador en la labor científica ha cambiado considerablemente. La sociedad actual siente un profundo interés por el estudio de la cultura, y la filosofía de la ciencia moderna -como la de Thomas S. Kuhn- a demostrado que es imposible separar por completo al investigador de lo investigado, pues el primero influye en los resultados que obtendrá del segundo desde el momento en que elige su problema de investigación y el proceso por el cual la realizará. Por eso “una Historia adecuada a nuestra cultura solo puede ser una Historia científica”, pero además, una que admite que su objeto de estudio es un fenómeno cultural y que el historiador, como ente particular de esa cultura, debe encontrar en él un significado. Pero la ciencia es también una búsqueda de la objetividad, se basa en evidencias materiales, y por lo tanto una historia científica no puede estar libre de las pruebas físicas que demuestren lo que se argumenta. A estas pruebas las llamamos testimonios históricos, y su papel es desempeñado, al día de hoy, precisamente por el patrimonio histórico.   

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Lecturas Recomendadas
-Ballart, Josep. El patrimonio histórico y arqueológico: valor y uso, Ariel, Barcelona, 2002, pp. 167-192.
-Collingwood, Robin, Idea de Historia, FCE, México, 2011.
-Descartes, René, Discurso del Método. Traducción y prólogo de Manuel García Morente, Bibliotecasgratis.com, URL: http://www.bibliotecagratis.com/autor/D/descartes_rene/discurso_del_metodo.htm, N/A, Consultado el 20/02/2012.
-Dilthey, Wilhelm, El mundo histórico, FCE, México, 1978.
-Huizinga, Johan, El Concepto de la Historia, FCE, 1992, pp.87-97.
-Kuhn, Thomas, La Estructura de las Revoluciones Científicas, FCE, México, 2010.
-Nora, Pierre, Between Memory and History: Les Lieux de Mémoire, University of California Press, URL: http://www.jstor.org/pss/2928520, 2008, consultado el 26/02/2012.