Mucha gente cree en dios porque ha experimentado Milagros, pero ¿Qué es un milagro? Hume describió los milagros como fenómenos que sucedían en contra de las leyes de la naturaleza. Cabe mencionar, las
únicas evidencias que se suelen tener del acontecimiento de un milagro provienen
de testimonios. Ahora bien, sabemos que las leyes de la naturaleza, al haber sido obtenidas
por medio de la experiencia, pueden estar equivocadas; pero sabemos también que
los testimonios igual pueden ser erróneos. La experiencia cotidiana nos muestra, además, que los testimonios tienden con más frecuencia a ser falsos que las leyes de la
naturaleza que la ciencia ha obtenido por medio de la investigación empírico-racional. Es decir, todos los días al ver la tele
observamos anuncios que adjudican al producto X una característica Z que, por
supuesto, este no tiene; o al pasear por la calle vemos el anunció de un
político corrupto prometiendo luchar contra la corrupción; o a unos buenos
intencionados papás que mienten a sus hijos diciéndoles que un sujeto gordo y
con chamarra roja les lleva regalos todas las navidades desde el polo norte; o charlatanes
que dicen ver el futuro en las estrellas, las hojas de té, las marcas de las
manos, etcétera, etcétera, etcétera...; o simplemente personas de buenas
intenciones que dan información falsa pensando que es verdadera. En cambio, son
contables –aunque algo numerosas- las veces en que una idea científica que se tenía como ley de la
naturaleza resultó ser errónea.
Aunado a lo anterior, por si el achaque en contra de los testimonios no fuera ya suficiente, ¡todavía cabe mencionar que podemos contar cientos de miles de ellos que se contradicen unos a otros! Aquí la cara de un presunto hijo de dios aparece en un sándwich, allá una virgen se le aparece a un joven nahua, y en otro lado del mundo Atenea convence a Hector de enfrentarse a Hércules. La inmensa mayoría de esos milagros son excluyentes, si Atenea se aparece en Troya, entonces ningún dios judeo-cristiano mandó 7 plagas a Egipto y viceversa. Y para colmo, carecemos de razones para asegurar que algún testimonio sobre un milagro es más verosímil que el otro. Mi conclusión, el hecho de que un testimonio exista no es prueba suficiente de nada más excepto de que existe en cuanto testimonio y alguien lo comunicó.
Aunado a lo anterior, por si el achaque en contra de los testimonios no fuera ya suficiente, ¡todavía cabe mencionar que podemos contar cientos de miles de ellos que se contradicen unos a otros! Aquí la cara de un presunto hijo de dios aparece en un sándwich, allá una virgen se le aparece a un joven nahua, y en otro lado del mundo Atenea convence a Hector de enfrentarse a Hércules. La inmensa mayoría de esos milagros son excluyentes, si Atenea se aparece en Troya, entonces ningún dios judeo-cristiano mandó 7 plagas a Egipto y viceversa. Y para colmo, carecemos de razones para asegurar que algún testimonio sobre un milagro es más verosímil que el otro. Mi conclusión, el hecho de que un testimonio exista no es prueba suficiente de nada más excepto de que existe en cuanto testimonio y alguien lo comunicó.
Hume concluye
por su parte que “ningún testimonio es suficiente para establecer un milagro, a
menos que el testimonio sea de tal tipo que su falsedad fuera más milagrosa que
el hecho que respalda” y Carl Sagan lo resume a “afirmaciones extraordinarias
requieren de pruebas extraordinarias”. Yo diría, como me gustan los oxímoron, “a
palabras maravillosas ojos y manos atentos”.
Entonces,
¿Qué necesito para creer en dios?
1) En primer lugar, lo que le sugiero a dios para que pueda creer en él es que por favor evite dejarnos como única prueba testimonial de su existencia un libro, poema épico, cómic o película. Es decir ¡Hay cientos de miles de libros en el mundo, cada uno proponiendo cosas distintas! ¿Bajo que criterio puedo discernir con seguridad si dios existe basándome en la biblia o si es Azlán el creador del universo si lo leo en la saga de Narnia, o que Superman en verdad trabaja en el Daily Planet como asegura su cómic? Y si por capricho, u obligado por alguna Ley de Creación de Cosmos legislada para creadores interuniversales, dios decide que unos cuantas hojas de papel amontonadas y cocidas son la mejor y más divertida forma de dejarnos constancia de su existencia, pues al menos espero que el dichoso folletito venga escrito en una lengua y código tales que cualquier ser humano que lo lea sea capaz de entenderlo sin necesidad de saber aquella lengua ¡Eso si que sería prueba de algo sobre natural!
