martes, 25 de agosto de 2015

Sobre eso que llaman la democracia verdadera


Navegando como de costumbre por las ajetreadas aguas de la prensa cibernética encontré un librillo publicado por La Jornada con motivo de la apertura de la Embajada de Estados Unidos en Cuba. Ojeando su contenido encontré un artículo de Pablo González Casanova un nombre que reconocí por que alguna vez leí uno de sus libros. Atraído por su nombre, no pude evitar que mi ceja diera un salto quilométrico al leer el título de su artículo: Cuba es humanidad. Sabía que Casanova es un intelectual de izquierda, pero admito que no estaba al corriente de que el autor fuese un admirador de la izquierda comunista. 


                La curiosidad me atrapó en la lectura y mi desilusión con respecto al autor se fue incrementando más y más conforme mi mente pasaba de un párrafo al siguiente. Es sorprendente lo lejos que el señor González ha dejado su actividad crítica cuando se trata de hablar del gobierno cubano. Reconozco que la isla en cuestión tiene uno de los mejores sistemas de seguridad social y de alfabetización de América Latina. Pero de allí en fuera, casi todas las demás afirmaciones que el autor hace sobre la isla caen en el error, en la mentira o en la hipérbole. Sus errores van desde cosas tan pequeñas como afirmar que Cuba es el único país comunista que sobrevive en el mundo -¿Yo me pregunto de aquí a cuando Corea del Norte cambió su organización política y económica que no me di cuenta?- Hasta cosas que me parecen más graves como el afirmar que Cuba le enseñó al mundo como se construye una “verdadera democracia”. 


               Una crítica completa requeriría más espacio del que hay en este blog. Limitémonos entonces a contestar la pregunta ¿A qué fenómeno se referirá el autor cuando usa la palabra democracia en dicho artículo? 

         Ciertamente dudo que su idea sobre la democracia incluya los fenómenos de libertad de expresión, de prensa,  de asociación política, de la libertad de emigración y de voto libre pues todos ellos brillan por su ausencia en la isla (incluso desde antes de que Fidel fuese su presidente). En la mente de Pablo González la democracia parece ser asociada a un gobierno todo inteligente y bondadoso, que sabe lo que “la gente” debe querer y lo que “el pueblo” necesita y por lo tanto no tiene necesidad de consultarlo. Además, al estar todas sus decisiones basadas en el conocimiento de las necesidades verdaderas de la gente, sus ideas no pueden ser criticadas y mucho menos en público, pues las personas comunes son presa fácil de engaños y podrían fácilmente ser confundidas por malignos conspiradores capitalistas que buscan sembrar semillas de duda y desestabilizar el bondadoso sistema comunista. Según lo que puedo inferir de su artículo, este es el fenómeno que Gonzáles tiene en mente al hablar de democracia verdadera y el buen gobierno. Un sistema político en donde no hay lugar para la duda. 


                La creencia utópica de que los gobiernos pueden ser presididos por personas infinitamente sabias es una idea simplista y a mi parecer muy perniciosa. La idea es simplista porque ningún gobierno humano podrá ser presidido nunca por un dios, un ángel o cualquier otro ser infinitamente sabio simplemente porque esos seres no existen. Nos guste o no, los gobiernos humanos son organizados y presididos por humanos, y no existen los humanos infinitamente sabios. Todas las personas comentemos errores, todas podemos estar equivocadas y de hecho nos equivocamos a menudo. Por eso es sabio escuchar a nuestros críticos. 


Es perniciosa porque resulta ser una buena escusa para clausurar las libertades asociadas con la expresión y la asociación política. Ciertamente ni la libertad de expresión ni la libertad política son la panacea que resolverá todos los problemas del mundo. Es muy cierto que muchas veces las voces críticas del gobierno no buscarán abrir un debate racional, sino que serán movidas por intereses económicos o políticos con miras a causar confusión en la población y desprestigiar a las instituciones y las personas que las presiden. Esto pasa y con mucha frecuencia en las sociedades liberales. Pero definitivamente también hay personas interesadas en la discusión sana y es poco cuestionable el hecho de que la discusión propiciada por las libertades de expresión y políticas ayuda a acelerar la velocidad con que una política que resultó estar equivocada puede ser detectada y cambiada. 


