jueves, 13 de marzo de 2014

El origen de los ferrocarriles y los puertos en Yucatán



La historia de Yucatán es inseparable de la del mar que la rodea. Hasta la invención de los primeros trenes hace doscientos años, no existía manera más veloz para desplazarse que la vía acuática. En tiempos prehispánicos, los mayas entendían este principio del transporte. Por eso, habían organizado un sistema de comercio costero, erigiendo asentamientos a un día en balsa unos de otros, que les permitió integrar el territorio Peninsular en una inmensa red comercial. Los españoles, que vinieron después y conquistaron esta tierra, ahora veían  a Yucatán como un componente más en un vasto sistema de comercio mundial, y entendieron que quien controlara el comercio marítimo de la península, controlaría su contacto con el resto del mundo. Por eso fundaron el puerto de Campeche y lo establecieron como el único puerto de Yucatán. El tiempo siguió avanzando. Los españoles se expulsaron a la fuerza, imperios y repúblicas surgieron en Yucatán. Estallaron guerras sangrientas y  en las haciendas empezó el cultivo masivo del henequén. Y así llegaron los años de 1870. Pero el mar, el mar seguía ahí.

      La economía henequenera, que floreció con mayor fuerza en el Norte de la Península, dependía de la venta de su fibra a EEUU. Campeche quedaba demasiado lejos. Por eso se hacía necesaria la construcción de un puerto en el área que agilizara el tránsito del henequén desde las haciendas del norte hasta los barcos que las llevarían al extranjero. Cómo la simple construcción de un puerto en el área no bastaba por sí misma para maximizar la velocidad del transporte de henequén, el proyecto iría acompañado de la construcción de vías férreas que unirían las haciendas con el puerto. Así surgió el proyecto del primer ferrocarril de Yucatán. 

      Corría la década de 1860. Entonces, cómo hoy, nadie dudaba que el tren debiera de salir de Mérida, pero no existía consenso sobre cual debería de ser su destino final. Se planteaban tres alternativas: la primera propuesta era Celestún. La cual era defendida por un grupo de Imperialistas afines al gobierno de Maximiliano. La segunda, Sisal. Un joven puerto que llevaba 50 años abierto al comercio marítimo. Finalmente, Progreso, la playa más cercana a la ciudad de Mérida. No obstante, Progreso era una playa deshabitada, por lo que la construcción de un puerto en aquella localidad requeriría una fuerte inversión económica para la creación de un nuevo pueblo. El gobierno imperial acabó escogiendo a Celestún, pero la derrota de Maximiliano por las fuerzas de Benito Juárez y la posterior restauración de la república terminaron echando atrás este proyecto y reduciendo las alternativas a  dos: había que elegir entre Sisal o Progreso. 

      Finalmente, el nuevo gobierno se decidiría por progreso, y así, el 16 de septiembre de 1870 se colocó la primera piedra de la que sería la aduana portuaria de progreso. Al año siguiente se expidió el decreto para la construcción de la vía férrea Mérida-Progreso. Pero en ese entonces, al igual que hoy, habría que esperar varios años para que el proyecto se consumara. Cinco años después, se colocaría la primera vía, en una magna ceremonia a la cual asistieron el gobernador Eligio Ancona y el Obispo Leonardo Rodríguez de la Gala, quien bendijera aquella vía. Y aun pasarían otros seis años para la vía fuera formalmente inaugurada.

      Así, el 16 de Septiembre de 1881, la locomotora La Guadalupe realizó el primer viaje de Mérida a Progreso en sólo dos horas y media. Y de esta manera, la capital del estado se acercaba más al mar, a ese mar tan jazmín que rodea a Yucatán, y al acercarse a él, estaba un paso más cerca del resto del mundo. 

      En tiempos como los que vivimos hoy, es apasionante recordar que la historia de Progreso y la del ferrocarril en Yucatán son expresiones de una misma historia. De esa historia del mar que con su cariñoso y cálido oleaje turquesa y jazmín envuelve Yucatán. Por eso no resulta coincidencia que hoy se hable de construir un tren rápido de Mérida a la costa de Punta Venados, o una vía alterna que agilice el comercio en el Puerto de Progreso. Porque aun con las tecnologías de hoy; aun con las carreteras, los tráileres y los aviones; el mar sigue estando allí. Llamándonos. Sí, puede que Yucatán sea una península, pero una de un tipo peculiar, en cuyo fondo late el corazón de una isla.

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