2) En segundo lugar, le pido que, por favor, cuando decida que es hora de corroborar su existencia a la humanidad, no se le presente solamente a un profeta, elegido o papa. Considero que sería mejor que se apareciese en todos los cielos de la tierra (hablando metafóricamente) y de esta manera nos exponga a todos sus maravillosas ideas. Bueno, lo admito, dios o los dioses son libres de decirnos lo que quieran y de hacerlo en la forma en que les plazca la gana.
3) En tercer lugar, si es que un dios ha decidido realizar mis recomendaciones pasadas, le sugiero que termine su espectáculo de presentación con una esplendida muestra de milagros que funjan como prueba física de su existencia. Yo aconsejo crear una iglesia flotante en medio del océano pacífico diseñada por el arquitecto de su preferencia -personalmente elegiría uno que ya esté muerto, solo para brindarle un último toque de espectacularidad al asunto-. También aconsejo que plasme en la luna un mensaje simple pero inteligible a simple vista y que coloque un enorme símbolo de su preferencia dando vueltas alrededor de Marte a manera de satélite. Son simples ideas, pero, aunadas a unas reapariciones constantes cada unos ciento cincuenta a doscientos años, serían suficientes para evitar que cualquier ser humano dudara de su existencia, y así lograría al fin tenernos a todos hincados frente a él o ella rezándole (la cual me parece es una actividad que disfruta con acojo).
A propósito, hago notar en este punto que
todas las pruebas que he propuesto hasta este punto buscan tener valor
universal, esto es, tienen como objetivo, en caso de que algún creador
decidiera llevarlas a acabo, demostrar la existencia de dicho ser a todos los humanos por
igual. Una prueba que solo valiera para mí no podría convencer a otros muchos
ateos y herejes diversos que andamos paseándonos por el planeta tierra. Así que
carecería de valor.
Para
cerrar esta entrada, si algún dios se ha tomado la molestia de leerla hasta
este párrafo y, aun así, decide que no quiere actuar de acuerdo con mis
sugerencias, o algunas semejantes de valides universal que comprueben su
existencia, en ese caso interpretaré su silencio como un desinterés hacia lo
que yo u otros opinen sobre su existir. Además, no habiendo prueba alguna que
me haga siquiera pensar que hay algún dios que existe y piense aquello, me veré
forzado a no creer en él. Si no lo lee, entonces no es ni omnipresente ni omnisciente, por lo tanto no lo llamaré dios. Finalmente, si aun con esta advertencia y clara
exposición de mi pensar, decide que hago mal en negar su existencia y resuelve
castigarme, en ese caso se trata de un ser sin ética que no merece ser llamado
dios de mi parte, y mucho menos adorado. Así pues, he expuesto que es lo que
necesito para creer en dios, y por eso mismo pido a los evangelistas, mormones,
católicos, pastaferrianos* y demás religiosos que se abstengan de venir a dar sermones sobre "la verdadera religión" a mí casa.
Si dios quiere que crea en él, que realice el trabajo él mismo.
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Postdata.
Kant podría argüir que es necesario creer en Dios simplemente porque resulta útil y necesario para respaldar la moral. A lo que yo respondería que es posible tener una moral sin ningún tipo de Dios, Diosa o Azlán, y por lo tanto la idea de un ser sobrenatural viene sobrando. Pero, - alterando la frase de Michael Ende- ese es tema para otra entrada y merece ser contado en otra ocasión.
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*Pastaferrianos: Adoradores del Espagueti Volador.
Propongo en lugar de "una ley científica de la naturaleza ha demostrado ser errónea", mejor "una ley científica de la naturaleza resultó ser errónea".
ResponderEliminarCon respecto de esperar algo mejor de la mismísima Lucrecia, recomiendo ser más elegante y menos ácido; es decir, evitar ese tipo de sarcasmo.
Muy interesante el final. Al pedir que dios se presente de manera categórica y no velada, de manera directa y no a través de terceros, lo que estás solicitado es que no vengan los predicadores a quitarte el tiempo.
Me sumo a ello.
Saludos.
Bernardo.