Otra característica de los gobiernos utópicos que resulta ser imposible es la idea de que el gobierno puede ser bondadoso. En primer lugar, porque aun en el caso hipotético de que existiese en el gobierno un grupo de personas interesadas en promover el bienestar de toda la sociedad es extremadamente poco probable que estas pudieran lograr sus nobles objetivos. Esto se debe precisamente a que no existen las personas infinitamente sabias, por lo que aun a pesar de que haya personas de buena voluntad, es difícil que tengan del todo claro qué es el dichoso bienestar de toda la sociedad y cómo hacer para alcanzarlo. 


En segundo lugar, es imposible que existan los gobiernos completamente bondadosos y justos porque todas las personas tenemos intereses de distinta índole. Algunas personas podrán dar más valor a su interés en enriquecerse y hacer dinero, otras tendrán interés en ayudar a sus parientes y amigos, otros tal vez buscarán cambiar las condiciones de su pueblo natal, preferirán ayudar a cierto grupo de personas con las que tienen mayor afinidad intelectual o simplemente defenderán cierto grupo de valores que no comparten con toda la población. Los países en los que se suprime la crítica bajo pretexto de que el gobierno vela solamente por el interés general suelen usar la idea del estado bondadoso como una perfecta escusa para silenciar las voces de intereses contrarios a los intereses personales de la gente en el gobierno. 


Esta observación de que los gobernantes siempre tendrán intereses personales de algún tipo no es mía, ni siquiera es nueva. Fue señalada hace algunos siglos por pensadores ilustrados quienes sugirieron que las leyes de un país deberían de tener entre sus objetivos primordiales garantizar la protección de los miembros de una sociedad frente a los arrebatos de abuso del poder que inevitablemente tentarían a sus gobernantes. Ellos concibieron la idea de que el poder no debía de ser adorado sino temido y por lo tanto buscaron idear formas de someter la fuerza al derecho. 

Fue así como Montesquieu concibió que no sería mala idea dividir al gobierno en tres órdenes diferentes, cada uno encargado de tareas distintas (ejecutar, juzgar o legislar) y con intereses distintos para que entre ellos se mantuvieran a raya. Así también nació la idea del Estado Garante, con poco ímpetu adoctrinador y con un poder limitado que gobernaría sobre una sociedad de individuos críticos y libres de expresarse, discutir, estar en desacuerdo y equivocarse. Un gobierno que admite no estar completamente seguro de nada, congruentemente debría de permitir espacio para la crítica y el debate.

           Ciertamente, la maquinaria de un estado garante nunca puede ser perfecta, pues no existen los humanos perfectamente sabios. Pero a diferencia de los estados utópicos, los estados garantes aceptan el hecho de que dentro de las sociedades humanas inevitablemente siempre habrá conflictos de interés y distintas perspectivas acerca de la moralidad. Karl Popper solía decir que una sociedad sin conflictos no sería una sociedad humana sino una sociedad de hormigas. Al incorporar la diferencia y el conflicto como un elemento esencial de las sociedades humanas e intentar idear vías para la negociación pacífica de las diferencias, los estados garantes han demostrado ser hasta el momento los mejores protectores de la libertad humana.  Un estado garante es algo que en Cuba no existe ni intenta existir, hecho que parece importarle muy poco a Pablo González Casanova. Supongo que dentro de su concepto de democracia no se incluye el de libertad.

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El artículo de Pablo González Casanova que se discute en esta entrada puede consultarse en http://issuu.com/lajornadaonline/docs/eucuba25082015?e=2065645/14982716 pp. 18 y 19.

sábado, 22 de agosto de 2015

¿Una derrota de la humanidad?


Cuando la población de la República de Irlanda, tradicionalmente Católica, votó en mayo pasado por el “Sí” a la legalización del matrimonio civil entre personas homosexuales, no faltó la atónita y desconcertada voz del Secretario de Estado del Vaticano que exclamaba “No solo se puede hablar de una derrota de los principios cristianos, sino de una derrota de la humanidad”.

      Estas palabras rebosantes de ignorancia me parecieron de lo más convenientes para ilustrar un punto que la gente me pregunta con frecuencia ¿Por qué me preocupo yo, una persona que no cree en ningún dios ni en otros seres sobrenaturales, por lo que dicen los jerarcas de la Iglesia Católica?

      En primer lugar, quiero dejar en claro que no me interesa lo que los jefes católicos y los católicos en general hagan o decidan hacer al interior de su Iglesia. Sí a los católicos les gusta estar afiliados a uno de los bastiones más antiguos del absolutismo en occidente, o si quieren pertenecer a una institución que rechaza que las personas homosexuales reciban aquello que se llama sacramento matrimonial, la verdad me da igual. Gracias al orden liberal más o menos bien logrado de la mayoría de los países occidentales, cada quien tiene el derecho y la libertad de pertenecer al club que prefiera. Yo hace mucho que decidí devolver mi membresía al Club de los Católicos.

      Lo que me desagrada de la actitud de dicha iglesia es su constante intolerancia hacia formas de pensar ajenas a su ortodoxia. No hace falta mencionar todo lo que dicen los padres católicos sobre los ateos, a quienes nos culpan de todo lo malo que tiene la humanidad. Su intolerancia con frecuencia silencia las voces de quienes perteneciendo a su institución deciden criticarla. Silenciar las críticas es una manera de actuar propia de los regímenes autoritarios y totalitarios.

      A mi juicio, la oposición de la Iglesia Católica y de varios de sus feligreses al matrimonio civil homosexual es una continuación de la larga lucha que dicha institución ha emprendido contra todos aquellos que desde el siglo XVI han luchado por la secularización de la sociedad. Actitud que ha llevado consigo a todos los rincones de occidente.

      Basta recordar que los orígenes de la Iglesia Católica como institución se remontan a los tiempos del emperador Constantino, quien en el 313 declaró la tolerancia al cristianismo, construyó las bases de la nueva iglesia y –en un giro de volante de 180- inició la persecución contra los paganos y cristianos no ortodoxos. Setenta años después el emperador Teodosio declararía la oficialidad de la Religión Católica y pondría fin a la ya muy limitada libertad religiosa. Entre otras cosas, los últimos Juegos Olímpicos de la antigüedad se jugaron durante su gobierno.

      Se ha discutido mucho sobre las razones que llevaron a la adopción del  cristianismo como religión oficial del Imperio y a la fundación de su Iglesia. Pero es probable que razones de tinte pragmática hayan buscado hacer de la nueva iglesia una bisagra para mantener la cohesión del imperio y el control sobre sus ciudadanos en tiempos en que la autoridad central se encontraba debilitada y desprestigiada. En sus orígenes la Iglesia Católica fue concebida en buena medida como un instrumento de control al servicio del poder estatal.  

      Hoy sabemos que el plan no fue del todo exitoso y por múltiples razones que no vale la pena discutir ahora el Imperio Romano decayó, se dividió definitivamente tras la muerte de Teodosio y la mitad occidental se hundió en una grave crisis política que la llevó a la desaparición (la mitad oriental corrió con mejor suerte y sobrevivió unos mil años más).

      Tras la caída del Imperio Romano de Occidente su Iglesia quedó envestida con el prestigio de ser la sucesora del vasto Imperio del pasado y tras la muerte de las demás instituciones centralizadas romanas la iglesia adquirió un poder bastante importante frente a los pequeños reinos y principados de Europa Occidental. Poder que solamente hacia el final de la Edad Media pudieron empezar a recuperar, mediante negociaciones y guerras, los nacientes estados europeos. No es casualidad que la reforma religiosa encabezada por Lutero haya tenido lugar en el siglo XVI, cuando las modernas monarquías europeas empezaban a consolidar su poder sobre las noblezas levantiscas medievales. A partir de entonces los gobiernos europeos empezaron a distanciar sus políticas de las decisiones papales y el Papa mismo empezó a ser visto por los reyes como un rey más del nuevo mapa Europeo. Cosa que por supuesto nunca agradó a los papas, quienes se han opuesto desde entonces y de múltiples maneras a este proceso de secularización.

      Aquellos estados que fueron los primeros en rebatir el poder de la Iglesia no serían el modelo de estado laico, liberal y garante que defendemos los humanistas. Como demuestran casos como el de la U.R.S.S, hay más maneras de llegar al absolutismo que no incluyen pasar por el camino de la religión oficial. Pero las religiones oficiales nunca han jugado a favor de los valores humanistas ligados a la búsqueda colectiva de la libertad individual. 

      Por supuesto, el que hasta el día de hoy el estado laico y los valores humanistas hayan ganado la mayoría de las batallas frente a la oposición conservadora de la iglesia -y otras instituciones con afinidades medievales- no debe procurarnos de un falso sentido de seguridad a los que estamos a favor del estado laico y el matrimonio civil libre (entre personas del sexo que sean y en las cantidades que gusten). Aunque la tendencia hasta el día de hoy en occidente ha sido hacia la laicización de la sociedad, lo cierto es que no existen tales cosas como las Leyes Históricas. Nada nos garantiza que esta tendencia se conservará en el futuro si bajamos la guardia. Lograr que se mantenga o no depende en una medida importante de las personas que hacemos el presente.

      Finalmente, sólo el tiempo dirá lo que fue bueno o malo para la humanidad. Pero la aprobación del matrimonio homosexual y la adopción monoparental en Irlanda ciertamente es un triunfo para los valores humanistas, laicos y republicanos; y un descalabro para aquellos que se adhieren a los valores autoritarios, totalitaristas y absolutistas que tanto deleitan a los jerarcas católicos.  

      Seré explícito, me opongo a la actitud de la Iglesia Católica que busca hacer que todos los no católicos acatemos los mandatos de un señor vestido de sotana blanca que se cree soberano indiscutible de las consciencias de todas las personas. Los que no queremos a su iglesia ni a las cosas que representa somos libres de rechazarla y criticarla.

miércoles, 22 de octubre de 2014

En DeLorean por los procesos de independencia de México y de Estados Unidos


Hoy México y Estados Unidos son países con economías, sistemas políticos y sociedades marcadamente distintas. ¿Por qué es así? Vaya que esto se debe a muchas razones, nosotros, en esta entrada, compararemos sus procesos de independencia para ver si podemos encontrar alguna solución. 


         Para empezar, sí nos hiciéramos de uno de esos Deloreans de última generación que viajan por el tiempo, y pudiéramos regresar al México y al Estados Unidos de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, hallaríamos que son pocas, en realidad, las similitudes que se pueden trazar entre los procesos de independencia de ambos países. Si acaso, podemos mencionar la cercanía geopolítica y su origen como colonias de dos países de Europa Occidental. Pero allí mueren las similitudes. Es, entonces, en las diferencias donde encontramos más espacio para las comparaciones entre ambos procesos de independencia. 


    Si nos detuvieramos a bucar combustible por las casas de gobierno de los dos países, notaríamos formas muy distintas de entender la palabra política. Por un lado, los estadounidenses estaban formados en la política británica, con formas liberales emanadas de una revolución finales del siglo XVII; por otro lado, la Nueva España había aprendido, durante buena parte del siglo XVIII, a hacer política al estilo del absolutismo ilustrado. 


      Esta diferencia en las formas de hacer política, probablemente imposibilitó a la clase política mexicana de consolidar bajo un acuerdo político la futura organización del país. En la ausencia de un acuerdo, las distintas facciones se enfrascaron en incontables conflictos bélicos durante 50 años. En contraste, Estados Unidos logró consolidar un gobierno republicano sólido que pudo, durante 70 años, hacer a un lado sus diferencias (cómo las relacionadas con esa “institución peculiar”, la esclavitud), y concentrar todas las energías en los objetivos del expresionismo territorial y el crecimientos económico. 


      Por otro lado, si observáramos las sociedades de ambos países, veríamos que la sociedad mexicana estaba formada por distintos grupos étnicos y se había organizado durante varios siglos en un sistema de castas. Por otro lado, la población estadounidense estaba formada por personas de origen europeo, que, aunque procedían de distintos países, compartían una religión y características fisiológicas similares. Esta población, excluyó por completo de su proyecto nacional a los indígenas y las personas de origen africano que habían sido llevadas para trabajar como esclavos. 


      Si volteáramos la vista, y viéramos sus territorios, nos daríamos cuenta que EEUU inició sus días como un pequeño país con sueños de expansión. En cambio, México se consideraba la joya de la Corona Española, poseía un territorio enorme y rico, pero muy despoblado. Un territorio que era pertinente poblar y consolidar; pero esta fue una tarea que los constantes conflictos entre estados impidieron realizar. 


      Finalmente, al observar las relaciones que ambos países tenían con el resto del mundo, observamos que EEUU consiguió su independencia en el siglo de la ilustración, organizó su gobierno de acuerdo a principios ilustrados, y esto le valió el reconocimiento y admiración de numerosos intelectuales europeos. Además, logró su independencia con el apoyo militar de Francia y España, por lo que EEUU nunca estuvo solo. La historia de México es totalmente diferente. Cuando consigue su independencia, Europa estaba sumergida en el temor que habían ocasionado la revolución francesas y las posteriores guerras de Napoleón. Ningún país Europeo quiso correr el riesgo de apoyar a México en su guerra independentista. La falta de reconocimiento internacional, provocó que México viviera el primer siglo de su independencia con el temor constante de intervenciones y la presión de un vecino poderoso, consolidado y pujante en el norte, que deseaba expandirse territorialmente. Y eso, vaya que se vivió de manera muy distinta en aquel país. 



      A manera de conclusión, quisiera mencionar que es complicado hablar de procesos causuales en la historia. Ver a la historia como un encadenamiento de causas nos puede llevar a tener un falso complejo de seguridad. Pues las “causas”, en la historia, sólo pueden ser estudiadas e inferidas después de que los eventos ocurrieron. Quizá la mayor impresión que nos quedaría al volver de nuestro viaje en el Delorean, es que, a principios del siglo XIX, nadie estaba seguro de cuál era el tipo de futuro que esperaba ni a la Nueva España ni a Estados Unidos.

miércoles, 14 de mayo de 2014

Un pequeño punto en el cielo marciano



Aquí en la Tierra, es difícil pensar a nuestro planeta como una pequeñita estrella en el cielo. Simplemente, sus montañas, sus árboles, sus mares y cielos nubosos cubren todos los ángulos de nuestras miradas. Sin embargo, basta con mirarla desde la superficie de un planeta vecino, para que la Tierra se convierta en un punto azul en el cielo. Así quedó demostrado el pasado 6 de febrero del 2014, cuando la NASA reveló la primera foto de la tierra tomada desde la superficie de Marte. La foto fue tomada por el Laboratorio Científico de Marte (Mars Science Laboratory), mejor conocido como Curiosidad (Curiosity). 


El Curiosidad es lo que comúnmente se calificaría como un robot grande, supera en 5 veces el tamaño de todos los robots que lo han precedido en la superficie del planeta rojo. Para poner las cosas en perspectiva, el curiosidad es ligeramente más grande que un Bochito. Lo que hace que para mover semejante armatoste en la superficie de un planeta lejano, sea necesario el auxilio de la energía nuclear. Para ello, se diseñó un motor capaz de generar energía a partir del calor irradiado naturalmente por el Plutonio. Se espera que este combustible mantenga al robot funcionando por lo menos durante un año marciano completo, que equivale a 687 días terrestres y de los cuales han transcurrido ya 536 días desde su aterrizaje en agosto del 2012.


El Curiosidad cuenta con decenas de instrumentos que le permiten evaluar la calidad de la atmósfera marciana, buscar componentes orgánicos en el suelo, tomar fotos y vídeo de alta resolución y en tercera dimensión, y hasta un increíble rayo láser que ha sido diseñado para evaporar la rocas marcianas para ver, así, de que están hechas. Además, tiene su propia cuenta de Twitter, (bueno, el equipo que trabaja con él). Aquí está la impresionante foto ¿Qué sentimiento les genera ver a la tierra desde esta perspectiva? 


Curiosity Mars Rover's First Image of Earth and Earth's Moon

Foto tomada de la NASA 



Está no es la primera vez que el Curiosidad logra una hazaña de semejantes proporciones, ya que el 28 de agosto del 2012 se convirtió en la primera máquina en transmitir una canción a la tierra desde otro planeta. Está fue la Edición Marciana de Reach for the Stars del autor Will-I-Am. Disfrutenla Ü